Alfredo Pérez Rubalcaba, con su impecable hoja de servicios económicos y presupuestarios a España, acude hoy al «saloon» de plenos del Congreso de los Diputados a dirimir, con Cristóbal Montoro, cuál de las dos políticas presupuestarias sobra en este pueblo, forastero.
El guión de España, en estos tiempos de penumbra, convertiría al peor «espaguetti western» en un digno candidato a Óscar de Holywood. El decorado es más falso y canta más que el Desierto de Tabernas en Almería. Los actores van a desenfundar revólveres de plástico con balas de fogueo. Y los extras, o sea, sus señorías, van a estar más pendientes de sus cuentas de twitter que de la cuentas del Estado.
Alfredo va a desenfundar los recortes como arma de destrucción masiva, Cristóbal va a desenfundar la «herencia recibida» como escudo antimisiles y, el pueblo, a través de la opinión publicada, decidirá mañana quiénes son los buenos y quiénes los malos de esta película de serie B.
Hoy hay duelo presupuestario en el OK corral del Congreso. Sobre las cinco en punto de la tarde, esa hora taurina en la que los diestros aspiran a dar la vuelta al ruedo o a salir en camilla hacia la enfermería. Lo que nadie puede negarle a Rubalcaba, que acaba de salir de una grave cogida electoral hace cuatro meses, es osadía, o quizá amnesia transitoria, para presentarse en la plaza con el informe de Euroestat que lo acredita como cómplice de la gran mentira del gobierno Zapatero sobre el déficit de España en 2011.
Va a poner por delante, como patéticos escudos humanos, estudiantes con la espada de Damocles de la subida de tasas sobre sus cabezas, trabajadores como víctimas propiciatorias de la Reforma Laboral, funcionarios que tienen que hacer más horas por el mismo precio, docentes con reproches cuantitativos (número de alumnos, número de horas) y sin autocríticas cualitativas sobre la enseñanza, jubilados, juntos y revueltos (los de bajas pensiones, los de pensiones máximas), como un tótum revolútum en forma de arma arrojadiza contra un gobierno orteguiano que no puede ser él, sino sus circunstancias.
El problema de su oponente, Cristóbal Montoro, es que le gusta mucho escucharse y presta menos atención a que le escuchen. Que va a intentar demostrarle al personal lo que sabe sobre ingresos y gastos, sobre Hacienda Pública, sobre Presupuestos, y quizá se olvide de explicarle a los estudiantes, a los trabajadores, a los funcionarios, a los docentes, a los jubilados, a los parados, a más de la mitad de los españoles puteados por la crisis, que su improvisado, solidario y apasionado defensor de causas perdidas, ha sido precisamente su verdugo. Que, apenas hace unos meses, estaba sentado a la derecha de Zapatero, con Elena Salgado a su izquierda, jurándole al país, a Europa, al mundo, que el déficit de España 2011 estaba en el 6%
Rubalcaba será técnicamente un jubilado dentro de cinco años, cobrará una pensión de 2.400 euros y, los españoles en general, los jubilados de medias y bajas pensiones en particular, deberían tener derecho a saber si su señoría considera injusto que tenga que destinar un pequeño porcentaje de sus ingresos a la sostenibilidad del servicio público farmacéutico. ¿Todos los jubilados son iguales o hay jubilados de pensiones mínimas, de pensiones medias y de pensiones elevadas? Esa es la cuestión. Lo demás es demagogia de usar y tirar.
No debe ser verdad que la mentira tiene las patas muy cortas. Que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Si no, el PSOE no le habría permitido a Rubalcaba, el ex vicepresidente primero de Zapatero, subirse a la sagrada tribuna de un Congreso a cargarle el muerto de su gobierno saliente al nuevo gobierno entrante.
Mañana, después del espectáculo que se va a representar en el gran teatro del Congreso de los Diputados, sabremos si la mentira es lo único que cotiza al alza en una España en la que todo cotiza a la baja. Si los recortes del presente no dejan ver el frondoso bosque de incompetencia, de derroche, de frívola y clientelar política presupuestaria del pasado reciente.
Un PSOE que ha hundido el «estado de bienestar» de éste país disparando con pólvora del rey, hace ahora borrón y cuenta nueva y se concede a sí mismo amnistía política, económica y social. Es discutible si el gobierno Rajoy lo puede hacer mejor; pero parece indiscutible que el gobierno Zapatero no lo podía haber hecho peor. Y lo curioso es que, la mano derecha de ZP, era precisamente éste químico cántabro que pretende utilizar a los españoles como cobayas en su laboratorio electoralista.
Quizá en la universidad no le enseñaron que, los experimentos, cuando se trata de seres humanos, se hacen con gaseosa.