Irak tuvo armas de destrucción masiva y José María Aznar no mintió con lo de las armas de destrucción masiva de Irak. Irak tuvo ese tipo de armas. Se las vendieron los Estados Unidos, y a Aznar se lo dijeron los que las vendieron. Él no mintió, ocurrió que esas armas los iraquíes las habían gastado en su guerra contra Irán.
Las afirmaciones las dijo, soltó, Felipe González en el almuerzo-coloquio organizado en el hotel Los Galgos, de Madrid, por la Asociación para la Defensa de la Transición, en un intento de demostración del talante conciliador que un día le permitió liderar la primera “Pasada por la Izquierda” de España tras la dictadura.
La Asociación organizadora del almuerzo, que cree que la Constitución es la herramienta idónea “… para superar conflictos con espíritu de concordia”, en un momento como el actual, había invitado a González a hablar. Y éste habló, con el tono grave que últimamente usa en sus respuestas; y con el punto de guasa, y de retranca, que es habitual en él y que no ha perdido a pesar de la situación actual española y los años, los 71 años de edad que tiene y los 17 años pasados desde que dejara la Presidencia del Gobierno:
– La Transición no la hice yo. La hizo Adolfo Suárez, yo me la encontré “acabá”. Y no soy pesimista, no. Yo lo que soy es un optimista “escarmentao”. – Comenzaría su breve discurso tras una presentación no muy cálida, fría, de Raúl Morodo.
Después se puso serio y continuó:
– Creo que se están confundiendo los instrumentos con los fines. La finalidad de la acción política no es el déficit, no puede ser el déficit, es el ser humano. Yo creo en las posibilidades de este país.
– De la crisis económica vamos a salir, seguro. De eso estoy seguro, no sé cómo, pero de la crisis económica vamos a salir. De la crisis política y de la crisis institucional no estoy tan seguro.
– Con un 26 % de paro, la economía española y la sociedad han fracasado. Y se está empezando a sentir el “despojamiento”, que es la sensación de percibir que el esfuerzo que hemos hecho a lo largo de los años se está yendo por el desagüe.
– Si se arregla la crisis económica, que se va a arreglar, los demás problemas no se van a arreglar, se van a agudizar. Estamos en una crisis institucional muy seria y un país no puede funcionar así. Estamos en una crisis poliédrica que exige reformas. Hay que hacer reformas importantes, reformas constitucionales.
Para suavizar el tema, contó la anécdota, reciente, de cuatro políticos, 3 viejos, “de los que arrastramos el colmillo retorcido por el suelo, Miguel Roca, Herrero de Miñón y yo, con una mujer valiente, Mª Dolores de Cospedal”, que, ante ellos, se empeñaba en defender ideales y amores eternos. Pero ¿Qué amores y qué ideales hay eternos, el primero, el segundo o el tercero?
Como de pasada, citó el hecho, sino falso sí deformado, muy deformado e incluso trampa, de la oferta matinal de Rubalcaba en el Congreso, para una reforma de Ley, con la que intentó mofarse: “Montoro se ríe”, ¿De qué se ríe Montoro?”.
Los hechos en el debate matinal del Congreso, a pesar de lo dicho por González, fueron otros: Rajoy (al informar sobre el Consejo europeo del 14 y 15 de marzo) se había adelantado a Rubalcaba en todo y éste aceptó el papel que le ofreció el Presidente del Gobierno. Entre ambos expusieron una consonancia hacia el exterior y frente a Europa admirable; e incluso el Presidente Rajoy se permitió la gracia, o “gracieta” que hasta eso puede llegar la mente del gallego en el turno de réplica, de usar en sus argumentos las frases y citas del propio Rubalcaba, para entregárselas, con benevolencia, en una especie de “oferta amistosa” capaz de insuflarle unas fuerzas y entidades de las que pudiera andar escaso. Ese hecho, y no otro porque no existió otro, fue el que debió propiciar la sonrisa de Montoro a la que se refería González.
Después, ya contestando a algunas de las preguntas previamente escritas que seleccionó y aglutinó Martín Soler, siguió opinando:
– “Los salarios han de estar vinculados a la competitividad y hay que decírselo a los sindicatos”.
– Hay que renovar el pacto entre la Nación y la Monarquía. Es un escándalo que la monarquía tenga sólo 7,9 millones de euros de presupuesto. Es buena la trasparencia, como la británica, pero acostumbrándonos, como hacen los británicos, a aceptar los gastos que la monarquía tiene, porque son más baratos, por ejemplo, que unas elecciones primarias como las mejicanas.
– Hay que tender al modelo de federalización nacional que dice Rubalcaba. Federalización, sí. Ahora. En su momento no se pudo, porque si en su momento hubiéramos hablado de federalismo “hubiéramos vuelto a las andadas”. Por eso en su momento no usamos el modelo federal e inventamos algo nuevo: El Estado de las Autonomías.
– La reforma de la constitución es necesaria; y no pasa nada por hacerla. Los Estados Unidos reforman la suya cuando lo necesitan. No se pueden mantener 4 niveles administrativos (estatal, autonómico, provincial y municipal)
– No se puede ceder frente a la corrupción, que es más difícil en los niveles estatales que a nivel local. Y un par de apuntes: Si no cedes a la corrupción, pagas el hecho una vez, cuando te privan de lo que te ofrecían por corromperte. Si cedes a la corrupción, lo vas a pagar cien veces, habrá chantaje siempre que necesiten de ti.
– De la crisis no se ha salvado ni una clase periodística que ha empezado a mezclar la información y la opinión hasta unos niveles tales que hacen surgir una pregunta: ¿Además del Herald Tribune, hay algún medio que sólo dé información?
Ya en la salida, advertimos que las cámaras de televisión habían tenido vedado el acceso al comedor, impuesto por alguien de González, alegando un motivo que se antojó algo chusco: Felipe González, que anda en boca de la prensa del corazón, colorín o entrepierna, prefería su ausencia.
En la despedida, algunos le tendimos la mano con cortesía. También por cortesía y en atención a su edad, admitimos la imposición de unas preguntas escritas y nos quedamos una en el tintero:
¿Por qué no dijo Felipe González lo de las armas de destrucción masiva de Irak cuando se atacaba a Aznar?