Creo que fue un socialista andaluz quien ante tamaña desgobernanza llamó a la situación un carajal. Bueno, pues estas elecciones van a ser eso. Un desatino, un no sé qué, un no sé cuánto, que los advenedizos anticasta y anticaspa denominan «nueva forma de gobernar». Jo, qué tíos. Así que las corporaciones locales y las asambleas regionales van a ser como los confesionarios preconciliares con sotanas satinadas y quién da la vez para el pacto y la mamandurria.
Punto de atención en estos comicios -cosa lógica- es el Partido Popular. Que regía en la mayor parte de las comunidades y los ayuntamientos. Sin eximir de culpa y responsabilidad a los regidores de la calle Génova en la debacle, la campaña de estas elecciones han sido de las más sucias que se recuerdan, servidor al menos lo constata que ha estado en todas. De ahí que en PERIODISTA DIGITAL quien esto firma lo anunciara con tiempo, sin querer dármelas de augur.
A la nula desinformación o venta del producto por parte del PP (políticas económicas y también sociales, aunque en menor medida, no se puede estar en misa y repicando), se suma la reedición del pacto del Tinell, señoras y señores, pasen y vean. Los actuales actores (la sociología política se expresa así, los califica así en cursi y les pone el foco para señalar, uno creía que el foco era solo para el escenario o para mirar la tapa del delco). Tras este inciso, pacientes lectores, el partido conservador no ha pasado de vender un lote de crecepelos en estos comicios. Y la oposición, toda, se ha pasado la campaña a garrotazo limpio con el Guapo y su cohorte insultando y levantando falsos infundios, especialmente a Esperanza Aguirre a quienes los agentes municipales, primero, y la Agencia Tributaria, después, dieron munición a la jauría que rugía mañana, tarde y noche contra la candidata a la alcaldía de la Villa y Corte, y de forma especial el histriónico Antonio José Carmona cuyos méritos políticos fueron salir en la tertulias de las televisiones -supuestamente de derechas- con el carné de su partido en los dientes.
Me resulta patético que la ciudadanía madrileña haya votado a una jueza de dudosa reputación jurídica y que defiende al trabajador cuando el despacho de arquitectos de su marido les mandó a mamarla, perdón por el exabrupto, o sea, a los hacedores de proyectos; además, como ha reflejado la prensa escrita, las televisiones se tientan la ropa, de que esta señora sectaria, retro-progre, excarceló a algunos etarras manchados de sangre. Se llama Manuela Carmena, no Carmela la de la canción. Franquicia de Podemos y nos aplaudimos (son los más en vítores y aplausos que el estallido permanente de Força el Barsa o la Farsa, disculpen mi madridismo, nunca anticatalanismo, tierra que tanto quiero y que siempre fui maravillosamente acogido).
La ruptura de España en cuanto nación está en marcha. ¿Quién dijo «prefiero una España roja pero no rota»? ¿Seria un tal Joaquín Calvo-Sotelo…?
