Santiago Abascal sale del debate por la puerta grande. Tengo que decirlo aunque no creo en estos actos televisivos, como algo decisivo, a la hora de votar. A pesar de no tener la experiencia de otros en los platós, Santiago Abascal se lució, fue al grano y comunicó muy bien sus propuestas. Ninguna suavización en el discurso, claro como siempre al hablar de la inmigración ilegal, de nuestras fronteras, de las fuerzas del orden, del gasto de las autonomías, de la sanidad, de la seguridad, de los autónomos, de las viudas, de la bajada de impuestos, de la soberanía nacional, de la ideología de género, de las manadas, de la memoria histórica y de la reconciliación de nuestros padres y abuelos. Muy a punto cuando le recordó a Sánchez y a Iglesias su golpe de Estado y sus crímenes de la República. Es de agradecer que un político mantenga siempre el mismo discurso esté donde esté. ¡Es tan poco corriente! Además, VOX ha roto tabúes y ha hecho que la gente se quite la mordaza de lo políticamente correcto y diga lo que antes callaba.
Casado no estuvo mal. No puede estarlo porque es brillante, pero le pesan los años de gobierno del PP, con muchas luces y otras tantas sombras, aparte de la corrupción, la inacción de las dos legislaturas de Rajoy en temas como Cataluña, ETA y sus presos, el aborto, la memoria histórica, amén de otros pactos inconfesables y el haber incumplido al pie de la letra el programa de campaña. ¡Cómo puede prometer Casado que a partir de ahora no van a dejar abandonados a los constitucionalistas catalanes! Por mucho que lo diga él y que su ninfa Cayetana pida perdón, es largo el camino que hay que desandar.
Creíamos que Rivera iba a llevar el perro que estos días lo acompañó en las redes, para camelar el corazón de los votantes, que no están muy por la labor de volver a prestarle su voto, pero optó por algo menos humano y mucho menos romántico: un duro adoquín con los que golpean a los policías en Barcelona. No si valió más que mil palabras, pero no estuvo mal el detalle. Estamos en guerra, con los golpistas amenazando con repetir el golpe contra el Estado, más de doscientos agentes heridos, sin que nadie ponga orden, porque les prohíben intervenir. Casi queman vivo al Rey y a la Princesita al grito de “ni rey ni miedo”, azuzados por el propio presidente xenófobo Torra. Pero eso son naderías, solo desórdenes callejeros, todo dentro de la normalidad. “Ya los jueces dirán si es otra cosa”, Marlaska dixit. Por cierto, los jueces que viven en Cataluña están siendo acosados, ellos y sus familias. Rivera habló de su tierra, dejada de la mano de los políticos y a merced de los separatistas de la jungla. No sé si habrá calado en los suyos. Por mi parte sigue con la misma nota, y lo siento.
Sin ninguna duda, el gran perdedor fue Sánchez: engolado, soberbio, repetitivo y el resto de apelativos que expresé en artículos anteriores. Recordó que cambiará la ley para meternos en la cárcel a quienes hagamos apología del franquismo y anunció que ilegalizaría a la Fundación Francisco Franco y que seguiría abriendo tumbas. ¡Como pez en el agua!
A pesar de mi opinión, hablar de si ganó un candidato u otro el debate, en función de la puesta en escena, me parece algo frívolo. Porque quien gana no debe ser la persona, sino las propuestas y la seriedad y confianza que inspira al exponerlas. Abascal hubiera ganado aun con el ojo de Solbes. Reconozco, no obstante, que el formato es una golosina periodística muy apetecible, eso sí, con muy pocos nutrientes para el ciudadano. A estas alturas, después de vivir casi tres campañas seguidas y múltiples intervenciones en directos y diferidos, después de tantos meses de totalitarismo socialista, cada quien debería saber a quién votar o, más en concreto, a quién no votar. ¡Qué hay que tener en la cabeza para votar a Pedro Sánchez, que es la mentira andante, la ineptitud y la ambición! ¿Qué más tiene que ocurrir? ¡Qué hay que tener en el corazón para votar a alguien íntimo de ETA como Iglesias, que ha confesado que le cuesta pronunciar el nombre de España!
Sin embargo, parece que estos debates envarados de lucimiento mueven conciencias. Hay incluso quien para darse la sorpresa a sí mismo decide el voto de camino a la urna. Siento cierta curiosidad por saber más sobre esa decisión/indecisión, si la razón última es una cuestión de interés personal o de conciencia. En definitiva, si fue un voto de calidad. Reconozco que es una expresión preconstitucional, dado que según nuestra Carta Magna todos los votos tienen la misma validez, aunque partamos de desigualdades intelectuales, morales y cognitivas. Digamos que la mayoría de edad no la marcan los dieciocho años.
Hemos visto que Sánchez, el gran perdedor de la noche, no actuaba como un candidato más, sino como el presidente en funciones. Hay que estar atentos a las maniobras de estos días, porque puede pasar de todo. Si se les pone difícil a través del CIS, el censo y el voto por correo, no sé qué tendrán preparado, porque los datos no dan. Ojalá me equivoque, pero no olvidemos que siempre tienen un plan B.