Los niños son especialmente protegidos en todas las sociedades humanas, pero en las sociedades del bienestar occidentales tienen una sensibilidad extrema. Se les protege desde la concepción, se mima su infancia, se les evitan traumas y frustraciones, incluso su imagen se censura para evitar la exposición pública.
Paradójicamente, en la escuela catalana se le excluye del derecho a recibir la educación en su lengua materna cuando son castellanohablantes, y se les adoctrina universalmente a todos en la identidad nacionalista.
Acabo de recibir un mensaje de WhatsApp con un vídeo de intoxicación amarilla en las aulas de la Escola d’Idiomes CIC ubicado en la Vía Augusta de Barcelona. Los padres, impotentes, sólo les queda difundir su queja en las RRSS, aunque a mi entender, antes de nada, lo que deberían hacer es denunciarlo a la dirección del centro.
Estos son los hechos, la profesora de Inglés, Polly Applefield ha pasado en sus clases un vídeo de propaganda de la campaña amarilla a favor de los presos políticos (políticos presos) con el eslogan de «Las calles siempre serán nuestras».
Si la obscenidad de emponzoñar la mente de niños sin capacidad para discernir por sí mismos los mensajes que una profesora les pasa desde la autoridad que confiere su cargo, ya es inaguantable, el contenido del vídeo es vomitivo. No porque sea feo, insultante o violento, sino porque es ladino, engañoso, donde cuelan valores cívicos hermosos envueltos todos en el activismo del lazo amarillo y el victimismo de los presos políticos.
Hoy, Oriol Junqueras ha hecho una colosal interpretación en su declaración ante el TS de ese cinismo como si nunca hubiera roto un plato y España lo estuviera persiguiendo por defender ideas políticas. Si hay algo peor que la violencia bruta, es el chantaje moral, el acoso político, la manipulación de la mente de niños indefensos que erosionan la capacidad natural de todo ser humano por pensar por sí mismos, para ser esclavizados en una ideología supremacista y excluyente.
Jordi Pujol antes, como Oriol Junqueras ahora, son los maestros del engaño. El cinismo de este último en su declaración de hoy ante el supremo tuvo la desvergüenza de hablar en español y declarar su amor a España, cuando en su acción política impone multas lingüísticas, prohíbe estudiar en español a más de la mitad de los niños de Cataluña y lidera un partido que hace pedagogía del odio a España a diario. Ladino, mentiroso, astuto, llorón, maestro del victimismo y chantajista moral. Ese es el hecho diferencial de la Cataluña nacionalista.
Hay algo muy nocivo en esta perversión del lenguaje y la suplantación de los valores más hermosos de la humanidad.