La mañana del 18 de febrero de 2015 se levantó fría en Madrid, y esa falta de calor contagió la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. No estaban muy animados ni los diputados de la oposición ni los miembros del Ejecutivo. Tal vez el éxito de convocatoria de Ciudadanos la noche anterior les tenía a todos algo preocupados.
Uno de los rifirrafes habituales en la Cámara Alta es el que protagonizan semanalmente el socialista Antonio Hernando y Soraya Sáenz de Santamaría. En esta ocasión se centró en la fiscalidad del sector cultural, si bien parecía que al del PSOE le preocupaba especialmente el sector del cine, tan afín a la izquierda.
La vicepresidenta ha dicho que «no ha sido fácil subir los impuestos», como si al Gobierno le hubiera supuesto un esfuerzo mayor que estampar unas firmas y publicarlo en el BOE, «pero había que arreglar muchos de los problemas que nos dejaron».
Soraya ha dado un carpetazo definitivo a aquello que decía el PP en la oposición de «acabar con la cultura de la subvención», para presumir precisamente de estar subvencionando el cine:
Las ayudas a la producción cinematográfica ahora son estables, y no es necesaria su prórroga anual.
Hernando no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad de demostrar que se preocupa mucho por los intereses de los Bardem, los Almodóvar y los Willy Toledo. Eso sí, prefería venderlo como que su interés está en otros oficios más humildes dentro del sector. Levantando el dedo, dijo:
La alfombra roja se pone una vez al año. Pero los 364 días restantes sus políticas han dado al traste con el empleo de carpinteros, pintores, electricistas, maquilladors, guionistas, músicos.
Adoptando, al fin, el tono de profesor cabreado con el que suele dirigirse a Sáenz de Santamaría, le espetó:
El 2014 ha sido un buen año para el cine español, excelente, un 25 por ciento de cuota de pantalla. Pero ha sido un año de éxito a pesar del Gobierno y de sus políticas.
Cuando ha dicho esta frase, los diputados sentados a su alrededor ha comenzado una curiosa coreografía. Pedro Sánchez y otros socialistas han comenzado a mover la cabeza de arriba a abajo a un ritmo perfectamente acompasado. No se sabía si se trataba de una bancada parlamentaria o un mostrador lleno de perritos de goma de esos que decoran los salpicaderos de algunos coches.
Hasta en dos ocasiones ha dicho Hernando eso de «a pesar de Gobierno», y en ambas este humilde cronista no ha podido evitar recordar que esa expresión es una de las firmas de Carlos Rodríguez Braun. Desconocemos si el portavoz socialista era consciente de esa coincidencia con uno de los más destacados liberales españoles, en este caso de origen argentino.
El otro gran protagonista de la jornada ha sido una vez más Cristóbal Montoro, al que sus compañeros del Gobierno habían dejado ya en una casi absoluta soledad. Entre él y Wert, el más cercano de los pocos ministros que quedaban, había muchos escaños azules vacíos.
El socialista Joaquín Puig Ferrer recriminaba al ministro de Hacienda que el Ejecutivo no tratara bien a la Comunidad Valenciana. Montoro, gesticulando más de lo habitual, respondía en tono chulesco:
Se levanta uno y este Gobierno maltrata a Andalucía, se levanta otro y este Gobierno maltrata a la Comunidad Valenciana, se levanta otro y este Gobierno maltrata a La Rioja. ¿A quién trata este Gobierno? A veces me hacen dudar ustedes si el Gobierno de España es el de los españoles.
Se lo dejó muy fácil a Puig Ferrer:
Efectivamente, maltratan no solamente a los valencianos. Maltratan a todos los españoles. Su Gobierno es un Gobierno maltratador.
Terminado el cara a cara con Puig Ferrer, no había lugar para el descanso de Montoro. Pedro Saura era el segundo socialista que se lanzaba contra contra el de Hacienda, al que echó en cara las filtraciones de su ministerio.
El interpelado respondió presumiendo de la eficacia de la Agencia Tributaria y negó que existieran filtraciones sobre las investigaciones. Curiosamente, en esta ocasión decidió dejar en paz a los medios de comunicación —Montoro vuelve a la carga contra los medios y sus «titulares con determinada intención»–, y no les acusó de titular con mala intención.
Saura no estaba dispuesto a soltar su presa:
El problema suyo no es que solamente hable. Es que además, y es lo más preocupante, es que filtra y amenaza. Y amenaza con dossiers tributarios, siempre con información privilegiada por su parte, a tertulianos, a periodistas, a políticos. Eso sí, a políticos siempre de otro signo distinto al suyo.
Acto seguido ha pasado a poner ejemplos, con fechas concretas, de las numerosas amenazas lanzadas por Montoro contra políticos, medios y actores. Ha terminado, sin osar pronunciar su nombre, la amenaza «a otros partidos que no están en esta Cámara».
Cuando hacía esta referencia a Monedero y Podemos, Montoro adoptaba su característico gesto a lo ‘Mr. Burns’, con sonrisa malévola y las manos una sobre la otra.