BENAVIDES Y MALOSPELOS EN LAS CORTES

Solbes dice que el documento que le envió a Zapatero existe pero que no lo va a mostrar

Su libro es una justificación confusa, a medio camino entre el enredo y el engaño

Solbes dice que el documento que le envió a Zapatero existe pero que no lo va a mostrar
Pedro Solbes. EP

Pedro Solbes, con la arbitrariedad que propicia el hecho de sentirse por encima del resto de los demócratas, se atrevió a decir que él no quería haber participado en el Gobierno de Zapatero de la Segunda Legislatura

Aunque la confianza en los economistas es limitada y el crédito de los políticos anda bajo mínimos, Pedro Solbes, que es político y economista, aparece ante la sociedad con el libro «RECUERDOS», con el ánimo, dice en la contraportada del libro, «…, de dejar testimonio vivo de los episodios fundamentales de los años en que ha ocupado cargos públicos»..

Antes de presentar el libro en el Ateneo de Madrid, la editorial Deusto, que es la editora y una de las «marcas» del Grupo Planeta, había convocado a la prensa en el Club Financiero de Madrid para lo que llamaba «un desayuno de trabajo» a una hora algo tardía: las 11 de la mañana.

A esa hora, ante una docena de cámaras de televisión y algo más de medio centenar de periodistas, Solbes compareció con la voz queda, hablando en susurros, para tratar de exponer, en sólo ocho minutos, lo que resultó ser una justificación confusa de un proceder, el suyo, a medio camino entre el enredo y el engaño.

El primero de los enredos fue el que puso de manifiesto Segovia, uno de los periodistas de El Mundo, al interesarse por el documento que Solbes dice haber presentado a Zapatero para manifestar su voluntad de abandonar el Gobierno en las navidades del año 2008 y que el diario El Mundo dice no existir. Al respecto, tras muchas preguntas y un par de demandas de exhibición, Solbes dijo que el documento existía, que lo tenía él, pero que no lo iba a mostrar.

LOS ENGUAJES DEL EXMINISTRO

A continuación, y también a preguntas de la prensa, fueron apareciendo algunos de los tinglados y enjuagues que el ex ministro trató de edulcorar. De entre todos, muchos y variados, destacaron dos importantes:

– Sus divergencias con Rodríguez Zapatero, que dibujan, en toda su extensión y capacidad, la categoría y condición de una persona (¿independiente?) que ocupó puesto en el Gobierno de España con dos presidentes socialistas.

– Su juicio sobre el debate electoral que mantuvo con Manuel Pizarro, antes de la campaña que propició la segunda legislatura de Rodríguez Zapatero. Con él, aunque pretendiera lo contrario, quedó clara una catadura moral que, por motivos de la técnica, pudimos soportar en dos tomas. Y es que un corte de energía eléctrica hizo que se paralizara el acto.

Pero, entre tanto enredo y alguna confusión de datos, en la comparecencia de Solbes en el Club Financiero de Madrid apareció lo más importante: Su engaño a los españoles. Entre los bisbiseos y farfullas del ex ministro, surgió el clamor potente de un hecho capaz de hacer crujir las bases de nuestra democracia y de reventar las cuadernas en la que se asienta el Estado de Derecho nacional.

Y es que Pedro Solbes, con la arbitrariedad que propicia el hecho de sentirse por encima del resto de los demócratas (a los que contribuyó a gobernar, o mal gobernar), se atrevió a decir que él no quería haber participado en el Gobierno de Zapatero de la Segunda Legislatura. Argumentó esa apetencia por una divergencia entre las intenciones económicas de Zapatero y sus propias convicciones. Con ello, entre esos argumentos, apareció, además del engaño a todos, que podía haberse evitado comunicándolo a los electores antes de que éstos concurrieran a las urnas, el respeto, o falta de respeto, de este hombre a los electores.

Por ello, no es arbitrario, ni injusto, constatar que entre los recuerdos advertidos por Solbes en el libro hay otro, que, aunque puesto de manifiesto hoy, nos debe preocupar a todos:

Cuando Rodríguez Zapatero concurrió a las elecciones que propiciaron su segunda legislatura, él y Solbes tenían intenciones y convicciones distintas en un tema tan importante como el económico. Ambos, al alimón y por unos simples intereses no confesos, ocultaron esas diferencias a los electores en un proceder, ANTIDEMOCRATA, mayúsculo y resaltado, que les define y que no admite ni farfullas a media voz, ni enredos con falta de energía.

Porque en aquellos momentos la definición económica era importante, atañía a todos, y debía haberse sometido a la decisión de los electores españoles que estaban convocados para una Elecciones Generales.

Pero, como Pedro Solbes sabe y los demás padecemos, no se hizo.

Al terminar el acto, entre los asistentes, sabedores todos de los intentos de justificación del ex ministro, apareció, más que la pregunta de por qué Solbes salta a la palestra, la convicción de que éste, a estas alturas de su vida y con este libro, pretenda dos objetivos, esta vez sí, bastante claros: Mejorar su imagen. Y propiciar un retiro, áureo y placentero, al margen de la vida política y a resguardo de unos demócratas a los que trató como lo hizo.

A pesar de todo, el desayuno de trabajo con Solbes sí tuvo algo útil. A la pregunta de una periodista, sobre su preferencia sobre las memorias de políticos que abundan estos días, dijo que no tenía intención de leer memorias de políticos de forma inmediata.

Viniendo de quien viene, lo dicho, más que una opinión, podría ser un buen consejo.

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