Salvo Soraya Sáenz de Santamaría, José Manuel García Margallo y Ana Pastor -por distintos motivos- nadie está a salvo de una futura remodelación
Hay una frase que pronunció Mariano Rajoy en una reciente comparecencia en el Congreso que bien podría aplicarse al caso que nos ocupa.
«Ya nadie me pregunta, señorías, si vamos a pedir un rescate. Hace unos meses me lo preguntaban todos los días», señaló el presidente con verdadera cara de alivio.
Hasta hace no mucho era el pan de cada día en la prensa, la bala de plata que afortunadamente el Gobierno no tuvo que disparar -la expresión es cosecha privada de Luis de Guindos-, pero también lo era la tan traída y llevada remodelación de su Gabinete.
La ecuación era sencilla. Tanto que se extendió por todos los rincones del Ejecutivo y del PP: llegado el momento en que el presidente tuviera que gritar aquello de «¡A mí el bailout!» acometería su primera crisis de Gobierno. Bien a modo de golpe de efecto o de fórmula revitalizante.
Lo uno llevaba aparejado lo otro, a decir de muchos populares. De la mayoría.
Ahora, alejada la espada de Damocles del rescate, también se ha difuminado la remodelación del equipo de Rajoy.
El viento ha cambiado, y desde hace ya semanas en los mentideros del PP la teoría que se impone es que el presidente acometerá el primer plan renove de su Consejo de Ministros poco antes de las elecciones europeas de junio de 2014.
Pero de ahí a que lo haga para que uno de sus ministros encabece la candidatura popular (se habla insistentemente de Miguel Arias Cañete) va un buen trecho.
Para entonces el Gobierno ya llevará cerca de dos años y medio de andadura. Su antecesor, José Luis Rodríguez Zapatero, hizo su primera remodelación justo en mitad de la legislatura, en abril de 2006, y fue porque José Bono se empeñó en abandonar el Ministerio de Defensa y el presidente aprovechó para mover otras fichas de su tablero. Y José María Aznar no cambió su equipo titular hasta enero de 1999.
Pero, ¿y si Rajoy decide terminar la legislatura con el mismo Consejo de Ministros con el que la empezó? Es de sobra sabido que el gallego es poco amigo de los cambios y los líos, aunque suena descabellado hasta para él que se convierta en el primer presidente en hacer tal cosa desde Leopoldo Calvo Sotelo (que estuvo sólo 20 meses). Máxime habiendo elecciones europeas, municipales y autonómicas de por medio.
La intuición de que tarde o temprano el líder del Ejecutivo introducirá relevos en el dream team con el que llegó a La Moncloa en diciembre de 2011 está provocando una situación curiosa.
Algunos ministros están más preocupados por no quemarse que por trabajar para Rajoy, dando la cara las veces que haga falta. Como si pasar sin pena ni gloria, esconderse de los focos, fuera garantía de supervivencia.
Puestos a hacer cábalas, yo diría que salvo Soraya Sáenz de Santamaría, José Manuel García Margallo y Ana Pastor -por distintos motivos- nadie está a salvo de una futura remodelación, porque quien más y quien menos todos tienen máculas en sus hojas de servicio.
Desde los constantes rifirrafes entre Luis de Guindos y Cristóbal Montoro a la reforma de la ley del aborto de Alberto Ruiz-Gallardón, pasando por los poderosos enemigos que se está buscando José Manuel Soria en sectores tan influyentes como el energético o las pifias de Jorge Fernández, que tiene cabreada a toda la cúpula policial.
Hagan juego, señores.