Crónica parlamentaria / El Afilador en el Congreso

Montoro, boquiabierto y a lo Montgomery Burns en el cara a cara entre Rajoy y Sánchez por el ébola

El PSOE pasa a la ofensiva por la gestión de la crisis sanitaria ante un Gobierno que se muestra seguro

De una caballerosidad exquisita, los socialistas han pasado a una ofensiva en toda regla por el contagio de Teresa Romero. En el hemiciclo se multiplicaban el 15 de octubre de 2004 las preguntas sobre este asunto dirigidas a Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría y Ana Mato. En los pasillos del Congreso algún malicioso comentaba el radical cambio de estrategia del PSOE con respecto a la gestión gubernamental de la crisis del ébola: «La de abajo ha llamado a Pedro Sánchez y le ha ordenado que meta caña». Pocos son los que dudan que el auténtico poder socialista está en la presidenta andaluza.

Y, como si quisiera recordárselo, la ministra de Sanidad iba vestida de bandera andaluza colocada en vertical. La camiseta blanca bajo una americana verde abierta reproducía las tres franjas de la enseña autonómica. Pero la indumentaria daba para otras comparaciones, y alguno destacó que recordaba a los famosos trajes de nivel 2 usados por el personal sanitario para evitar el contagio. Y lo cierto es que cualquiera diría que la mayor parte de los ministros querían evitar que Mato les transmitiera algún tipo de enfermedad tropical. Cuando le llegó el turno de responder a las preguntas de la oposición los escaños azules de su alrededor estaban vacíos.

En esa situación de soledad, Mato aguantaba los envites de la socialista Esperança Esteve, que, tras bajar el micrófono para poder inclinarse hacia delante para resultar más firme, le recriminaba que se hubiera negado a comparecer en un primer momento ante la Cámara Baja y fuera tan reacia a presentarse ante los diputados. La ministra se revolvía en su asiento y sacaba pecho de lo contrario. Presumió de haberlo hecho más que ninguno de sus predecesores, hasta en el triple de ocasiones que algunos ministros anteriores del ramo. Evitó, eso sí, especificar de qué partido eran los aludidos.

Poco antes, Pedro Sánchez había dicho a Rajoy que su Gobierno dejaba a los ciudadanos con la boca abierta con su gestión de la crisis del ébola, y el presidente le respondía que quién sí «deja a los españoles con la boca abierta es quien dice que hay que suprimir el Ministerio de Defensa». Y entre mandíbula caída y mandíbula caliente que uno y otro líder se arrojaban a la cara, había uno que no juntaba los labios. Era un ministro Montoro que escuchaba el intercambio con, en este caso sí, la boca abierta y las manos cruzadas en su característico gesto que tanto recuerda a Montgomery Burns.

Cuando el PSOE se ha lanzado a la ofensiva por el primer caso de contagio de ébola fuera de África es en el momento en el que el Gobierno se muestra más seguro en este asunto. «Este problema está encauzado», decía Rajoy, y en su discurso y el de Soraya había algo que parece indicar que la enferma va a recuperarse. Decían que «nuestra primera prioridad es salvar la vida de Teresa Romero» o que «estamos trabajando» para eso mismo. No delegaban, como hubiera ocurrido si el pronóstico fuera más grave, la responsabilidad en un genérico «los médicos están haciendo lo posible». Se respiraba triunfalismo gubernamental, hasta Soraya parecía crecer físicamente hasta una altura similar a la de Rajoy cuando replicaba con firmeza a un Antonio Hernando que se había dirigido a ella con la dureza de un rígido maestro enfadado que regaña a la niña poco aplicada.

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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