Escribe Lucía Méndez en El Mundo este 14 de marzo de 2015 una columna titulada ‘La fresca fragancia de Albert Rivera’ que comienza así:
Albert Rivera huele a colonia. Así lo han constatado algunos cronistas y Federico Jiménez Losantos le ha puesto marca. Rivera y sus candidatos huelen a Nenuco. Una fragancia fresca, agradable, de bebé recién sacado de la bañera. Rendidos ante la estela angelical que deja en los salones, el líder de Ciudadanos ha logrado que incluso los medios catalanes -que durante siete años le han tratado como a un apestado- vuelvan la cara ante su agradable aroma.
Continúa:
La ascensión de Rivera a los cielos se ha producido en tiempo récord. A la velocidad que imprime el mundo de los 140 caracteres. Su presencia mediática es tan intensa que estoy esperando llegar a casa cualquier día y encontrarle sentado a la mesa con la comida puesta y oliendo a Nenuco.
Finaliza:
Lo que está pasando ante nuestros ojos convencionalmente acostumbrados a la política de toda la vida escapa a cualquier norma o regla conocida. Como si todas las brújulas se hubieran vuelto locas. ¿Y si acabara siendo verdad en las urnas lo que parece? El interior de las instituciones se ha convertido en un largo y sentido velatorio de la Transición mientras el espectáculo de la política está fuera. En las pantallas, en las ondas, en los medios. Así que conviene releer a Lipovetsky y Serroy. Cualquier libro suyo vale para entender que «el hiperindividuo» de la globalización «es un consumidor que va de compras por todas partes» y que nuestra vida es una pantalla. «Lo que el hiperconsumidor compra es la marca y con ella un suplemento del alma, de sueño y de identidad. ¿Qué importa el perfume mientras tenga la embriaguez del frasco Chanel?» ¿Ode Nenuco, que es más familiar?
