No es capaz de liderar una oposición abierta a fuerzas moderadas y sólo concita el apoyo de los más extremistas de la izquierda y el nacionalismo
TRAS el fracaso del interrogatorio a Mariano Rajoy por la acusación popular en el juicio del caso Gürtel, Pedro Sánchez ha reaccionado con una nueva expresión de su falta de proyecto político.
Primero solicitó una dimisión que no encontraba el más mínimo apoyo en la declaración judicial del presidente del Gobierno, y ayer unió su táctica fallida a la de Pablo Iglesias para forzar la comparecencia de Rajoy en un pleno extraordinario del Congreso en agosto.
Esta forma de actuar explica por qué el líder socialista siempre pierde frente a Rajoy. La posible financiación irregular del PP está sobre la mesa de una ineficaz -como todas- comisión parlamentaria de investigación y de diversos tribunales de Justicia.
Llamar a un pleno extraordinario es la enésima desmesura de una izquierda que sigue sin encontrar su sitio en los principales asuntos que interesan a España.
La corrupción es el talón de Aquiles de los populares, y los españoles han sabido castigarlos en las urnas, pero está siendo investigada hasta la médula, sin cortapisas a jueces, fiscales y policías.
Tras el paso del primer presidente del Gobierno en activo por la Audiencia Nacional en calidad de testigo, España ha demostrado que en la lucha contra la corrupción está empleando todos los recursos legales. Incluso sobreactuando.
Sánchez, de nuevo, evidencia que su participación en la política española es tributaria de Podemos y de Pablo Iglesias.
No es capaz de liderar una oposición abierta a fuerzas moderadas y sólo concita el apoyo de los más extremistas de la izquierda y el nacionalismo, de las fuerzas políticas que, en este momento, actúan como factores que socavan la estabilidad constitucional de España.
E improvisa día tras día, eligiendo siempre la peor opción.
