El expresidente González pidió que no se someta constantemente a Rajoy al "váyase" que él sufrió por parte de José María Aznar
La nota aparece este 18 de febrero de 2013 en Elsemanaldigital, diario online que dirige Antonio Martín Beaumont, su autor:Los críticos de Alfredo Pérez Rubalcaba afilan sus cuchillos.
El Debate sobre el Estado de la Nación que arranca este miércoles 20 de febrero de 2013 -el primero de la legislatura- amenaza con convertirse en el sepelio del líder de la oposición, que acaba de cumplir su primer año al frente de la Secretaría General del PSOE.
Después de lo visto el miércoles en la sesión de control al Gobierno en el Congreso la expectación en torno al papel -o papelón- de Rubalcaba es máxima.
El hecho de que aquel día quemara el cartucho de pedir en sede parlamentaria a Mariano Rajoy su dimisión le ha colocado en una encrucijada endiablada.
Y además provocó el enfado de buena parte de su bancada, que no entendió su arrebato de populismo. La vieja guardia está que trina.
El capón que le dio Felipe González el viernes es la mejor prueba. El expresidente pidió que no se someta constantemente a Rajoy al «váyase» que él sufrió por parte de José María Aznar.
El socialista ha cometido, pues, un error de manual impropio de quien ha sobrevivido a toda una vida en política a base de estrategia y estratagemas.
Tan sólo 14 meses después del inicio de legislatura, si quiere ser coherente con la senda emprendida al agónico líder socialista sólo le queda una bala de plata que disparar este martes, la de la moción de censura.
Pero lo malo para Rubalcaba es que si lo hace la bala podría acabar alcanzándole a él y no al presidente del Ejecutivo.
Con este panorama, no es de extrañar que los politóligos comiencen a augurarle un destino similar al de Antonio Hernández Mancha, que firmó su propia acta de defunción política cuando intentó herir con balas de fogueo a Felipe González, blindado como lo está ahora Rajoy por una cómoda mayoría absoluta.
El aviso además de lo que opina la calle sobre el PSOE se lo dio este mismo sábado al ser despedidos con cajas destempaldas de una manifestación anti-desahucios sus mandatarios Juan Fernando López Aguilar y la joven «estrella emergente» del socialismo Beatríz Talegón.
Aunque el presidente es consciente de que quien tiene más que perder es su oponente y no él, no ha querido dejar nada a la improvisación.
Rajoy ha preparado concienzudamente el Debate con el gurú Pedro Arriola -como ya lo hacía estando en la oposición- y se ha guardado un la manga una buena mano de ases que le han preparado en Vicepresidencia, por un lado, y en la Oficina Económica de La Moncloa, por el otro.
Entre ellas medidas encaminadas a la transparencia política que le servirán para contrarrestar el Caso Bárcenas, al que sin duda recurrirán por portavoces de la oposición para intentar hacerle sangre.
Además de propuestas orientadas a los emprendedores y a los jóvenes, que están sufriendo con especial virulencia el azote del paro.
Así que permanezcan sentados en sus butacas porque el primer Debate sobre el Estado de la Nación de la era Rajoy promete.
Y más aún sus efectos sobre el estado anímico de los socialistas, que cruzan los dedos ante la cita.
Unos para que Rubalcaba se pegue un batacazo tal que las voces internas que piden su cabeza sean un clamor. Otros, su guardia de corps, para que no salga herido de muerte.