"Érase una vez una banda de radikales"

Con vaqueros y a lo loco

Ante las elecciones generales, la izquierda antisistema pretende ocultar su espíritu revolucionario, disfrazándose de amable socialdemocracia nórdica para no sembrar el miedo

Con vaqueros y a lo loco
Pablo Iglesias. EP

Érase una vez una banda de radikales, integrada por un akelarre variopinto y multicolor de profesores, okupas, partisanas, feminazis, perroflautas, antisistemas de todo pelaje y marxistas bananeros, que decidieron en un contubernio realizado en las catacumbas de la democracia asaltar los cielos, okupar la Moncloa, destruir el sistema.

Para que nadie percibiera su hedor a azufre apocalíptico, para que no se le viera su radicalismo corrosivo y virulento, su piromanía destructora, estos radikales tomaron la sabia decisión de disfrazarse de socialdemócratas, y del ala nórdica, nada menos, diciendo que no eran izquierda ni derecha, que eran un partido «transversal», que su lucha era la de la gente normal contra «la casta».

Naturalmente, no podían presentarse en sociedad con las guayaberas del marxismo tropical, ni con las casacas verdeoliva estilo cubanito, ni con ningún otro uniforme paramilitar de esos que suelen llevar los revolucionarios rojos, cuya manía por presentarse como comandantísimos ante el pueblo es sobradamente conocida, aunque no hayan hecho ni la mili.

¿Cómo vestirían, entonces? Aquí surgió un verdadero problema, debido a que al sátrapa Fidel Castro le dio por modernizar en 2006 su guardarropa, sustituyendo la guerrera verdeoliva y la guayabera por un estupefaciente chándal -Adidas o Puma, tanto monta, los dos son igual de capitalistas-, que imaginamos que no será para hacer footing en Sierra Maestra, y que, estampado con los colores patrios, ha causado tal furor que se ha convertido en el uniforme oficial de los revolucionarios bananeros que en el mundo son.

Pero, claro, el líder de la banda -un tal Pablemos- tuvo en esto un grave problema para imitarles, pues su ambiguo patriotismo no le daba para llevar una prenda estampada con la enseña patria. Así que no hubo más remedio que organizar la «Pasarela Maravillas», dentro de la magnífica oferta «cultural» del famoso patio okupa, para encontrar un uniforme con el que poder camuflar la banda radikal.

Lo primero que tuvieron claro es que había que desterrar la corbata, símbolo de las oligarquías capitalistas, de la «casta» elitista explotadora del proletariado. En su foto más conocida, Marx no la llevaba. ¿Empezaría con él la moda de los «descorbatados»? Sea como fuere, la vestimenta de esta banda tiene su antecedente en la zona roja de la España de la Guerra Civil, que eliminó radicalmente la chaqueta y la corbata, con lo cual la moda masculina obligada eran las mangas de camisa.

Pablemos y otros adláteres, sin embargo, la llevan a veces, pero, eso sí, con el nudo aflojado, y monócroma, generalmente de color rojo -por razones obvias- o negro -por aquello de que era el color de la corbata de los que apoyaban la Revolución Francesa-. El cuello lo llevan desabrochado, como queriendo dar a entender que están currando muy duro. Después se demonizó el traje, por las mismas razones, aunque la franquicia que tienen en Grecia a veces lo usa, pero sin corbata, claro. ¡Qué bien se complementan estas bandas hermanas!

Total, que se quedaron en mangas de camisa, y arremangadas, para significar un trabajo insomne por el cambio, estilo «lucecita-del-Pardo». El blanco inmaculado de sus camisas también está sabiamente escogido, pues con él quieren dar a entender su limpieza, su austeridad, la redención y el «rescate social» que predican desde sus tertulias. El resultado final de este guardarropa es un disfraz claramente «antipijo», otro más de los «antis» que maneja la banda, que suele llamar «señoritos» a los que usan corbata y traje.

Y, como remate, como prenda-estrella, los vaqueros, la vestimenta de «la gente», la prenda anticasta por excelencia. El problema es que la combinación de la camisa arremangada y los vaqueros puede dar una imagen como que algo zarrapastrosa. Tal le sucedió al alcalde del Ferrol, Jorge Suárez, perteneciente a la banda, que recibió de esa guisa a dos altos mandos de la OTAN, que iban con sus mejores galas. De paso, el radikal -que iba con barba de varios días- aprovechó para sermonear a los estupefactos militares sobre el negocio de la guerra y la necesidad del desarme, «arenga» antimilitarista que pegaba mucho con su indumentaria iconoclasta.

Y es que esta gente no desaprovecha ni la más nimia oportunidad para declamar sus soflamas revolucionarias. El «Kichi» de Cádiz, sin ir más lejos, aprovechó una boda que celebró para lanzar a los contrayentes mensajes feministas, y leerles el poema «Te quiero», de Mario Benedetti, que es un canto a que la pareja se comprometa en la revolución. ¿Qué cómo iba vestido?: pues el podemita -así se llama a los de esta banda- tuvo que comprarse un traje apresuradamente para no desairar la fotogenia de la ceremonia, aunque no tenía ni idea de cómo hacer el nudo, claro.
Pero nos da por pensar que podía haberse comprado el traje un poco antes, para recibir emperchado a la fragata «Juan Sebastián Elcano», a cuyo recibimiento fue vestido «a la ferrolana», aunque no usó vaqueros.

Y, ¿qué decir de las camisetas con mensajes revolucionarios, la otra estrella de la indumentaria radikal? Aquí la diseñadora es la ínclita Mónica Oltra, vicepresidenta de la Generalitat valenciana, que el otro día asistió a una comisión que investiga el saqueo de 25 millones de euros en la gestión de una depuradora valenciana con una camiseta en la que se leía la palabra «Mango». Chapeau.

Pero las cabras tiran al monte, y ese disfraz socialdemócrata a la nórdica no les durará mucho, como ya se ve con claridad en las barrabasadas que perpetra esta banda desde sus despachos concejiles. Así hasta que llegue el día en que, cautiva y desarmada la España conservadora, saquen de sus armarios las guerreras verde oliva. Entonces, muchos dirán a Pablemos: «¡Ah, pero si usted era comunista radikal!».

La respuesta del Sr. Turrión ya la saben, pero no resisto el placer de decirla: «Nadie es perfecto».

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