Hay quien asegura haber visto que los leones de bronce del Congreso han girado su cabeza con cara de susto para ver qué estaba ocurriendo a sus espaldas el 11 de marzo de 2015. El ambiente estaba muy caldeado en el Hemiciclo, de haber aumentado un poco más la tensión la cosa podría haber terminado como esas sesiones de los parlamentos coreano y taiwanés que de vez en cuando se cuelan en los informativos de televisión del resto del mundo.
Cierto es que en España no debe de haber tanto diputado ducho en artes marciales, así que la cosa sería un poco menos espectacular y más chusca. Pero de todos modos no se ha llegado a esos niveles. Ha habido, eso sí, mucho grito, abucheo, insulto… Sólo faltaban unos cánticos para que pareciera un enfrentamiento entre hinchadas entregadas durante un partido de fútbol.
Cierto es que la sesión de control arrancó con un minuto de silencio en recuerdo de las víctimas del 11-M, pero la cosa se calentó hasta llegar a extremos de patio de colegio. Se notaba que era la última sesión previa a las elecciones andaluzas y los grupos se dedicaban a hacer campaña.
Pedro Sánchez se lanzó a preguntar a criticar a Rajoy por la gestión de la respuesta a las inundaciones en Aragón. Aprovechando que el Ebro pasa por Zaragoza, en este caso no era el Pisuerga por Valladolid, sacó a colación la Gürtel y los trapos sucios del PP. El presidente del Gobierno, a cuyo lado una Soraya sentada apenas le alcanzaba la altura de la cintura, le replicaba con los ERE y los socialistas andaluces investigados.
Entre tanto trapo sucio y con un gallinero, pues no parecía otra cosa el Hemiciclo, ruidoso, perdió toda la gracia la frase con la que Rajoy pretendía ser ingenioso a la hora de criticar la visita de Sánchez a Aragón por la crecida del Ebro: «Usted fue allí a ver si pescaba algo».
Terminado el intercambio de artillería, y cuando el ambiente se había calmado a la espera de la siguiente pregunta, la socialista Isabel López Chamosa comenzó a gritar unos improperios ininteligibles que se ganaron una general reprobación.
Foto: Europa Press.
El cara a cara entre el socialista Antonio Hernando y Sáenz de Santamaría, a costa de la independencia judicial, mantuvo el tono crispado y el ambiente de hinchadas futboleras por parte del resto de los diputados. Y la vicepresidenta del Gobierno se creció ante ello. Con una sonrisa malévola y una tranquilidad capaz de crispar al más calmado, proclamó:
Señores del Partido Socialista, les veo muy excitados.
Tal era el tono de toda la sesión que hasta Morenés, que compite con Catalá por el título de ‘Gran Soso Man’ del Gobierno, se ha mostrado duro y hasta chulesco con Irene Lozano, y de paso con toda la oposición. La de UPyD llevó a la Cámara Baja el caso de la comandante Zaida Cantera, que tras llevar a un mando ante los tribunales por acoso y conseguir su condena sufrió presuntamente todo tipo de persecuciones por otros superiores suyos.
Lozano arrancó con fuerza en su pregunta, teniendo a Cantera y su familia como testigos en la tribuna de invitados. Hizo una afirmación contundente:
Lo sangrante de este caso es que la comandante podría ser enviada hoy a zona de operaciones, a una misión internacional, donde podría ser enviada a combatir, podría recibir la orden de combatir y podría morir en ese combate defendiendo la libertad y la seguridad de todos nosotros. Defendiendo también su libertad y su seguridad, señor ministro. Ella podría morir por usted, y usted no movió un dedo por ella.
Acto seguido pidió la dimisión del Ministro de Defensa. Morenés no respondió a esta primera pregunta refiriéndose al caso concreto de la militar nombrada, sino presumiendo de lo que hace el Ejecutivo para evitar el acoso sexual en el seno de las Fuerzas Armadas. Lozano, visiblemente cabreada, volvió a pedir la dimisión del ministro de Defensa.
Foto: Europa Press.
Morenés ahí empezó dejar de lado su habitual tono plano. Arrancó diciendo acusando a UPyD de «impostura y circo mediático». Se ha ido creciendo:
Le pido que deje de manchar el buen nombre de nuestras Fuerzas Armadas en su búsqueda de autopromoción en la venta de un libro. Usted ha citado una enfermedad que yo tenía en un abierto artículo que ha publicado. Mi enfermedad se ha pasado, la suya no. La suya es la bajeza moral y es consustancial a su persona.
Tras sentarse, Morenés, con un enfado monumental, señaló hasta varias veces más con el dedo a Lozano. Pero eso no fue lo peor. Sin cortarse un pelo, se llevó un dedo a la boca en señal de silencio y le volvió a señalar.
Posteriormente pediría perdón por el gesto, pero negaría que le estuviera ordenando callar y dijo que era por el ruido que había en el Hemiciclo.