EL CENTRODERECHA Y LA BATALLA DE LA PRESIDENCIA

¿Tiene el PP ideas, principios, valores y un proyecto para España?

La renovación del PP no puede limitarse a designar un nuevo liderazgo: quien lo asuma deberá afrontar cambios profundos

¿Tiene el PP ideas, principios, valores y un proyecto para España?
Soraya Sáenz de Santamaría, Pablo Casado y María Dolores de Cospedal (PP). EP

LA derecha en España no tiene solo un problema de sucesión y liderazgo que debe quedar resuelto en menos de un mes, gane quien gane el congreso del PP.

También debe acometer una renovación de sus mensajes y debatir la reafirmación de los principios y valores propios de las derechas avanzadas, democráticas, abiertas y plurales, alejadas de cualquier tono populista o de la difuminación de ideas sólidas, como reclama la mayor parte de su electorado.

Los principios de la economía abierta, la defensa de paradigmas tradicionales frente a la falsa «supremacía moral» de la izquierda -que divide a la sociedad entre buenos y malos de un modo simplista, sectario y fracturador- o la reivindicación sin complejos de un orgullo de pertenencia ideológica, de un sentido de la nación y de un sentimiento patriótico bien entendido son valores en los que confiaron casi doce millones de votantes en su momento para avalar al PP.

El pragmatismo, una estricta visión tecnocrática de la política y una excelente gestión económica no han sido suficientes para combatir las carencias en sus mensajes, la división interna o el oportunismo del PSOE.

La derecha electoral quiere volver a creer en un partido sin tachas de corrupción y con empatía, tras haberse dejado hurtar banderas y símbolos tradicionales por la presión de una política cada vez más líquida, demagógica y cosmética. Por eso será relevante un rearme ideológico y moral de la derecha frente a quienes conciben la democracia representativa como un juego de intereses y de ambiciones para una partitocracia sin principios.

 No deberá limitarse a designar un nuevo liderazgo, y quien lo asuma deberá afrontar cambios profundos en la percepción externa, pero falsa, de que el PP es la extrema derecha, que no tiene sustento ideológico sólido para combatir a los populismos o que ha perdido la batalla de la comunicación ante la sociedad o ante el separatismo.

Revertir la percepción de que el PP es un partido intransigente que se niega a «dialogar», «pactar» o «consensuar» es otra obligación, sin que a la vez esa «derecha de las ideas» quede tan difuminada que termine confundiéndose con el paisaje de Ciudadanos, o incluso con políticas fiscales más propias de una socialdemocracia caduca.

La libertad, la responsabilidad individual ante el Estado, la familia y la preocupación por el desierto demográfico son cuestiones que no debe rehuir la derecha, sencillamente porque son valores que su electorado defiende y a los que el PP debe representar. La modernidad y la renovación nunca pueden estar reñidas con las ideas, porque estas son la base real de cualquier proyecto político creíble.

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