Editorial de 'ABC

Barcelona: manifestación de impotencia

La nueva mentira de que el nacionalismo lucha ahora por la libertad se empleó ayer como terapia de grupo para los muchos separatistas que se congregaron en Barcelona

Barcelona: manifestación de impotencia
La manifestación de Barcelona por la liberación de Junqueras, el 11/11/2017. EF

LA manifestación que este 11 de noviembre de 2017 pidió en Barcelona la libertad de los líderes separatistas en prisión provisional fue una exaltación pública de la impotencia que sufre el independentismo.

De pedir la separación unilateral de Cataluña en marchas multitudinarias, los secesionistas han pasado a reclamar, con desánimo, la puesta en libertad de los presuntos autores de un delito de rebelión.

La historia que contó el separatismo a los catalanes era una mentira y, por eso, los independentistas, en vez de celebrar ahora la independencia unilateral que iba a implantar el paraíso catalanista, se preguntan qué ha pasado para que el desenlace de estos años sea una confusa mezcla de fugados, renegados y encarcelados.

Pero la dirigencia nacionalista no se apea de la mentira, porque tiene que sobrevivir, y como no quiere asustar más a su electorado, ha cambiado el eslogan para las elecciones del 21-D.

Ya no alientan a sus votantes con un plebiscito por la declaración unilateral de independencia, sino, según su estrategia de propaganda, por la libertad y la democracia.

Fallada la insurrección, el nacionalismo empieza el capítulo del martirio. Puigdemont no sería un cobarde fugado, sino el custodio de la independencia en el extranjero. Forcadell, ausente este sábado para no romper las apariencias creadas en la Sala Segunda del Tribunal Supremo, no habría renegado de la vía unilateral por miedo a la cárcel, sino que habría engañado astutamente al juez Llarena. Junqueras, sus exconsejeros y los «Jordis» no están en prisión provisional por ser unos presuntos delincuentes, sino por la represión de un Estado autoritario.

La nueva mentira de que el nacionalismo lucha ahora por la libertad se empleó ayer como terapia de grupo para los muchos separatistas que se congregaron en Barcelona. Son muchos, en efecto, pero su gran problema es que ya no saben para qué lo son.

Entre tanto, la extrema izquierda observa este sentimiento de frustración del nacionalismo como la oportunidad de reactivar la insurrección secesionista y reconducirla a un frente contra la Monarquía parlamentaria y la democracia liberal implantadas en 1978.

Es posible que el 21-D por la noche no haya en el Parlament una mayoría absoluta separatista, pero sí la habrá, salvo que fallen todas las encuestas, contra la Constitución y a favor del derecho a la autodeterminación.

Esta será la segunda fase del conflicto catalán, su exportación al resto de España de la mano de una extrema izquierda -la de Ada Colau y Pablo Iglesias- revisionista y revanchista, que comparte con los separatistas el objetivo de derogar como sea el orden constitucional.

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