España graffiti / Javier González Méndez

España está entre la espada oxidada de Rubalcaba y la pared en ruinas de Rajoy

España está entre la espada oxidada de Rubalcaba y la pared en ruinas de Rajoy
Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy. EP

No es verdad que los italianos estén descorchando champán para celebrar la formación de gobierno. Hombre, sí. Hay minorías de estómagos agradecidos, de parásitos del sistema, de beneficiarios de la paja y el pesebre, de vampiros nocturnos y alevosos que le chupan la sangre a los distintos y distantes poderes públicos que, siguiendo la funesta tradición de todas las democracias europeas, se estarán frotando las manos ante el nuevo esperpento “made in Italy” que consagra eso que se sigue llamando, eufemísticamente hablando, claro, gobernabilidad. Incluso debe haber incautos, tipos que siguen leyendo periódicos con el mismo fervor que la Biblia, que habrán conciliado el sueño esta primera noche italiana sin “vacío de poder”, como califican los escribas, fariseos y mercaderes de los templos de medios de comunicación a esos períodos de tiempo en el que las instituciones permanecen libres de “okupas”

Pero, chico, en conjunto los italianos se han despertado hoy un poco más jodidos que ayer y algo menos que mañana. Entre otras cosas porque ni siquiera tienen un gobierno, a ver si me entiendes, sino algo parecido a un puzzle que aceptan a regañadientes como gobierno, en una actitud de resignación colectiva tan conmovedora como la del hombre aquel del anuncio que acababa aceptando pulpo como animal de compañía.

Un puzzle exótico, con la peculiaridad de estar conformado por piezas que no encajan y a expensas del voluntarismo suicida de mantenerlas unidas con el pegamento caducado de Giorgio Napolitano. A mí, más que un rompecabezas propiamente dicho, qué quieres que te diga, me parece totalmente una orgía política, una gran cama redonda, un desfase que lo flipas, como se dice ahora, teniendo en cuenta que anda por el medio Silvio Berlusconi, ese señor que, como es público y notorio, no me tires de la lengua, se encuentra en su elemento natural en ese tipo de situaciones.

España 2016 puede importar gobernanza a la italiana
 
Lejos de mí la funesta manía de difundir pornografía política, oye. Tampoco pretendo ser de mayor un sesudo analista de asuntos italianos, ni he dejado volar mi imaginación hasta Roma huyendo de un mediocre Madrid desde el que ya resulta imposible ir al cielo. Yo lo único que te digo es que cuando las barbas de nuestro vecino veamos pelar, conviene poner las nuestras a remojo, ¿no? Que no se si España mañana acabará siendo republicana, pero a este paso, con estos pelos, este gobierno que se diluye en las crisis como un azucarillo, esta oposición que todavía pasea por la calles la reliquia de Rubalcaba, como el Viejo Régimen paseaba el brazo incorrupto de Santa Teresa, esas encuestas del CIS que no dejan piedra sobre piedra, España mañana, o sea, en 2016, puede ser una fotocopia de “gobernabilidad” a la italiana.

Con un Jefe del Estado haciendo el papelón de Napolitano, un Congreso haciéndole la competencia desleal a un gallinero, cuatro o cinco gallos de pelea aspirando al papel de “macho alfa”, un Consejo de Ministros de Babel, una legislatura con  menos porvenir que un caramelo a la puerta de un colegio y un pueblo comprobando que de Madrid, Capital de España, ya sólo se puede ir al infierno.
 
¿Está preparada España para la “dolce vita” política?
 
Evocando la célebre tesis publicitaria de la G M, “lo que es bueno para la General Motors es bueno para los americanos”, permítanme que les ofrezca una antítesis actualizada genuinamente mediterránea: lo que es malo para Italia puede ser dramático para España. Por lo menos allí son veteranos de guerra de guerrillas políticas. Les salen callos en sus innombrables partes de tanto ser gobernados en comuna. Son un pueblo acostumbrado a los cócteles ideológicos e inmunizado contra las “depresiones postparto” de gobierno. Pero es que, aquí, llevamos fatal los abortos de legislatura, nos produce alarma social y vértigo mediático cualquier convocatoria anticipada de elecciones, parece que se nos cae el mundo encima cuando simplemente cae un gobierno.

Allí, por ejemplo, desde 1979 han pasado 21 Presidentes del Gobierno por La Moncloa romana, desde aquel Francesco Cossiga hasta el recién llegado Enrico Letta, esa réplica de Ecce Homo en versión italiana. Aquí, en el mismo espacio de tiempo, la sociedad española sólo ha podido digerir a seis, desde Adolfo hasta Mariano, con una tendencia genética sociológicamente franquista, un cierto atavismo al caudillismo que reflejan tantas victorias por mayoría absoluta. Allí les sale una media de un primer ministro cada año y medio; aquí los primeros ministros nos duran una media de seis años. Allí practican la obsolescencia política, el liderazgo de usar y tirar, la “dolce vita” política “felliniana”; aquí nos cuesta más trabajo abandonar a un líder que abandonar el tabaco, a pesar de que ambas costumbres pueden perjudicar seriamente la salud.
 
Las dos Españas “progresan adecuadamente” hacia un big bang
 
Pero, bueno, a lo que íbamos. De Italia viene un barco cargado de…gobernanza promiscua. De un futuro “harem” ideológico en el salón de Consejos de Ministros. De un virus “azzurro” que va a pillar a los españoles sin defensas. Lo que la historia había dejado atado y bien atado, esas dos Españas (Canovistas y Sagastistas, republicanas y monárquicas, rojas y azules, de derechas y de izquierdas, populares y socialistas) magistralmente retratadas en un lamento lírico de Machado, lo están separando ahora dos hombres, Rajoy y Rubalcaba, dos calles, Génova y Ferraz, dos Bosson de Higgs ideológicamente deficitarios, PP y PSOE, avocados sin remedio a provocar un big bang en este acelerador sociológico de partículas al que llamamos España.
 
Entre la espada oxidada de Alfredo y la pared en ruinas de Mariano
 
Es lo que hay, colega. Un Mariano dispuesto a morir por la patria, la de Merkel, claro, con los Ministros, las medidas y los votos puestos, y un Rubalcaba agónico, en estado irreversible, que no se deja desconectar del “aparato” y reniega de uno de los mantras  progresistas de esta era: la eutanasia ¡Aunque sólo sea la eutanasia política, Alfredo, tronco!

Ahí tenéis pues a España, entre una espada oxidada y una pared en ruinas, entre Ferraz y Génova, esperando el final garrafal de esta nueva versión de “dos hombres y un destino”. Después de ellos, el diluvio. De siglas, de ministros de su padre y de su madre, de gobiernos efímeros, de Presidentes de paso, de levantamientos “bolivarianos” autonómicos, de españoles errantes preguntándose ¿quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos…? Ha empezado la cuenta atrás del big bang político, económico y sociológico español. ¡Vayan abrochándose los cinturones!

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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