Es indigno que un partido que dice ser «de Estado» dé herramientas al separatismo para romper con España: Mina su credibilidad como partido «nacional»
EL Parlamento catalán dio este 20 de diciembre de 2016 el primer paso para la próxima aprobación de unos presupuestos de ficción, ideados para financiar un proceso separatista ilegal.
Lamentablemente, la sumisión de Junts pel Sí al chantaje de la CUP para no tener que disolver el Parlament y convocar nuevas elecciones está obligando a Puigdemont y Junqueras a ser títeres en manos de un partido antisistema, cuya única obsesión es la declaración de la independencia catalana.
El objetivo es idéntico para la antigua Convergència y para ERC, pero ceder todo el protagonismo a un partido minoritario que aspira a sumir a Cataluña en un caos ingobernable, y poner en manos de apenas diez diputados el futuro de toda Cataluña, deja a Puigdemont en el más absoluto ridículo.
Los presupuestos que se aprobarán en Cataluña no son los que necesitan sus ciudadanos para salir del atolladero político, económico y de ruptura social al que les condena el secesionismo.
Se trata de unas cuentas públicas que aumentarán la deuda en 2.500 millones de euros, hasta situarla por encima de los 70.000. Es decir, cada catalán tendría que pagar 10.300 euros para saldarla.
Además, se incluye una partida expresa para justificar la financiación de un hipotético referéndum independentista no pactado con el resto de España, y otras partidas para costear «estructuras de Estado», como los casi cien millones destinados a la Agencia Tributaria propia.
Estos presupuestos, además de un «derroche ideológico» y una estafa identitaria, son la plasmación numérica del desprecio de la mayoría independentista del Parlamento catalán al TC.
Carece de sentido el incomprensible apoyo que prestó ayer el Partido Socialista al PNV y al nacionalismo catalán para derogar la reciente reforma de la ley del TC, que permite al máximo intérprete de la Constitución ejecutar sus propias resoluciones, como la suspensión de un cargo público que desobedezca sus decisiones.
La actitud del PSOE no se entiende porque, más allá de que pretenda justificar su labor de oposición para paliar su caótica situación interna, son plenamente conscientes de que así dan oxígeno a la causa separatista.
El socialismo está regalando argumentos a los nacionalistas para rebelarse ante el TC.
Es indigno que un partido que dice ser «de Estado» dé herramientas al separatismo para romper con España.
Hasta ahora, el trabajo de la gestora del PSOE dirigida por Javier Fernández ha sido constructivo tanto para el PSOE como para España.
Su aportación para la aprobación del techo de gasto ha sido un ejercicio de responsabilidad. Empañarlo ahora con una cuestión tan relevante como dotar de instrumentos jurídicos al separatismo para reafirmar su desafío al Estado y justificar la desobediencia es un error que no debería cometer.
Mina su credibilidad como partido «nacional».