Los podemitas se han aliado con los sediciosos en Cataluña en contra de la democracia española

¿Se atreverá Pedro Sánchez a cabrear a Pablo Iglesias retirando el apoyo del PSOE a Podemos?

Si el líder socialista deshacer sus pactos locales y autonómicos con los populistas, su sueño de entrar en La Moncloa se complica

¿Se atreverá Pedro Sánchez a cabrear a Pablo Iglesias retirando el apoyo del PSOE a Podemos?
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

LA agresividad del discurso de la extrema izquierda contra el PSOE por su apoyo a las medidas del artículo 155 aprobadas por el Gobierno debería ser suficiente motivo para que Pedro Sánchez analice la situación de la izquierda en España.

La crisis provocada por el separatismo catalán ha hecho nítidas las diferencias que se estaban diluyendo entre el PSOE y partidos como Podemos y líderes como Ada Colau.

La extrema izquierda que ambos representan está viviendo estas jornadas de confrontación instada por los secesionistas catalanes como la ocasión de poner en jaque el orden constitucional de 1978.

Por su parte, el oportunismo del Partido Nacionalista Vasco es, de nuevo, signo de su identidad política: ataca el orden constitucional a la vez que lo exprime con el privilegio del Concierto Económico.

En vez de denunciar la deslealtad del nacionalismo anacrónico y retrógrado, los dirigentes de la ultraizquierda hurgan en la herida abierta por la Generalitat en la convivencia y la paz entre españoles para encontrar una coartada contra la Constitución.

Podemos, Ada Colau y el resto de aspirantes a enterradores del consenso de la Transición se han retratado como aliados del separatismo en la marcha atrás que unos y otros quieren imponer a la democracia española.

Su objetivo es culminar el proceso anticonstitucional del separatismo con el desmantelamiento de la actual Monarquía parlamentaria.

Pedro Sánchez no puede ni debe ser ajeno a estos movimientos de la extrema izquierda porque tienen su origen en la estrategia iniciada por su partido en 2003 para aislar al Partido Popular con un pacto de hierro cerrado con lo más radical de los nacionalismos periféricos.

Los ecos de esta alianza hoy se sienten en la crisis interna de los socialistas catalanes. Además, su partido y esta extrema izquierda han constituido relaciones de apoyo recíproco en ayuntamientos y gobiernos autonómicos que hoy resultan oprobiosas para una formación constitucionalista como el PSOE.

El paso dado por Sánchez al apoyar al Gobierno merece ser valorado como un gesto de responsabilidad política y sentido de Estado, pero la situación es tan grave que el PSOE ha de llevar su análisis de la situación más allá de los límites geográficos y políticos del conflicto separatista.

Sánchez debe romper los pactos que fraguó con los populistas en Ayuntamientos y Comunidades hace dos años, una vez que se ha demostrado que el partido de Iglesias se ha puesto a echar una mano a los sediciosos contra la democracia y, por lo tanto, contra España y los españoles.

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