El votante, en general, no lee programas.; está comprobado, se queda con tres frases, con alguna promesa
¿Qué está pasando en España? Por momentos parece que se desmorona. Se van los viejos políticos, se dibujan nuevas instituciones, ingresan en la cárcel algunos dirigentes. La segunda fila estalla en chascarrillos, lo cuenta todo. Se hunde el bipartidismo.
Confiesa el ‘expresident’ Pujol. España está corrupta por donde quiera que pinches. ¿Acaso alguien maneja desde fuera los hilos ? ¿Hay un plan preconcebido para que todo cambie? ¿Se torna autosoberana Cataluña?
Movimientos telúricos o no, conspiraciones de servicios secretos aparte, nuestra sociedad está experimentando una transformación política que muy pronto tendrá hueco en los libros de Historia.
«A España no la va a conocer ni la madre que la parió», afirmó Alfonso Guerra al poco de ganar el PSOE sus primeras elecciones. Entonces se inauguraba una nueva etapa.
Quedaba atrás el franquismo, no el sociológico, y arrancaba un periodo distinto, que con el tiempo se acabó pudriendo con un halo de corrupción profundo, anecdótico hoy para lo que está pasando.
¡Y parece increíble! A comienzos de los años 90 nos levantábamos día sí y día también con un nuevo escándalo. Filesa, Matesa y Time Sport?
El BOE, las comisiones del AVE, la Expo de Sevilla, el despacho de Juan Guerra. Un vicepresidente, el del hermanísimo, se vio obligado a dimitir… Lo de ahora es descomunal. Aquí roba hasta el apuntador. El actual régimen se desintegra.
Y no se trata de conspirar. Pero no puede ser casual que coincidan la abdicación de un rey y la proclamación de otro nuevo con la desaparición de un viejo rostro de la política como el de Alfredo Pérez Rubalcaba. Tampoco que de repente Jordi Pujol cante la ‘Traviata’.
No parece fortuito que Duran i Lleida diseñe un nuevo partido. Es un fin de ciclo evidente. Y más cuando se conocen detalles de la efervescente actividad Madrid-Barcelona en busca de un retoque constitucional para contentar a Cataluña.
Algún día alguien nos contará qué está pasando. Mientras llega ese momento sería conveniente sentar a los ‘padres de la patria’ en un diván para que confiesen qué parte de responsabilidad tienen en este desastre nacional, y por qué esta sociedad se refugia en un partido inspirado en dictaduras de sentimientos bolivarianos y castristas.
Hoy sólo preocupa la ‘casta’. Todos, PP, PSOE, IU, UPyD, CIU? todos centran sus discursos en repeler la mejor arma arrojadiza creada en política en los últimos años: pertenecer a una casta. La que coloca a hijos, sobrinos, mujeres en segundos puestos, carguitos de confianza, asesores.
La misma casta que da un empujón a las puertas giratorias, la que solo se ruboriza cuando se descubre que los miembros de la misma desempeñan puestos por los que cobran varios sueldos. La del amiguismo, el enchufismo, la de la mordida?
La ‘casta’ es un todo, es el tótem que da la vida a Podemos y le quita el sueño al resto -aparentemente-. Pues bien, para desechar este mantra, y con aires de urgencia, al Partido Popular y más en concreto al Gobierno de Rajoy se le ha ocurrido la brillante idea de reformar la elección directa de alcaldes.
Una iniciativa largamente aplaudida en otro momento, y posiblemente necesaria. Pero hoy, esta regeneración democrática destila la perpetuación de su ‘casta’.
Y es aquí donde reside el principal problema de nuestros partidos clásicos. El discurso de la ‘casta’ de Podemos es lo más original de su programa, y me temo que lo único.
La formación de Pablo Iglesias ha sabido conectar con ese sentimiento de hastío, de asco, de decepción absoluta que hay entre los ciudadanos y la actual política española. Hay gente que paga impuestos, y cada vez más.
El votante, en general, no lee programas. Está comprobado. Se queda con tres frases, con alguna promesa. Vota contra los eslóganes del contrario sin saber muy bien qué propone el suyo. El elector llega a la urna y deposita su voto con la epidermis. Votamos en contra. Aquí y en la China Popular como diría aquel. Bueno, no, en China siempre votan lo mismo?
La corrupción -así lo recoge el CIS- se ha convertido en la segunda preocupación nacional. El ciudadano de a pie está cansado de casos como los de Bárcenas, Fabra, Matas, Baltar… Está fatigado hasta la extenuación de las cuentas de Unió, la amnesia de Jordi Pujol i Soley, el caso Urdangarin, los cursos de la UGT.
¡Qué decir de la enrevesada, institucionalizada y morrocotuda trama de los ERE de la Junta de Andalucía! … ¡Madre mía, es un no parar! «La política necesita pasión, la vida necesita pasión, y la política está llena de mediocres», proclama el protagonista de ¡Viva la Libertad!
La última encuesta del CIS da curiosas pistas a los estudiosos de la política. El fin de este ciclo ha llegado. Y se me antoja que todas las formaciones políticas, sin excepción, tienen que bañarse un poquito en el Ganges si pretenden atraer el voto perdido.
Antes de confiarse a publicitarios y sociólogos, de encontrar la piedra filosofal que les saque del hoyo en el que se encuentran, deben dar ejemplo.
La política española tiene que limpiar su casa con algo más que un simple sábado doméstico.
Y esto no depende de un plan ni se trata de una conspiración. Esto es una necesidad que en gran medida solo depende de ellos.