Obama batió el récord de deportaciones de los últimos cuarenta años.

Sobre el Trumpeteo

Falsa alarma: ha ganado él.

Los níveos americanos están apareciendo como las setas por doquier, con aires de grandeza y en actitud displicente.

Con el cambio de hora se nota que llegó el invierno. En donde estoy, casi a las cinco y media de la tarde ya está oscuro. En menos de un mes, a las cuatro y media llega la nocturnidad y la alevosía. Las noticias no paran. Las elecciones más reñidas de los últimos años. Un día la noticia salta descalificando a un candidato, y al día siguiente hay otra información descalificando al otro. El jardín está lleno de hojas secas de los árboles que no paran de caer, cualquier brisa siembra toda la casa y sus alrededores de un manto marrón que se acumula en los rebordes de las aceras formando montañitas por toda la calle. Dicen que sólo por este mes, se pueden dejar así para que los servicios públicos las recojan o las avienten al aire, desapareciéndolas de un sitio y esparciéndolas por otro. Por cierto que en todos los años que llevo en éste país, nunca he visto un barrendero.

El momento se acerca, y aún me sorprende que en cuestión de horas, se sepa quién será el próximo presidente, con lo grande que es esta nación. Es difícil entender también la maraña de costumbres arcaicas que logran que unos estados voten primero, otros después, que unos tengan una representatividad menor y otros mayor, que se hable tanto de la influencia de tal estado pequeñín o de tal ciudad en el contexto o en la determinación general.

Estoy convencida de que las ciudades brutalmente grandes tienen gente que empuña la escoba en los espacios públicos, porque se oye hablar del gremio o de la asociación cuando uno menos lo espera. Mientras cenas, cualquiera te puede llamar por teléfono para animarte a soltar dinero por cualquier causa triste y cuasi perdida y, además, casi siempre hay fotos después que demuestran que tu aportación no fue en balde.

Hay una enorme expectación. Compite una política que lleva una carrera muy larga, y, después de un afroamericano -como llaman aquí a la gente de color- en el poder, parece casi obligado votar a una mujer para que todo el mundo se sienta representado al menos por una vez. Su oponente es un empresario que se ha arruinado cuatro veces y se ha levantado -igual que Henry Ford- sin experiencia política, que suelta improperios contra todo lo que no se parezca a él.

En la zona en la que estoy hay pequeñas camionetas que recogen las hojas, porque no hay basura en las calles. También se usan pequeñas camionetas para triturar el hielo de las carreteras por delante y echar sal por detrás cuando nieva, por eso nadie usa cadenas en las ruedas de los automóviles. Pero no adelantemos acontecimientos, no tengo ganas de enfrentarme ya con el blanco nuclear que cae del cielo, por ahora me conformo con ver cómo la otrora colorida arboleda se desnuda poco a poco en amarillos, encendidos rojos, verdes y toda la gama de marrones, al ritmo del viento, dejando su rastro en casas, aceras y asfalto.

La mayoría de los periódicos grandes de todo el país y muchos medios audiovisuales han recomendado que voten, pero no por el empresario. Parece que en su afán por llamar la atención se le ha ido la mano y la lengua. Los sondeos apuntan a que la ganadora será ella, parece más educada y razonable. Es una digna representante del establishment y representaría mejor al país, de manera más cuerda.

Falsa alarma: ha ganado él. Y ahora me toca a mí agarrar el rastrillo y ponerme a trabajar afuera, cuando las temperaturas están bajando. Oí que cayeron las bolsas en todos lados, del disgusto que se han llevado. También se habla mucho de deportaciones, pero las cifras son más o menos las mismas. El que tenemos todavía batió el récord de los últimos cuarenta años, así que ha puesto difícil el superarlo.

Hay gente que se toma las cosas muy a pecho. Los emigrantes dicen que se van. Los níveos americanos están apareciendo como las setas por doquier, con aires de grandeza y en actitud displicente. Los de color están de acuerdo. Entre los demás, silencio, que no existen. Y yo más vale que haga algo serio como recoger el jardín o seguir viendo cómo caen las hojas…

 

by BGPM/TW

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