OPINIÓN: ANTONIO ROBLES

El ‘gatillazo’ separata de Puigdemont

Treta, truco de trileros, sólo pretendían amortiguar el impacto emocional en el resto de España

El 'gatillazo' separata de Puigdemont
Puigdemont y Junqueras Agencias

No sé qué fue más desolador, si el gatillazo independentista de Puigdemont, o la incapacidad de los representantes del constitucionalismo presentes en el hemiciclo para darse cuenta cabal de la tragedia histórica que se estaba oficiando, y para dar cuenta adecuada a dicha tragedia. Equivocaron el tono y confundieron el interlocutor. No era Puigdemont, sino la prensa y mandatarios internacionales, Europa, el mundo entero. Era a ellos a quienes debieron dirigirse para desenmascarar la farsa antidemocrática de estos nuevos fascistas posmodernos, que se autodenominan a sí mismos como antifascistas.

Era Europa y su nacionalismo del S.XXI. Esa era la batalla que había que dar, pues ese es el caldo de cultivo donde pretenden extender su influencia. Muy al contrario, entraron al trapo como si se tratara de una tertulia más de las muchas que pueblan nuestros medios. Si acaso se salvó Inés Arrimadas al describir la base supremacista del nacionalismo. Eso sí, con chascarrillos vistosos, y no con la descripción y denuncia de la exclusión real de ese supremacismo en nuestras escuelas, contra la lengua y la nación de unos niños y el adoctrinamiento de todos.

El discurso del honorable golpista se vertebró sobre tres pilares:

  • Difusión del relato victimista de una Cataluña oprimida por un Estado opresor destinado a internacionalizar la ruptura con España.
  • Legitimación de una legalidad catalana independiente de cualquier vínculo o jerarquía con la Constitución española, y
  • Enredar en un juego interminable de trucos filibusteros un chantaje al gobierno de la nación para normalizar políticamente la declaración de independencia sin asumir sus consecuencias.

Veámoslos por separado:

PRIMERO: Difusión del relato victimista de una Cataluña oprimida por un Estado opresor destinado a internacionalizar la ruptura con España.

¿Se dan cuenta nuestros líderes constitucionalistas que todo el poder del nacionalismo reside en internacionalizar el conflicto y hacerlo como víctimas de un Estado opresor? ¿No eran capaces de desmontar cada una de las mentiras y manipulaciones que vertió Puigdemont sobre la intervención policial del 1 de octubre presentada como agresión a «nostra gent»? ¿No eran capaces de desmontar la posverdad de 800 heridos inexistentes, mostrar al mundo las falsas imágenes con rostros ensangrentados de niños agredidos en manifestaciones de años anteriores por los mozos de escuadra y mujeres simulando agresiones sexuales y dedos rotos?

¿No debían saber los periodistas extranjeros que utilizaron niños y ancianos como escudos humanos para forzar imágenes interesadas? ¿Era tan difícil desmontar la ilegalidad de urnas y colegios electorales de un falso referéndum, la ausencia total de normas de transparencia, la composición arbitraria de mesas por miembros de parte, la ausencia de censo, votaciones múltiples sin control alguno, urnas rellenadas a manos llenas en plena calle y sin pudor alguno, destrucción inmediata de las papeletas nada más recoger las urnas y cuenteo final a bulto con una cifra final indemostrable, incomprobable y sin ninguna garantía democrática? Europa merecía saber la verdad, y sufrirla sus propios partidarios.

¿Era tan difícil dejar claro a Europa entera que su ley del referéndum y la ley DUI estaban suspendidas por el TC, y cuya ilegalidad estuvo precedida por el desprecio al Órgano de Garantías Estatutarias, al Estatuto y a las normas procedimentales del propio Parlamento de Cataluña? ¿No tenían dos minutos para mostrar al mundo entero que su democracia consistía en rebajar las mayorías cualificadas de 2/3 necesarias para reformar el Estatuto o nombrar al director del CAC a cualquier mayoría de cualquier participación? ¿Era tan difícil mostrar su mentalidad totalitaria ante tal saqueo a las garantías democráticas? ¿Tan difícil hacer ver la similitud con la ley habilitante de 1933 de Hitler para lograr una legalidad que la propia legalidad constitucional le prohibía? ¿Tan difícil mostrar las cifras por ellos dadas con un 48% de participación y un 36% de apoyo a la ilegalidad? ¿Saben los consulados extranjeros que tomaron este atajo porque se habían dado cuenta en el 9-N que carecían de una mayoría independentista, tanto simple como cualificada? ¿No se dieron cuenta que toda la puesta en escena de esta comparecencia, era una nueva oportunidad de vender su mercancía podrida en el extranjero?

Desmontar punto por punto la ofensiva imagen de España y cada una de sus posverdades, era imprescindible. Lo que no habían conseguido durante años mediante la compra de periodistas e intoxicación de cónsules y embajadores, lo habían conseguido el 1º de Octubre con imágenes perseguidas por su victimismo. Dejarle salir vivo de esa comparecencia ha sido un error inmenso. El mundo entero lo estaba viendo en directo. Veremos cómo titulan mañana y qué rastro dejará en la opinión internacional. Su objetivo era aparecer como el cordero degollado que cede una vez más para dar una oportunidad ante el dialogo y la mediación. Esa imagen tan falsa como obscena, solo quedó erosionada por él mismo y su ambivalencia.

Segundo: Legitimación de una legalidad catalana independiente de cualquier vínculo o jerarquía con la Constitución española.

Nunca debieron permitir dejar por sentado que las leyes ilegales del referéndum y de independencia unilateral estaban legitimadas por el Parlamento. Muy al contrario, debieron dar una lección magistral de lo que es un Estado de Derecho para contrastar con él cada uno de sus atentados a la democracia y evidenciar la impostura. Era necesario hacer pedagogía con la audiencia nacionalista, era necesario reflejar su falsa democracia y sus maneras totalitarias para dejarle en evidencia, intelectual, política y jurídicamente. Se sigue sin hacer un discurso así en el Parlamento. Lo inició Coscubiela el pasado 6 de septiembre, pero fue incompleto y flor de un día.

Tercero: Enredar con un juego interminable de trucos filibusteros un chantaje al gobierno de la nación para normalizar políticamente la declaración de independencia sin asumir sus consecuencias.

Enseguida corrió por Internet. Fue la misma declaración que hizo Eslovenia, o sea, declarar la independencia y suspender los efectos transitoriamente: «Asumo el mandato del pueblo para que Cataluña se convierta en un Estado independiente en forma de república» (Aplausos. Los 46″ de independencia ante de suspenderla)
«… y propongo que el parlamento suspenda los efectos de la declaración de independencia para emprender un diálogo y llegar a una solución acordada».

Treta, truco de trileros, sólo pretendían amortiguar el impacto emocional en el resto de España, evitar la actuación de los jueces, o al menos dificultarla, y mientras tanto seguir preparando las estructuras de Estado de las que ahora carecen para visualizar a Cataluña como Estado. Es una de sus infinitas trampas, al modo y maneras de las treguas trampas de ETA. Ni siquiera el cabreo de la CUP fue auténtico, puede que simulen para evitar el drama, mientras se sigue erosionando la credibilidad del Estado con la apuesta del diálogo y la mediación internacional. Si había alguna duda, la ha disipado Pablo Iglesias inmediatamente. Sus declaraciones en apoyo de la flexibilidad de Puigdemont para dar una oportunidad al diálogo y negar que se hubiera hecho declaración unilateral de independencia alguna, nos hace poner en lo peor. Se vio en el discurso de En Comú Podem, se vió en las declaraciones del día anterior de Ada Colau, y coinciden con la tradición mamporrera de la izquierda ante el nacionalismo.

Espero que las elecciones les recuerden que son humanos y que partidos como dCIDE (Centro izquierda de España) recuperen la autoestima por España y la lucha emancipadora propia de la izquierda: los derechos sociales, salarios justos, trabajo para todos, sanidad y educación universales, justicia y servicios sociales, respeto por la lengua de cada cual, y una igualdad universal e individual por encima de los territorios y sus castas.

Esquivando la sentencia de Josep Borrell el pasado domingo, no sé si hemos evitado la tragedia, pero continuamos en la comedia.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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