No es Mariano Rajoy la versión hispana de Winston Churchill y ni siquiera de Margareth Thatcher, pero comparado con Pedro Sánchez, Pablo Iglesias e incluso Albert Rivera, parece una mezcla de Adenauer, Kennedy y Julio César.
Se la volvieron a poner a huevo Psoe y Podemos, y el presidente del Gobiuerno les ha dado un repaso de libro en el Congreso, cuando supuestamente iba a ser crucificado a propósito de la la financiación del PP y de sus vínculos con la trama Gürtel.
Ha repartido Rajoy a diestro y siniestro. A la portavoz del PSOE, Margarita Robles, que empezó la maána muy ufana, le recordó que ella también declaró como testigo en el ‘caso Lasa y Zabala’ y él no la reprochó nada:
«¿Es que ahora ya no puede uno ser testigo en un tribunal?».
Rajoy pide que se respete la presunción de inocencia y que todo el mundo se aplique el mismo criterio: «La falta de equidad es muy mala para luchar contra la corrupción».
Con todo, quien más palos y más fuertes se ha llevado ha sido Pablo Iglesias, que fiel a su trayectoria parlamentaria, no ha dado la talla y eso que en teoría lo tenía fácil.
El presidente volvió a retar a la oposición a que presente una moción de censura si quiere pedir explicaciones.
Y no se confromó con eso. Apuntando a la línea de flotación de Podemos, que sigue apoyando a los verdugos y torturadores chavistas, Rajoy afirmó desde la tribuna que si hubiera un partido financiado por Venezuela e Irán le gustaría que hubiese una comisión de investigación.
Y partido hay y todos en los escaños sabían perfetacmente su nombre, aunque algunos sigan a la espera de lo que revele al respecto la exfiscal venezolana.
La cara que se les quedó a un gesticulante Iglesias y a sus irritados compinches fue todo un poema.