Alzan puños amenazantes, berrean consignas patibularias sobre revoluciones

Cuando ruge la marabunta

Cuando ruge la marabunta
Iñigo Errejón y Pablo Iglesdias en un mitin de Podemos. PD

¿Qué se esconde verdaderamente tras el fanatismo agresivo de la izquierda radikal, que ha caído sobre España como una plaga apocalíptica?

Se llama marabunta a unas especies de «hormigas guerreras», propias de América del Sur, sumamente voraces, que organizan expediciones terroríficas donde devoran todo a su paso. Estas hormigas aparecen en la película «Cuando ruge la marabunta», de 1954, protagonizada por Charlton Heston.

Pero en el diccionario de la RAE se define también a la marabunta -de manera metafórica-como «conjunto de gente alborotada y tumultuosa», especie humana que tanto abunda últimamente en la vida política de nuestro país, invadido hasta tal punto por turbas vocingleras y rugidoras, que podemos considerar este fenómeno como una verdadera plaga que amenaza con devorar todo a su paso.

Esta marabunta ruidosa no hacen caceroladas de abuelitas como en otros pagos, ya que son más «heavy», pues se ponen antifaces a lo «Colau», alzan puños amenazantes, berrean consignas patibularias sobre revoluciones y anarquías con sus fauces desencajadas, orinan en la calle, rodean Parlamentos, plantan sus vivacs en plazas y ágoras, escrachean a diestro -a siniestro no, por supuesto-, mastican las leyes que no les gustan con sus feroces mandíbulas, asaltan balcones con sus banderas indepes, y organizan sus «razzias» antisistema, sus relampagueantes «blitzkiegs» nazis contra cualquier cosa que signifique norma, autoridad, ley, obediencia o disciplina, pues todo esto es «fascismo» para sus mentes perturbadas.
Y también son barredores de aceras. Esta acción radikal ya aparecía anunciada en la película «Los hermanos Marx en el Oeste», cuando Groucho dice:

«No hay quien pueda con Cuco el Terrorífico: muchachos, ¡barred a los de la acera!».

Imaginen quién es nuestro Cuco, y las aceras que quieren barrer.

Hace unos días, la acera que quería barrer esa marabunta era aquella por donde intentaban transitar Rajoy y Albiol, cuando éstos pretendían dar un paseo por las calles de Reus, cuya duración estaba prevista en media hora, pero que tuvo que suspenderse a los cinco minutos tras haber recorrido solamente 50 metros, debido a los insultos y amenazas de una caterva de energúmenos que gritaban «¡Independencia!», ¡Fascistas!», «¡Fuera de aquí!».

Esta marabunta estaba formada por cerca de un centenar de guerreros de la Plataforma Antidesahucios y otros especímenes de colectivos independentistas.
Pero también le gusta a la marabunta barrer los balcones para exhibir banderas de todos los colores -gays, griegas, republicanas, indepes…-, excepto la española.

Tal ocurrió en el Ayuntamiento de Barcelona, con la famosa escenita provocada por la marabunta de ERC, cuya Hada es la Colau, que llamó racista (sic) al gesto de un concejal del PP, que quiso colocar la enseña nacional para responder a la bravata indepe.

¿De qué oscuras madrigueras del inframundo han salido estos «marabuntos» enajenados? En el mítin de Reus, Rajoy señaló que la causa de este fanatismo intolerante hay que buscarla en el adoctrinamiento educativo, que «ha sembrado la semilla de la discordia en los niños».

Este diagnóstico del porqué de estas mesnadas descerebradas no anda muy descaminado, si tenemos en cuenta que recientes encuestas denuncian que en España hay un 20% de jóvenes «ninis», que ni estudian ni trabajan, y del «nini» pasan fácilmente al «nono» frente a todo, luego acceden al «sísepuede», y finalmente acaban haciendo «mobbing» -puño en alto- a todo lo que les suene a derecha, rugiendo el famoso grito radikal «¡A por ellos!».

Pero esto no es todo, ya que las encuestas también señalan la existencia de cerca de 10 millones de adultos con bajos niveles de conocimientos, y el trágico hecho de que estamos a la cabeza de Europa en abandono escolar temprano. Si a esta ignorancia endémica en nuestra Patria se le suma una alarmante falta de educación, ya que el horario laboral español es incompatible con una adecuada conciliación familiar que permita a los padres educar a sus hijos, la marabunta está servida, ya que a estos jóvenes consentidos nadie les ha enseñado el respeto a las normas sociales, el valor de la disciplina y el acatamiento de las leyes.

Acostumbrados a hacer lo que les da la gana sin rendir cuentas a nadie, creen que toda norma que menoscabe su libertad caprichosa es fascismo. Y así surgen el «derecho a decidir» -es decir, a hacer lo que me dé la gana-, y la «libertad de expresión» -o sea, el derecho a decir lo que me dé la gana-. Todo derechos, que los deberes son fascistas.

Tras los rugidos de esta marabunta, que traslucen su mala educación y su ignorancia, no hay nada, sino solamente odio, frustración, rencor y agresividad hacia todo el que no piense como ellos. Solamente el vacío típico de los populismos totalitarios: por eso gritan y rugen, para esconder su absoluta nada.

Un abuelo paseaba con su nieta por un bosque. Después de caminar un rato, le preguntó a la niña si escuchaba algo, además del piar de los pájaros.

-Oigo el ruido de un carro -respondió.

-Exactamente, un carro vacío -dijo el abuelo.

-¿Cómo puedes saber que está vacío, si aún no lo hemos visto?-preguntó la niña.

– Es facilísimo saber si un carro está vacío-respondió el abuelo, sonriendo-. Gracias al ruido: ¡cuanto más vacío, más ruido hace!

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