«Debo confesar la pena que he sentido al ver a tres secretarios generales del PP entrar en la Audiencia Nacional entre gritos de «corruptos» y «chorizos». A Francisco Álvarez Cascos, Javier Arenas y María Dolores de Cospedal, juntos pero no revueltos, les contempla la historia de más de treinta años de centro-derecha español. Por eso la pena: casi la mitad de España es del PP. Y la mayoría de la gente, desde luego, no es corrupta y sólo sabe de chorizo porque se lo come con pan a la hora de merendar», escribe Antonio Martín Beaumont en su columna Cada palo que aguante su vela en ESD.
Y añade:
De ahí también mi convicción de que los máximos dirigentes actuales del PP han hecho las cosas mal hasta llegar a este desfile judicial agosteño con la cruz a cuestas. […] He vuelto a releer el capítulo ‘Un sapo llamado Luis Bárcenas’ del libro que escribí a finales de 2010: Cospedal, la reina de la Torre de Marfil. […] El presidente del PP tuvo en su mano entonces cortar amarras definitivamente con Bárcenas, que había decidido incluso dejar su escaño en el Senado, pero prefirió seguir la línea de quienes defendían que «un partido serio no corta con su ex tesorero». Se equivocó, hizo caso a Arenas y arrastró detrás al PP.
Y concluye:
«María Dolores de Cospedal se quedó sola, una vez más, en su defensa de que «por higiene» había que poner tierra por medio con Bárcenas y todo lo que desprendiese su tufillo: «Cueste lo que cueste», llegó a decir la número dos. Dio igual su oposición, el asunto ya se lo había «vendido» Arenas a Rajoy. […] En enero de 2013, casi dos años después, cuando se descubrió el fortunón suizo de Bárcenas, la secretaria general del PP podría haber sentenciado «ya os lo dije yo». Sin embargo, cerró su boca y continuó defendiendo al partido sin importarle pagar las consecuencias de haberse posicionado desde su llegada al despacho de la sede de la gaviota frente a la trama corrupta que durante años asoló el Partido Popular.»