José Antonio Griñán mantiene el bastión socialista de Andalucía gracias a que los andaluces no han querido confiar en las políticas de recortes del gobierno de Rajoy. Podrá gobernar, pero tendrá que hacerlo en coalición con Izquierda Unida y bajo la batuta ideológica de esta formación.
Andalucía sigue siendo progresista aunque menos socialista que antes. Rubalcaba, que hasta hace una semana tenía preparado el repuesto de Griñán, esperando un batacazo, ahora también hace propia la victoria asegurando que es la labor de «oposición útil del PSOE en el Congreso» lo que ha conseguido resistir en la zona.
Griñán se encargará de recordarle que él no apoyó su candidatura sino la de Carme Chacón. Ahora el presidente andaluz acumula el máximo poder dentro del partido pues es Presidente del PSOE nacional y Presidente de la Junta.
Tras las elecciones en Andalucía y Asturias el panorama de los dos grandes partidos nacionales es de un optimismo forzado que trata de ignorar la pérdida masiva de votos. El único que puede sacar pecho es IU que ha obtenido más votantes y dobla su presencia parlamentaria. Estos resultados provocan que en Extremadura, los socialistas planteen una moción de censura para gobernar en coalición con IU.
Tras estos resultados el PSOE todavía podrá gobernar en Andalucía y hasta puede reconquistar Extremadura y Asturias. Un balón de oxígeno muy oportuno y un rechazo de plano a las políticas antisociales del gobierno de Mariano Rajoy.
Este inesperado aliento al extenuado socialismo de los últimos diez meses, da alas a la dirección del PSOE para promover una moción de censura en Extremadura, donde Izquierda Unida no quiso pactar con el PSOE y concedió el gobierno al Partido Popular.
En Andalucía, aunque la lista más votada fue la del Partido Popular de Javier Arenas, una vez más los andaluces le «cerraron las puertas de la gobernabilidad». Por cuarta vez consecutiva Arenas se quedó fuera de juego.
En cambio Antonio Griñán, cuyo repuesto ya estaban preparando en Ferraz, por claro enfrentamiento con Alfredo Pérez Rubalcaba, mantuvo bien sus posiciones y podrá formar un gobierno de coalición. En román paladino, el PSOE seguirá gobernando en Andalucía, a pesar del desgaste de treinta años, de múltiples corruptelas y del escándalo de los ERE.
En Asturias los socialistas de Javier Fernández, cuya lista ha sido la más votada, están a la espera del escaño del voto emigrante para tratar de formar gobierno en coalición con Izquierda Unida, que también allí, como en Andalucía, ha doblado su presencia.
El escaño bisagra, en este caso, es el único conseguido por UPyD, lo que daría, a este pequeño partido la llave de la gobernabilidad . Eso hace que los motores de Ferraz sigan calientes y en palabras de Rubalcaba: «los líderes de Andalucía y Asturias tienen carta blanca para hacer las coaliciones que crean convenientes»
En Génova, cuartel general del PP, se les ha quedado la cara de cartón piedra y la sonrisa tan congelada como la de Arenas que, desde el balcón de Andalucía apenas repetia la palabra diálogo y diálogo, puesto que el discurso que tenía preparado era acorde con unos resultados más optimista. Los populares estaban convencidos, según apuntaban todos los sondeos, a que conseguirían, o al menos rozarían la mayoría absoluta.
A pesar de la muy criticada medida de retrasar los Presupuestos, y las duras medidas que seguramente se anunciarán esta semana, para no condicionar las elecciones, los andaluces han dicho claramente que «no confían en el Gobierno de Rajoy». Y esta es precisamente la lectura que evitan hacer todos los dirigentes y portavoces populares.
Por apuntarse a caballo ganador y sacar pecho de los resultados, hasta Alfredo Pérez Rubalcaba lo hace sacando la sonrisa y escondiendo, a la vez, la preocupación de que un enemigo de la talla de Antonio Griñán acumule en este momento tanto poder.
Haciendo de la necesidad virtud, cuando su Ejecutiva estaba ya buscando un sustituto para Griñán, a quien mantuvo por puro compromiso, tras el Congreso socialista de Sevilla de este mes de febrero, Rubalcaba fecilita al líder andaluz y acto seguido atribuye también la resistencia de los andaluces y la «victoria» a su política de oposición «util» desde el Congreso de los Diputados.
La falta de empatía entre ambos líderes y la divergencia de posiciones y pensamientos se puso de manifiesto cuando Griñán mostró su apoyo a la candidatura de Carme Chacón.
Rubalcaba no le perdona que estuviera a sólo nueve puntos, de entre mil delegados, de no ganar la Secretaría General del PSOE, lo que hubiera considerado una humillación ya que, la plana mayor, felipista e históricos de siempre, le apoyaban.
Los votos andaluces contra Rubalcaba son una espina difícil de digerir ahora que el cuartel general de la resistencia socialista se ha implantado precisamente en Andalucia, feudo de González, Guerra, Chavez y otros históricos que se pusieron del lado de Rubalcaba, negando a Chacón y Griñán.
Como todos, el Secretario General de los socialistas españoles esperaba un batacazo electoral este 25 de marzo, y un momento para arreglar cuentas. Las tornas se han dado la vuelta y esta nueva situación que es causa de alarma en la Ejecutiva de Ferraz, es causa de fruición entre muchos de los líderes del PSOE y algunos barones que apoyaron a Chacón, como Barreda, Gómez, López Aguilar, Narbona, Matilde Fernández, Borrel, Camaño, Barranco y un larga lista de renovadores. Al fin y al cabo, el único presidente socialista que queda en pie es uno de los suyos.
Si como resultado del pacto de Andalucía el secretario general del PSOE extremeño Guillermo Fernández Vara, promueve con Izquierda Unida una moción de censura para arrebatar el poder al Partido Popular, este nuevo panorama del mapa electoral sí sería muy favorable a Rubalcaba quien se encontraría con un regalo no esperado.
En este sentido se apunta a ser extraordinariamente abierto con cualquier posición que sus barones adopten en pos de conseguir la gobernabilidad perdida o en el caso de Andalucía, que se daba por perdida. Una luz se abre para el socialismo español y quizá sea el punto de inflexión para salir de la depresión en que estaba sumido.