Opinión / Arnold Ahlert

Los caprichos de la familia Obama: hoteles de lujo y clases de golf con Tiger Woods

Los caprichos de la familia Obama: hoteles de lujo y clases de golf con Tiger Woods
Barack Obama. CB

Un récord de 47,8 millones de estadounidenses dependen de las ayudas del Estado para comer, un incremento que ronda los 1,3 millones con respecto a las cifras del año anterior.

La tasa oficial de paro se sitúa en el 7,7%, cifra que eclipsa la realidad de que hay millones de estadounidenses que habiendo renunciado a buscar empleo no están incluidos, y el porcentaje de población en edad laboral que trabaja es del 63,6% (diciembre de 2012), el menor en 35 años La deuda nacional es de 16,7 billones de dólares y subiendo.

Las visitas escolares a la Casa Blanca se han suspendido a causa del mecanismo automático de control presupuestario. Y en medio de todo esto, Barack Obama y su familia se han tomado 4 opulentas vacaciones en 3 meses.

Todos los presidentes merecen descansos. Pero el lujo sin final del tren de vida de la familia Obama refleja una indiferencia genuina a las inquietudes acuciantes de millones de estadounidenses, así como a las prioridades del presidente. Al tiempo que culpaba al control presupuestario de la decisión de cancelar las visitas escolares a la Casa Blanca, que habrían costado unos 2 millones de dólares en total para el resto del año, salía a la luz que la factura de las vacaciones navideñas de los Obama en Hawái superó los 4 millones de dólares.

Esas vacaciones también fueron las cuartas que se tomaron en Hawái en cuatro años, tres de las cuales implicaron viajes extraordinarios privados de la Primera Dama Michelle Obama para encontrarse con su marido. El viaje privado de este año, imprescindible para el retorno del presidente a Washington para rematar el acuerdo fiscal antes de volverse a Honolulu, le salió el contribuyente por 3,24 millones de dólares adicionales, y elevó la factura total de las pasadas navidades hasta los 7 millones de dólares. ¿La factura total de los cuatro viajes? Supera los 20 millones de dólares
 
No obstante, las vacaciones en Hawái son lo de menos. Estos periodos de asueto se interrumpen con visitas a lugares como Florida o el sur de California. Además, las mini-vacaciones del presidente son a todo tren. Su excursión de 3 días para practicar el golf en un exclusivo club de Florida en compañía de Tiger Woods tuvo lugar menos de dos semanas antes de activarse el mecanismo de control del gasto público — mientras el blog de la Casa Blanca agitaba el fantasma de «los nocivos recortes automáticos del gasto público» que «amenazan con destruir cientos de miles de puestos de trabajo y eliminar servicios infantiles vitales, ayudas a la tercera edad y enfermos mentales y a nuestros militares”.
 
El senador republicano de Alabama Jeff Sessions situaba en perspectiva aquel viaje, destacando que la factura a cargo del contribuyente estadounidense «supera el millón», importe suficiente «para salvar 341 empleos públicos”. El resto de la familia estaba de vacaciones en Colorado, lo que se traduce en que el contribuyente paga otro uso independiente del Air Force One, que consume unos 180.000 dólares por hora de viaje. Son las cuartas vacaciones en Colorado para esquiar en cuatro años que se toma la Primera Dama y sus hijas, Malia y Sasha. El colectivo Judicial Watch calcula que la factura total de la escapada, que incluye servicio secreto, reservas en el fastuoso complejo de Fasching Haus y el hotel de Aspen, alcanza en total los 48.950 dólares.
 
Hablando de Malia y Sasha, Breitbart News informa que actualmente se encuentran de vacaciones de primavera en las Bahamas en el exclusivo hotel Atlantis Paradise Island, noticia a tenor de la cual ni la Casa Blanca ni el Atlantis han hecho declaraciones. No está claro lo que le van a costar al contribuyente estas vacaciones, pero Judicial Watch confirma que las vacaciones de Malia en México el año pasado, acompañada de 25 agentes del servicio secreto y hasta 12 amigas suyas, costaron al contribuyente 115.500 dólares.
 
Y luego están las de Martha’s Vineyard. El Politico informa que la Primera Dama se desplaza allí por segunda vez en tres años con motivo de «las vacaciones tradicionales» que el presidente se vio obligado a saltarse el año pasado por la campaña de reelección. En el año 2011, Obama y su familia llegaron a gastar 50.000 dólares semanales solamente en alojamiento. En aquel momento, US News & World Report destacaba que aunque el presidente había pagado el alquiler, hay muchos más gastos — cubiertos por el contribuyente — en los que se incurre en esos viajes: “Vacaciones de Obama en Vineyard costarán millones al contribuyente», rezaba el titular.
 
El antiguo portavoz de Clinton Mike McCurry restaba importancia a las críticas por esas vacaciones. ”Me parece que todo esto de ‘¿por qué se va de vacaciones?’ está montado por los medios”, decía. “No me parece que ningún estadounidense le vaya a recriminar descansar, sobre todo cuando hablamos de ideas frescas para crear empleo”.
 
Hace cuatro días, el periodista de Planet Money Chana Joffe-Walt arrojaba luz sobre «el éxito» de la administración Obama a este respecto. “Desde que la economía empezó a contraerse y la lenta recuperación de finales de 2009, venimos viendo una media de 150.000 empleos creados al mes», decía en una entrevista de Public Radio International. “Durante ese mismo periodo, todos los meses, casi 250.000 personas han solicitado la pensión por discapacidad”.
 
De nuevo, nadie niega que las vacaciones sean un componente imprescindible de la vida de la familia presidencial. Pero es algo más que irónico que los mismos medios convencionales que criticaron sonoramente al ex presidente George W. Bush por lo que resultaron ser unas vacaciones de trabajo en su propio rancho de Crawford, Texas, se muestren inefablemente faltos de interés en la lujosa naturaleza de los actuales descansos del presidente. Ese silencio se vuelve todavía más curioso cuando, a diferencia de su predecesor, Obama habla constantemente de la necesidad de «sacrificios compartidos» y de «la naturaleza profundamente destructiva» del control presupuestario, y en una de sus muchas diatribas recientes de la guerra de clases criticó a los Republicanos por preferir «a los propietarios de aviones privados antes que a los profesores» — incluso si su familia y él no han parado de utilizar el Air Force One por separado para acabar llegando todos al mismo sitio.
 
De hecho, lo único que parece cabrear a los medios convencionales de los excesos de Obama es su hermetismo durante sus encuentros con Tiger Woods. Ed Henry, responsable de la asociación de corresponsales, se mostraba particularmente encendido. ”No nos interesa violar la privacidad del presidente. Tiene tanto derecho a irse de vacaciones como cualquier hijo de vecino. Todo lo que pedimos son unas declaraciones, una visita rápida, unos posados en el hoyo 18″, se quejaba. “No hablamos de golf – hablamos de transparencia en el sentido más amplio”. Son los mismos medios que criticaban a Bush por jugar al golf y que simultáneamente le ridiculizaron por dejarlo porque pensó que trasladaba el mensaje equivocado a las familias de los soldados que habían perdido sus vidas en Irak y Afganistán.
 
Cuando un periodista acreditado planteó recientemente la pregunta de la factura de las excursiones presidenciales con Woods, el responsable de prensa de la Casa Blanca Jay Carney se mostraba claramente inquieto. “John, trivializas su impacto», decía Carney antes de volver a los ganchos de la administración sobre el control presupuestario y su devastador impacto sobre los estadounidenses de a pie.
 
Pero son justamente esos ganchos los que contrastan frontalmente con el tren de vida de la familia presidencial. Mientras los estadounidenses siguen enfrentándose a la peor recuperación económica de la historia, estaría bien pensar que el presidente manifiesta alguna sensibilidad a su actual tesitura, o que por lo menos hace algún esfuerzo por limitar la sobrecogedora factura que pasa al contribuyente. Con respecto a esa realidad, hay montones de sitios a los que Obama y familia pueden ir y disfrutar de tiempo libre y privacidad de forma mucho más barata para el contribuyente en un momento en que la economía sigue sobradamente frágil — y tratándose de un presidente presuntamente preocupado por la reducción del gasto público engendrada por el control presupuestario. En lugar de eso, los estadounidenses somos testigos de una especie de autoindulgencia que subraya la hipocresía del «haz lo que digo, no lo que hago» que aflige a tantos progres, que manifiestan su «solidaridad» con «los estadounidenses de a pie» limitándose al discurso.
 
Cuando el próximo agosto la familia Obama se regale otras lujosas vacaciones en Martha’s Vineyard — acompañada de otro séquito financiado por el contribuyente que incluye a docenas de agentes del servicio secreto, especialistas de comunicación, ayudantes, conductores, personal de vigilancia costera, el helicóptero presidencial, aviones privados y todoterrenos de lujo para trasladar a la familia por la isla — a lo mejor el presidente haría bien en tomarse un momento o dos para reparar en la realidad de que millones de estadounidenses, debido en gran medida a las desastrosas políticas económicas de la administración Obama, se habrán quedado sin vacaciones.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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