Los "españolistas" tienen derechos históricos ciertos a considerar al País Vasco como parte integrante del Reino de Castilla y luego de España desde el siglo XII
El Sr. Artur Mas nos invita a un juego imposible. Pero hemos decidido aceptar su envite, aunque extrayendo todas las consecuencias del sistema propuesto: concedamos a todos los catalanes los mismos derechos aquí y ahora que él pretende otorgar sólo a un tanto por ciento de ciudadanos, a los presuntos ganadores de su referéndum.
Los que voten en contra de su propuesta de independencia, tienen también el mismo derecho a decidir y fundar su estado propio que imaginamos seguirá unido a España. Éste es el juego del Sr. Más al completo.
Juguemos a ver qué pasa
I. Un antiguo proverbio de la Escolástica medieval reza así: Nihil violentum durabile, «Nada violento es durable». Traducido a lenguaje popular de hoy: no podemos estar eternamente «mareando la perdiz» en temas políticos básicos como la idea de España como nación, y la forma de Estado que debemos otorgarnos.
II. No vemos razón alguna convincente para que el Estado pueda negarse a celebrar un referéndum sobre esta cuestión acuciante. La Constitución no impide que se plantee cómo debe iniciarse teóricamente un proceso de este estilo. Tampoco vemos razón alguna contundente, de por qué se reconocen en la Constitución española de 1978 derechos históricos respecto a una hacienda propia en el País Vasco y Navarra y no se admita lo mismo en Cataluña y en Galicia, territorios en los que hay igualmente una lengua, una cultura y una historia específica lo mismo que en el País Vasco y Navarra, elementos que han constituido las razones fundamentas de los fueros concedidos a los dos últimos territorios.
III. La solución al problema del secesionismo ha de ser exquisitamente democrática, es decir, con igualdad de derechos para las partes y por medio de las urnas. La independencia ha de lograrse por vías legales o modificando legalmente las vías legales.
Es evidente que las constituciones pueden y deben reformarse sobre la base de mecanismos legales convenientes. Por otro lado, no se puede convocar referenda cada poco tiempo, es decir, hasta que una de las partes imponga su opinión definitivamente.
Tras un referéndum en estos momentos -a determinar– para una posible secesión de un territorio de la España actual solo debería convocarse otro dentro de más menos 50 o 75 años.
IV. El referéndum para proclamar independiente alguna parte de lo que ha sido Hispania/ España durante siglos (como mínimo nueve, País Vasco, y seis, Cataluña) habrá de considerarse como de secesión unilateral. La mayoría de los actuales españoles no contempla a España privada de Cataluña o del País Vasco.
Es moralmente cierto, en cuanto puede pronosticarse, que en una consulta a la totalidad de la población española el resultado sería clarísimamente negativo para los nacionalistas.
No es tarea fácil conseguir la independencia después de tantos siglos de convivencia como ciertos espíritus simplistas y celotas creen al blandir pancartas con un «Goodby Spain», declarando independiente el municipio de Vic, o manifestando su deseo de proclamar unilateralmente la independencia en el parlamento catalán o vasco.
No debían ignorar que la otra parte no se quedará con los brazos cruzados, en especial cuando no sabe a ciencia cierta qué clase de injurias, expolios y ofensas está cometiendo.
Por tanto, la primera norma sería: «Quien se ‘divorcie’ unilateralmente correrá con todos los gastos». No se «concede» una independencia, sino que se negocia y se calculan las consecuencias: los gastos y cómo los abonará la parte que desea separarse contra la otra.
V. El tipo concreto de proceso secesionista en un estado de siglos como es España es del modelo más complicado, a saber cuando dos «pueblos» disputan entre sí porque se creen con derechos sobre el mismo territorio.
No sería un caso relativamente «sencillo» como, por ejemplo, el de Eslovaquia y Chequia, el de Croacia y Eslovenia, o el de Flandes y Valonia, sino mucho más parecido al de Québec o sobre todo al de Israel y Palestina, o al de Kosovo respecto a Serbia.
En este último caso habría una diferencia esencial: en las dos regiones más secesionistas de España el porcentaje razonablemente estimado de independentistas no llegaría al 95% como en Kosovo, sino que sería notablemente menor.
En Cataluña se estima que no llega en realidad al 40%. En el País Vasco la estimación es más difícil debido al miedo que invade a la población inducido por la fuerza de las armas
En cualquier caso, se trata de una disputa sobre el mismo territorio. Hay suficientes analogías con la situación en Oriente próximo respecto a Israel y Palestina.
De acuerdo con la mentalidad y términos del Sr. Artur Mas y de los nacionalistas ibéricos en general, dos «pueblos» con dos «culturas diferentes» (basadas en lengua, cultura e historia diferentes), el «pueblo español» y el «pueblo catalán», aspiran a ser los únicos titulares de un estado en el territorio, disputado para sí en por ambos «pueblos» dentro de la Cataluña actual.
VI. La base esgrimida para la secesión por los nacionalistas, especialmente catalanes y vascos, y en mucha menor medida por los gallegos, son los denominados «derechos históricos», que apelan sobre todo a la lengua, la cultura e historia común, y especialmente a un sentimiento de ser y pertenecer a una nación diferenciada.
VII. Es totalmente realista la previsión de que las posiciones sobre los derechos esgrimidos para que un territorio disputado pertenezca bien a España o bien funde su estado propio no llegarán probablemente nunca a un simple acuerdo amistoso.
Es preciso un pacto. Tengamos en cuenta, siendo realistas, que a lo largo de la historia estos tipos de secesión, con graves fracturas sociales, raramente se solucionan sin derramamiento de sangre.
Es lógico que la parte denominada «españolista» no permita con facilidad que el 50 o más % de sus ciudadanos en una parte, hasta ese momento, de España sea constreñida a abandonar su país o acomodarse a la fuerza a una nueva situación.
VIII. Aunque los derechos históricos son difíciles de definir y cuantificar con exactitud, y algunos expertos en Derecho Constitucional opinan que no debían entrar en la cuestión, sí podemos aceptarlos hipotéticamente como un punto de partida para el debate, puesto que se proclaman por las dos partes: los nacionalismos vasco y catalán y el resto de España.
Pero es preciso insistir en que la apelación a los «derechos históricos» ha de ser considerada válida para las dos partes por igual.
Poniendo como ejemplos de territorios secesionistas a Cataluña y el País Vasco, el resto del «Estado español», nacionalista también aunque de otro signo, tiene igualmente sobre el territorio que desee separarse sus derechos históricos, válidos sobre ese mismo territorio.
IX. De modo teórico, hipotéticamente y sujeto a discusión, proponemos que se lleve a cabo cuanto antes un referéndum sobre una posible secesión con reparto del territorio. Tal referéndum ha de basarse en tales «derechos históricos» por ambas partes en disputa convenientemente explicados.
X. En consonancia, el núcleo de nuestra propuesta de un referéndum de partición de territorio basado en los derechos históricos de las dos partes en conflicto científicamente probados.
Los «españolistas» tienen derechos históricos ciertos a considerar al País Vasco como parte integrante del Reino de Castilla y luego de España desde el siglo XII.
Los nacionalistas vascos pueden sostener con razones que el pueblo vasco tiene conciencia propia de pueblo desde aproximadamente el siglo IX, momento de las «Glosas Emilianenses» en las que se distinguen las aclaraciones a un manuscrito base latino en vascuence y en incipiente castellano.
Los «españolistas» pueden esgrimir que Cataluña nunca fue un territorio autónomo, que perteneció a la Corona de Aragón y que ésta se unió a la de Castilla desde finales del siglo XV. Los «catalanistas» argüirán que hay sobradas muestras de sentimiento nacional desde tiempos de Guifré el Pilós (+ en 897).
XI. Como complemento ilustrativo de la situación en el conjunto de lo que es la España actual el Estado podrá convocar un segundo referéndum –puramente informativo, pero que probablemente sería de gran impacto psicológico– que estaría de acuerdo con la doctrina nacionalista de sondear «la voluntad del pueblo catalán o vasco en el territorio del Estado español».
Bastaría con hacer la siguiente experiencia: expertos en heráldica, historia y filología pueden extractar de las guías de teléfono u otros documentos aquellos que tienen un apellido vasco o catalán, paterno o materno irrecusable.
Debidamente garantizado y controlado este proceso, pregúntese en referéndum informativo a esas personas si están de acuerdo o no con la secesión del País Vasco o de Cataluña.
En síntesis, proponemos que
- · Considerada la casi imposibilidad de una solución meramente amistosa en el caso de una secesión unilateral como, al parecer, pretenden Cataluña y el País Vasco, la necesidad de un pacto.
- · Es necesario cuanto antes un referéndum para aclarar la cuestión separatista. Según la Constitución, este referéndum sólo puede convocarlo el Gobierno Central.
- · Es necesario que se tengan en cuenta los posibles derechos históricos de las dos partes que se disputan el mismo territorio.
- · El referéndum será vinculante y conducirá a un reparto del territorio entre las dos partes en litigio, puesto que se parte hipotéticamente del supuesto de que se trata de dos «pueblos» que creen tener derechos históricos sobre el mismo territorio.
- · Es conveniente celebrar un segundo referéndum orientativo de la voluntad separatista en el conjunto del «Estado español». Esta segunda consulta podría organizarse sobre un censo de personas que a tenor de los expertos puedan demostrar un primer o segundo apellido vasco o catalán.
- · Esta solo una propuesta para debate. Y deseamos que sea un debate argumentativo, racional, discursivo, con datos, que excluya cualquier tipo de desviaciones de tipo puramente pasional y emotivo.
NOTA SOBRE LOS AUTORES
Antonio PIÑERO. Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid
Aniceto NÚÑEZ GARCÍA, Ex Conselleiro de Educación de la Xunta de Galicia
Emilio GARCÍA BONOME, ex Director General de enseñanzas Medias de la Xunta de Galicia
José CALVO POYATO. Catedrático de Filosofía de Enseñanza Media. Escritor