«Lo declarado por Cospedal agrede mi autoestima de periodista. Durante años, pensé que el PP lo controlaban sus secretarios generales y sus presidentes. Resulta que no. Bárcenas y los demás tesoreros me pasaron completamente desapercibidos a pesar de tratarse de personajes de un poder de puertas para adentro tan absoluto que los secretarios generales y los presidentes no sólo no tomaban decisiones acerca de la gestión económica, sino que apenas se enteraban de nada», escribe el siempre ácido David Gistau en su columna en el ABC de este viernes 16 agosto 2013 titulada La patota de Starbucks.
Y añade:
«Comprendo que los testigos citados hayan encontrado en Bárcenas un aliviadero de toda responsabilidad personal. Me recuerda el uso que en mi familia dábamos a un cocker spaniel al que arrojábamos los restos de comida para no cargar con basura propia. Pero, al menos en lo referente a las donaciones, el discurso defensivo del PP ha evolucionado a un estadio diferente que me parece revelador: de la negación sistemática, hemos pasado a una admisión tácita que intenta concentrar la culpa donde conviene. En el preso. Bárcenas está adquiriendo una dimensión mitológica. Parece que el PP ha sido sólo él, y que los secretarios generales estaban de figuración, como los esclavos almerienses de Ridley Scott.»
Y finaliza:
«La última conclusión es que Cospedal no está dispuesta a abrasarse por un asunto que concierne a una generación política anterior a la suya.»