En el PSOE no desaparecen la críticas internas. El cierre de filas con Pedro Sánchez al comienzo de periodo de sesiones se ha tornado en serias discrepancias por los «vaivenes» de su líder y por intentar, ahora, imitar a IU y Podemos. Tanto es así que incluso un destacado miembro de la actual dirección socialista, en su afán por olvidar el pasado reciente llegó a calificar esas críticas como «opiniones de algunos viejunos» que continúan en el partido.
Las primeras críticas ya superadas vinieron cuando Sánchez dijo aquello de que era partidario de la desaparición del Ministerio de Defensa, o cuando apostó por celebrar funerales de Estado para las víctimas de violencia de genero. Ambas cuestiones luego corregidas y matizadas por el propio Sánchez.
Pero en los últimos días lo que más ha preocupado es el giro por intentar imitar a Podemos e IU. Aquí es donde encaja el malestar de la «vieja guardia» ahora rebautizada como «viejunos» por el nuevo PSOE. En la última reunión del grupo paralamentario socialista tomaron la palabra varios diputados que expresaron en voz alta el malestar sobre todo por la forma elegida, sin consultarlo con el grupo parlamentario, y por las expresiones utilizadas. Por muy «viejuno» que sea, «el expresidente del Gobierno y exsecretario general del partido, no se merece ese trato», afirmaba uno de los diputados socialistas presemtes en la reunión.
Calificar de «error» la reforma del artículo 135 de la Constitución ha sido lo que más ha molestado. En la reunión a puerta cerrada veteranos como Manuel Chaves, Rafael Simancas, Valeriano Gómez, Herick Campos o Marisol Pérez Domínguez, cuestionaron abiertamente que Sánchez emulara argumentos de IU y Podemos, y calificara abiertamente de error la reforma de 2011.
Susana Díaz es la única preocupación de Sanchez
El entorno del secretario general, en cualquier caso, no tiene la mirada puesta en los «viejunos». La única incertidumbre que mantiene es la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, y el hecho de que todavía no haya descartado, ni pública ni privamente, que no se vaya a presentar a las primarias que el PSOE tiene convocadas para el próximo 26 de julio.
A nadie se le escapa que Susana Díaz era la «candidata de consenso» cuando Alfredo Pérez Rubalcaba presentó su dimisión. La dirigente andaluza estaba dispuesta y quería liderar el PSOE, pero no quería pasar en ningún caso por un proceso de primarias. En aquel momento dio un paso atrás, pero se mantiene a la espera y con las mismas aspiraciones que entonces. El temor de la actual dirección socialista es que en algún momento Susana Díaz diriga su mirada a Ferraz y Moncloa, y deje atrás el Palacio de San Telmo. Al fín y al cabo, el apoyo que Díaz prestó a Sánchez fue fundamental para su elección y desde entonces viene condicionamdo la relación política entre ambos.
El PSOE andaluz considera en cierta manera que Sánchez está en Ferraz por su apoyo, y Sanchez evita una sumisión que sería su muerte política. Sánchez necesita desmarcarse del tutelaje de Díaz, y ello seguirá generando conflicto entre ambos. Más allá de estrategias de desmarque, lo cierto es que mantienen además posturas divergentes en aspectos vitales.
Por ejemplo, la reforma de la Constitución encaminada a un Estado Federal asimétrico, o la inclusión en esa reforma del derecho a decidir o el concepto de nación para Cataluña o País Vasco. Desde la actual dirección del PSOE, se compara la relación de Sánchez y Díaz como la que han mantenido Barak Obama y Hilary Clinton. La próxima candidata del partido demócrata será con toda probabilidad, Clinton.
