El trepa o la puñalada aplicada a la política hacen el país que tenemos
Los ciudadanos no fijan las líneas rojas que no pueden atravesar los políticos. Esta es una de las conclusiones a la que llega Daniel Montero después de analizar las ventajas de las que goza la clase política. La causa, explica, es nuestra «falta de conciencia» sobre los derechos de los que dispone el ciudadano para «controlar a la clase política».
Para Montero, la relación entre servicio público y política se perdió en el momento en que se creó la figura del político profesional.
«Personas que llevan 20 años viviendo de un partido que ya no saben hacer otra cosa. Así, el trepa, la puñalada se aplica también a la política como herramienta de aquéllos para medrar. Esto nos una idea del país que tenemos».
En «La Casta. El increíble chollo de ser político en España» (Esfera de los libros) se describen pasajes que demuestran como la clase política ha creado una estructura para protegerse así misma. Tres ejemplos:
• Financiación: Se han abierto líneas de crédito para pagar las campañas electorales a través de las Cajas de Ahorros. Cajas de Ahorros controladas por los propios partidos que gobiernan en una u otra Comunidad Autónoma.
• Tribunal de Cuentas: este organismo regula, entre otras cosas, el gasto de los partidos políticos. Pero cuando hace un informe detallando sobre aquella información que los partidos omiten es la mesa del Congreso y del Senado la que decide las sanciones. Así, son los partidos políticos los que dictan qué sanciones se ponen a ellos mismos.
• Código del buen gobierno: es un marco deontológico para aplicar a los miembros del Ejecutivo «que tiene truco». Ningún juez puede perseguir a alguien por incumplir un código ético. Además, «si llamas a un ministerio no hay noticias de alguien haya sido sancionado alguna vez».