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El Tribunal Supremo español da un buen repaso a la Justicia alemana

Muestra su malestar a Alemania por que se compare una protesta puntual con la «laminación» de las leyes en el territorio catalán

El Tribunal Supremo español da un buen repaso a la Justicia alemana
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LA Sala Penal de Apelaciones del Tribunal Supremo dio ayer un contundente espaldarazo al magistrado Pablo Llarena al confirmar como un delito de rebelión lo acaecido con el proceso separatista catalán antes y después del 1-O.

La Sala aprovecha la decisión de mantener en prisión a Jordi Sánchez para dar un severo repaso al tribunal alemán de Schleswig-Holstein, que no solo ha prejuzgado que no existe rebelión, sino que pone en duda que se produjese un delito de malversación para financiar el golpe.

Es evidente que para el Supremo español, la Justicia alemana se ha extralimitado, no ha interpretado ni de lejos las claves del desafío separatista y, además, ha equiparado absurdamente unas revueltas ciudadanas contra la ampliación del aeropuerto de Fráncfort con la sistemática «laminación» del ordenamiento jurídico en Cataluña a manos del independentismo.

Con una gravedad añadida: en Cataluña no se ha tratado de protestas ciudadanas contra una decisión gubernamental abusiva -o más o menos aceptada, como ocurrió en el caso germano-, sino de la rebeldía y desobediencia sistemática de la Generalitat y el Parlamento autonómico contra la legalidad.

Lo que el Supremo reafirma -a través de magistrados de distinta sensibilidad ideológica- es que el separatismo pretendía dar un golpe desde dentro del propio sistema, usurpando a capricho el poder de las instituciones autonómicas para «atentar» contra el Estado español en su conjunto.

El diagnóstico del Supremo es impecable: se ha atacado a la soberanía nacional y a la unidad territorial española, y sus culpables no son miles de separatistas eufóricos con el grotesco espectáculo de una falsa república catalana, sino «sujetos que ocupaban legítimamente los poderes constitucional y legalmente establecidos en una comunidad autónoma».

Es decir, individuos desde sus propios escaños. Eso es lo que inexplicablemente Alemania se ha negado a analizar y entender, regalando una inexplicable victoria moral a quienes no merecen más que un juicio y una condena.

España no es una dictadura en la que se persiguen ideas. Se persigue a delincuentes con una Justicia independiente, y la interpretación del tribunal de Schleswig-Holstein -una corte regional que pretende enmendar la plana a la cima del sistema judicial español- carece de lógica.

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