Agobiado por la paradoja de que la palabra de su ex tesorero (imputado y encarcelado) tiene en jaque la credibilidad de un presidente del Gobierno
Los ciudadanos, ante los casos de corrupción, valoran sobre todo cómo se reacciona ante ellos una vez que se conocen.
Contundencia, cortar por lo sano para separar al corrupto y, además, ser transparentes, debería ser el mejor guión para cualquier político deseoso de que la gente sienta que las riendas las llevan personas en quien se puede confiar.
Por desgracia, en España nuestros representantes públicos casi nunca parecen conocer tan prudente manual de instrucciones ante los corruptos. Al menos, no siempre están dispuestos a manejarlo.
Un error que se paga y que conduce, por ejemplo, a que hoy mismo se le presente al Partido Popular la paradoja de que la palabra de su ex tesorero (imputado y encarcelado) tiene en jaque la credibilidad de un presidente del Gobierno como Mariano Rajoy, que ganó las elecciones con mayoría absoluta hace menos de dos años.
En fin, las cosas están como están… Poco arreglo tiene ya.
Este asunto de los papeles de Bárcenas ha sido tan mal gestionado por el PP y el Gobierno, que ahora lo que deberían pensar las mentes genovesas es desde dónde les sopla el huracán, para valorar cuántos palos de vela van a tener que arrancar si no quieren ver cómo el barco les sale por los aires.
La nueva dirección del Partido Popular está muerta, es necesaria una remodelación de su Comité Ejecutivo antes de que las cosas vayan a peor.
La familia popular debe celebrar un nuevo Congreso nada más pasar las elecciones europeas de la primavera de 2014… si es que no antes.
En cualquier caso, lo peor que podría hacer Rajoy el jueves es subir a la tribuna del Senado (convertido este verano en provisional Congreso de los Diputados) simplemente para mantener la cara como si nada hubiera ocurrido, escudándose de nuevo en un alegato de honorabilidad personal.
Después de las ‘sorpresas‘ con las que se ha madrugado la opinión pública, especialmente desde enero pasado, cuando se conoció el fortunón de Luis Bárcenas en paraísos fiscales, tal estrategia sería una temeridad que probablemente se llevaría por delante la credibilidad que le quede al presidente.
Credibilidad en riesgo, insisto, como lo demuestran las dificultades que encuentra a la hora de poner en la balanza su palabra frente a la de su ex tesorero.
Y ello pese a saberse que un imputado puede mentir para defenderse judicialmente.
De momento, Rajoy tiene en su haber que, con su Gobierno, Luis Bárcenas está en la cárcel y la Justicia actúa de manera independiente para aclarar todos los asuntos de corrupción alrededor del partido que preside.
No es poca cosa. Aunque también es cierto que se instala la perniciosa creencia de que en el centro derecha se han constituido, ante estos casos de corrupción, dos facciones: una, que quiere tirar de la manta para «que cada palo aguante su vela», y otra, la de quienes desean tapar todo para que la vida siga igual.
Por supuesto, el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, como el gato que siempre cae de pie, estaría entre los que azuzan la regeneración.
Precisamente regeneración es la palabra de futuro que debe usar el Partido Popular. Y veremos hasta dónde debe llegar.
Porque no tengo muy claro cuánto ha profundizado la trama corrupta que -ya nadie puede negarlo- se ha hecho de oro utilizando la gaviota.
La estancia de Bárcenas en la cárcel de Soto del Real es un buen peldaño para apoyar la regeneración.
«Quien la hace la paga», se puede esgrimir desde el PP. Sí, por supuesto. Aunque no es posible quedarse sólo ahí.
Ya no. Ahora debemos conocer cómo ha hecho Bárcenas su fortuna, quienes más han sido beneficiarios, y cuántos dirigentes del PP, al menos por impericia, han facilitado que una trama corrupta se haya movido tantos años por Génova 13 como Pedro por su casa.