La vicepresidenta vuelve a emplear su mano de hierro envuelta en guante de seda

Soraya Saénz de Santamaría frena a Fabra y desactiva una bomba de relojería para Rajoy

En el PP están obsesionados con el 'fuego amigo'

Soraya Saénz de Santamaría frena a Fabra y desactiva una bomba de relojería para Rajoy
Fátima Báñez, Esteban González Pons, Alberto Fabra, Soraya Sáenz de Santamaría y Carlos Floriano. TAREK

A cuerno quemado. Así es como sentó a Soraya Sáenz de Santamaría la pretensión de Alberto Fabra de abrir en canal el llamado sudoku de la financiación autonómica y arrancar del Gobierno central el blindaje de las inversiones en la Comunidad Valenciana según un criterio demográfico.

La vicepresidenta cortó por lo sano y forzó al president a retirar por tercera vez la reforma del Estatuto valenciano antes de su votación este pasado martes en el Congreso.

De haber hecho oídos sordos, Fabra se hubiera topado (como ya se contó en esta sección el lunes) con la paradoja de que lo que el PP sacó adelante por unanimidad en las Cortes Valencianas lo rechazase la mayoría popular en la Cámara Baja.

Tal revés, probablemente, se habría llevado por delante a un Molt Honorable muy necesitado de legitimidad. El propio Alberto Fabra quiso aprovechar durante la pasada semana la Escuela de Verano del partido en Gandía para pelear por su proyecto.

Fabra, según las fuentes consultadas, «asaltó» a Sáenz de Santamaría a su llegada en el AVE de Valencia para, durante el trayecto de 70 kilómetros, venderle una ilusión que la vicepresidenta tardó poco en cercenar.

La número dos de Mariano Rajoy era consciente de las imprevisibles consecuencias de entrar en el juego del presidente valenciano.

Porque abrir el melón de la financiación autonómica de manera individualizada, tapando las goteras según las pretensiones de cada comunidad, es un camino que sólo lleva a la irracionalidad.

De hecho, le invitó a centrar sus esfuerzos en una gestión más eficaz de sus recursos en beneficio de los ciudadanos.

Pero Alberto Fabra no se dio por vencido. Erre que erre, aprovechó la presencia de Alfonso Alonso en el cónclave del PP para buscar su complicidad. También pinchó en hueso.

El portavoz del Grupo Popular en el Congreso tenía claro que, en realidad, iniciativas como la del president son mero humo, porque el Constitucional ya sentenció que el Estado no puede verse condicionado a la hora de elaborar sus presupuestos. Fabra tuvo además que oír a Alonso alabar la grandeza de quienes saben apartar las pequeñas ambiciones locales en favor de un proyecto común.

Con todo, aún mantuvo las fuerzas para intentarlo de nuevo un día más tarde con el ministro Cristóbal Montoro, quien tampoco se dejó enredar por órdagos autonomistas.

Es muy probable que a estas alturas Fabra se haya arrepentido por tanto quebradero de cabeza manteniendo abierta la caja de Pandora de los agravios comparativos. El Gobierno ha dejado claro que no lo considera prioritario ni oportuno.

Más aún cuando las aguas catalanas del «Espanya ens roba» corren tan revueltas que amenazan echar abajo la Constitución y una parte del electorado popular querría mayor defensa de la unidad del país por el Ejecutivo de Rajoy.

Cargado de sentido común, Rajoy mantiene el foco en la crisis económica, justo ahora que empieza a ver la luz de su final. «El cambio de ciclo económico se nos viene encima», se señala desde Génova 13.

Sobre la mesa, los datos de contabilidad nacional o de las exportaciones, la prima de riesgo o las cifras de paro de los últimos meses parecen abrir la puerta a la recuperación. Eso es lo que toca ahora. En ello está La Moncloa, en el objetivo de crear empleo, así como el PP en general.

Y eso ha sido lo que le han trasladado los últimos días, para evitarle despistes, a Alberto Fabra: que una cosa son los asuntos de comer y otra jugar con pólvora. Por más que tan bien lo sepan hacer por las tierras de Valencia.

 

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