SIGUEN SIN RESIGNARSE AL CORRESPONDIENTE SUCESOR

Aznar y Felipe: los jarrones locuaces

Los que fueran líderes indiscutibles del PP y PSOE no desacreditan a sus sucesores, pero se quedan "a medio reproche"

Aznar y Felipe: los jarrones locuaces
José María Aznar y Felipe González. ER

Lo que quisieran es que el calendario se retrasara a los tiempos en los que ellos mismos cortaban el bacalao

Siempre hubo un pique y un mal entendimiento entre Felipe González y su sucesor en la Moncloa, José María Aznar. Ahora, los dos «jarrones chinos», de difícil catalogación y ubicación, han sido interrogados acerca de sus correspondientes sucesores, Rubalcaba y Rajoy. Es una cuestión periodística mil veces planteada y mil veces resuelta a satisfacción de definidores (Felipe y Aznar) y definidos (Rubalcaba y Rajoy). De ninguna manera los desacreditan, faltaría más. Pero se quedan «a medio reproche», o con reproche y medio, en cada caso: A Aznar, no hay duda de que Rajoy no termina de complacerle, aunque fuera él quien lo eligió como seguro sucesor. En esta reciente ocasión, Aznar ha criticado, de nuevo, la ambigüedad y falta de propósitos decididos del presidente. El mismo que dijo que llovía mucho, cuando le preguntaron por la sentencia de Estrasburgo sobre la doctrina Parot. Es cierto que unas horas más tarde, opinaba sobre la misma sentencia que era injusta y equivocada, pero ya era tarde… Le habían faltado reflejos, o inspiración súbita y repentina. Los humoristas ya habían hecho añicos al inquilino de la Moncloa. De Rubalcaba, Felipe González ha dicho que es, sin duda, la mejor cabeza política de la Nación. Pero echa de menos una capacidad de liderazgo para los tiempos y las dificultades a las que se enfrenta el PSOE.

O sea, apoyan a sus «vástagos» correspondientes, pero no demasiado. No del todo, no incondicionalmente. Siguen viéndoles peros. Les falta lo que a ellos mismos, «los jarrones», tienen en demasía: arrojo, decisión, ganas de agredir, matar y devorar al adversario en todo momento y ocasión.

En cualquier caso, Felipe y Aznar siguen sin resignarse al correspondiente sucesor. Por una sencilla razón: se creen insoportablemente mejores que ellos, y ven que sus consejos no les sirven. No los tienen en cuenta.

En realidad, lo que quisieran es que el calendario se retrasara a los tiempos en los que ellos mismos cortaban el bacalao. Probablemente, lo que siguen echando de menos es el lugar en que se establezca ese incómodo jarrón que tiene una peculiaridad molesta: habla sin cesar…

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