En un caluroso mes de julio del año 2011, el ministro de Industria, Miguel Sebastián (PSOE), se presentaba en el Congreso de los Diputados sin corbata, motivo por el que le cayó una tremenda reprimenda del Presidente de la Cámara, José Bono:
Agradezco a los que vienen con corbata a la Cámara porque así me ayudan a poder mantener la disciplina de vestido con los sugieres que están con chaqueta y corbata obligadamente, y si alguno no estuviera, tendría la obligación de sancionarlo.
Pero no era la primera vez que se daba este conflicto entre Bono y Sebastián a lo largo de la legislatura, porque tres años antes, en 2008, fue la primera ocasión en la que el Presidente de la Cámara había invitado al ministro a encorbatarse, llegando a regalar una corbata del Congreso a Sebastián —Sebastián seguirá sin corbata en el Congreso, «diga lo que diga Bono»–.
Después de todo aquello, ¿qué diría hoy José Bono si se encontrara en la Cámara como máximo mandatario a diputados con rastas como Alberto Rodríguez, casi en chándal, el más arreglado con jersey, niños lactantes, abrigos sobre las butacas de los escaños, etc.? O más allá, ¿cómo habría procedido José Bono si hubiera notado un hedor insoportable en la Cámara, como explica con detalle Pilar Cernuda —Pilar Cernuda tacha de guarros a los podemitas del Congreso: «¡No aguanto que huelan mal!»–? Y la pregunta definitiva, ¿cómo gestionará Patxi López todo esto como nuevo Presidente del Hemiciclo?
Seguramente cuando José Bono ofreció su casa para un encuentro secreto entre Zapatero y Pablo Iglesias, no pensó que el devenir de los acontecimientos llevaría al Congreso a decenas de diputados completamente antagónicos no solo en pensamientos sino también en formas, a las señorías que hasta ahora han poblado, con traje y corbata, sus escaños —José Bono: «No nos reunimos Zapatero y yo a cenar con Pablo Iglesias para hacer daño a Pedro Sánchez o a Susana Díaz»–.