Por el momento -así son las cosas- se ha dado continuidad a las políticas que el PSOE de Zapatero ya intentó y con las que fracasó
La nota aparece este 3 de mayo de 2013 en Elsemanaldigital, diario online que dirige su autor.
Y dadas las fuentes de Antonio Martín Beaumont, cuyo conocimeinto de lo que ocurre en la sede popular de la madrileña calle Génova y en los entresijos del PP está por encima del de cualquier otro periodista capitalino, hay algunos que no deberían echar en saco roto las reflexiones que hace y algunos de sus consejos.
«A veces se pierden batallas por falta de energía o desánimo, más que por el rival».
La frase, dicha en privado por un dirigente autonómico del PP, resume el sentimiento que cunde en las filas del partido ante la arriesgada apuesta de Mariano Rajoy en su examen ante Bruselas.
Es evidente que no era eso (a la postre, más dolor y nuevas privaciones), de ninguna de las maneras, lo que los españoles esperaban del Ejecutivo.
El pasado viernes la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y los ministros de Economía, Luis de Guindos, y Hacienda, Cristóbal Montoro, retrasaron a 2014 la mejoría económica prevista para finales de 2013; la bajada del IRPF de 2014 queda para 2015; el paquete de medidas carga más impuestos y recortes sobre las espaldas de los ciudadanos; y, para colmo de males, el drama del paro, que golpea sin piedad a millones de familias, seguirá desbocado al final de la legislatura.
A su llegada al poder, el Gobierno del PP ya pidió tiempo y los españoles estuvieron dispuestos a dárselo para poner remedio a un verdadero récord de desaciertos de la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero.
La herencia recibida forzó a adoptar medidas drásticas y dolorosas para el ciudadano de a pie. La noticia estuvo en que el ejercicio 2011 se cerró con un déficit superior al previsto y la credibilidad de España ante sus socios europeos y los mercados no permitían otro remedio.
Mariano Rajoy dejó un sabor amargo en la calle. Pero recibió la comprensión ciudadana.
En realidad, el presidente del Gobierno se presentó a sí mismo una moción de censura.
Los programas económicos aprobados por el Consejo de Ministros estos últimos meses han sido en cierta medida una enmienda a la totalidad de la propia ideología del centro derecha y su apuesta por la iniciativa privada como motor de la economía.
«No hay otro remedio», se ha dicho desde La Moncloa. Pues ya va siendo el momento de desempolvar el programa del PP y aplicar las recetas que dieron la mayoría absoluta a Mariano Rajoy en noviembre de 2011.
Los últimos quince meses han servido a Rajoy para dar seguridad, alejar los riesgos de colapso del Estado y meter en cintura la prima de riesgo, afianzándose por debajo del umbral de los 300 puntos básicos, apartando de la nuca española la espada de Damocles del rescate.
Y por eso, pese a que la recesión golpee más duro de lo previsto, o precisamente por ello, el presidente jamás debió arrojar la pasada semana sobre las cabezas de los ciudadanos un nuevo jarro de agua fría.
El único camino que debió emprender en esta segunda etapa fue el de aplicar de una vez por todas el programa electoral del PP.
Las propuestas que más impacto tuvieron en las pasadas generales se centraron en el terreno fiscal. Mariano Rajoy anunció bajadas del tipo máximo del IRPF que permitirían a la clase media –es decir, al sector de la población que más contribuyentes aporta– tener más recursos disponibles para ahorrar, consumir e invertir, así como reducciones de impuestos a las empresas cuya finalidad era incentivar la creación de empleo.
También rigor para evitar duplicidades en la gestión de la Administración y despilfarros innecesarios.
Estaba muy claro que los populares apostaban por bajar la presión tributaria como motor de la actividad económica, es decir, como mejor manera de atacar a nuestro gran enemigo: el paro.
Rajoy, además, sabe bien lo que supone esa receta, pues perteneció a los Gobiernos que con tanto éxito pusieron en práctica esa mágica fórmula que combina el recorte de impuestos con una política presupuestaria rigurosa y austera para así estimular el crecimiento económico y aumentar la recaudación.
Por el momento -así son las cosas- se ha dado continuidad a las políticas que el PSOE de Zapatero ya intentó y con las que fracasó, y con las que el PP se prepara para afrontar una tempestad que bien podría encallar su barco y, lógicamente, el de todos.
El presidente del Gobierno tiene ahora en sus manos poner otro rumbo: el del Partido Popular.