¿Es la plurinacionalidad el Plan B que ofrece a los separatistas?

Pedro Sánchez vuelve a las andadas y el PSOE a las incertidumbres

Sánchez tiene que aclarar si su objetivo es radicalizar al PSOE o moderar al electorado podemita

Pedro Sánchez vuelve a las andadas y el PSOE a las incertidumbres
Pedro Sánchez, secretario general del PSOE. PD

Su táctica de aproximación al electorado de Podemos, más que a Pablo Iglesias, es evidente

PEDRO Sánchez ha comprobado en el XXIX Congreso del PSOE, que termina este 18 de junio de 2017 con la elección de los órganos federales del partido, la verdadera dimensión de su victoria sobre Susana Díaz, la Comisión Gestora y las baronías territoriales que apoyaban a la presidenta andaluza.

Este Congreso está siendo para Sánchez un baño de militancia y cuadros, ajenos y amnésicos a la sucesión de derrotas electorales que cosechó el nuevo secretario general socialista.

Con la elección de una ejecutiva federal a su medida, Pedro Sánchez se hace con el control del partido de una manera novedosa, con una legitimación asamblearia frente al aparato tradicional que respaldaba a Díaz.

Las primarias han supuesto una alteración de los ejes del poder interno en el PSOE, de manera que son las bases las que han tomado el mando y si ahora su poder se manifiesta en las filas socialistas como una superación de su crisis interna, también constituye una hipoteca para Sánchez en el ejercicio de su mandato.

Lo cierto es que, por el momento, el PSOE ha desmentido los augurios de escisión, quiebra o fractura que se anunciaban para el día después de las primarias, fundamentalmente porque la victoria de Pedro Sánchez fue tan abultada que no dejó espacio a un movimiento opositor.

Pero tanto poder en unas únicas manos supone también asumir toda la responsabilidad. A partir de mañana, Sánchez tiene que mostrar para qué quería volver a la Secretaría General.

Su táctica de aproximación al electorado de Podemos, más que a Pablo Iglesias, es evidente, pero debe aclarar si su objetivo es radicalizar al PSOE o, por el contrario, moderar al electorado podemita.

Su táctica de aparentar sentido institucional también se hizo pública cuando confirmó a Mariano Rajoy su apoyo al Gobierno central frente al separatismo catalán, pero debe aclarar si su propuesta -peligrosa e innecesaria- de la plurinacionalidad de España es el plan B que ofrece a los separatistas para forjar un nuevo Pacto del Tinell contra el Partido Popular, porque sólo con Podemos no le salen las cuentas de esa mayoría alternativa que anuncia como gran objetivo de su nuevo mandato.

Al margen de estas incertidumbres, el panorama político en España va a cambiar porque el PSOE ha vuelto.

El PP ha confiado quizá excesivamente en que la crisis socialista duraría lo suficiente, al menos, para agotar la legislatura sin sobresaltos.

Pero los va a tener, porque al desafío catalán se unirá una mayor intensidad opositora de la izquierda, frentes simultáneos que el Gobierno deberá abordar con mucha más energía política que la mostrada hasta el momento, dedicada a discursos excesivamente complacientes más que a la confrontación democrática de ideas y principios con la izquierda.

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