Juan Rosell no tiene el ‘tirón’ de María Dolores de Cospedal. La carpa que acoge las conferencias de esta edición del Campus FAES no mostraba un aspecto tan abarrotado a las 4:10 de la tarde del 29 de junio de 2012 como al mediodía –Aznar juega en casa y Cospedal apunta sin dar nombres–.
Al siempre aletargarte efecto de una sobremesa estival, se suma el hecho objetivo de que para muchos de los asistentes no tiene el mismo atractivo escuchar -y puede que, en algunos casos, ser visto escuchando-a la número dos del partido en el que se milita que al presidente de la CEOE. Añádase un tercer factor: la sesión ha empezado con veinte minutos de antelación, decisión que parece haber sido tomada sobre la marcha, para incluir un panelista imprevisto: el ex presidente mexicano Ernesto Zedillo.
El antiguo mandatario mexicano comenzaba su intervención bromeando con su amigo Aznar: «Me alegra ver que hay vida después del Gobierno. La hay en tu caso, y también en el mío». Después arrancaba una breve intervención con mayor peso argumental que las escuchadas hasta ese momento: menos política y más de fondo. Alertó de que lo que está en juego ahora mismo en España «es la supervivencia misma del modelo europeo» y con él el objetivo de lograr una integración económica global. Y vinculó esta última con el proyecto de lograr «la paz perpetua». Esto última ha sido la primera apelación a unos ideales e ideas liberales de los que se solía hacer gala en el Campus FAES pero que todavía nadie había reivindicado hasta la intervención de Zedillo.
Y mientras Zedillo hablaba, por el jardín y los pasillos del hotel donde se celebra estas jornadas, así como en alguna sala reservada a la organización que tenía abierta la puesta, podían verse algunos destacados miembros del PP y de FAES que por la mañana escucharon a Aznar y Cospedal. Para ser justos, otros sí estaban en la carpa atendiendo a las palabras del mexicano. Otros, es de suponer que acuciados por las obligaciones de cuando se está en el poder, ya habían desaparecido. Sin embargo, otros, como un goteo van apareciendo.
A primera hora de la tarde entra en el hotel, acompañando al último ponente del día, Arthur B. Laffer, entra en el hotel el consejero de Economía y Hacienda de la Comunidad de Madrid, Percival Manglano. Antiguo empleado de FAES, se muestra realmente cómo en el Campus. Y un detalle de agradecer en la política española. No sólo tiene nombre de pila de caballero de la artúrica mesa redonda (algo anecdótico, a la postre), conversa de forma fluida en inglés con Laffer. Aunque no con la misma fluidez, Aznar demuestra que aprender inglés es posible en la madurez. Al acompañar a Zedillo a la salida del hotel, Manglano le presenta al estadounidense y mantienen una breve conversación.
Algo después, cuando ya estaba avanzada la intervención de Rosell, podía verse a Gabriel Elorriaga cómodamente sentado leyendo la prensa en un sillón de la zona reservada a la organización. Se ha desplazado hasta Navacerrada para escuchar al ponente estadounidense. Mientras conversaba de manera informal con Periodista Digital, un relajado Aznar pasa a su lado y en tono alegre le dice: «Entra a escuchar a Laffer, es muy interesante». En aquel momento estaba comentando a PD que es optimista con la negociación europea, cree que desde Bruselas llegan buenas noticias pero también reconoce que los efectos pueden tardar. Reconoce que la anterior ‘manga ancha’ (no utiliza esta expresión) con Grecia pone las cosas más difíciles a países como España.
¿Y qué se perdía que estuviera diciendo el líder de la CEOE? Abiertamente europeísta, defiende cesiones de soberanía a Bruselas. A pesar de mostrar ciertos puntos de optimismo, y de llamar a «evitar el pesimismo», se muestra crítico con muchos elementos de la economía y el sistema político español. Eso sí, pide confianza en el Gobierno central, los autonómicos y los municipales.
Dice: «No soy partidario de incrementar impuestos, al contrario, al revés». Más tarde, en esa línea asegura que a los empresarios les disgustó medidas como la subida del IRPF y del IVA (como si ya fuera un hecho, a no ser que se refiriera a la aprobada por ZP), para acto seguido, asegurar que era necesario. Mostraba crítica y elogio entremezclados y aparentemente contradictorios. A pesar de todo, suyas han sido las frases más contundentes que se han escuchado en Navacerrada a lo largo de la jornada. Algunas perlas:
«Que entre BOE y comunidades autónomas tengamos más de un millón de páginas, no puede ser».
«En estricta legalidad, si quieres traer un caballo a Barcelona desde Huelva es una semana [por los controles que impone cada comunidad].
[Con el estado del bienestar] «se nos ha ido la mano, porque hemos metido mucho dinero sin hacer planos».
Ha pedido una reestructuración importante de los gastos del Estado. Dice que no hay que «recortar» pero sí adelgazar. Se muestra partidario de «una mejora en la gestión, que es manifiestamente mejorable». También ha abogado por una reforma profunda de la negociación colectiva, de la que ha dicho que «es del siglo pasado, del Franquismo, y no funciona». La de Rosell ha sido una intervención con ligeras críticas generales y guiños claros al poder.
No deja de tener cierta ironía la elección de Laffer como ponente. Algún mal pensado podría pensar que es un tirón de orejas de FAES al PP o, directamente, de Aznar a Rajoy. Este ponente es el creador de la teoría que se refleja en la denominada «curva de Laffer», que se fundamenta en la idea de que bajar impuestos incrementa los ingresos del Estado. Desde su punto de vista, la subida del IRPF y, por tanto, del IVA son un error.
El estadounidense se extiende en explicar su teoría. Explica que bajar impuestos tiene un efecto cascada positivo al estimular el trabajo y la producción. Alerta de los efectos negativos de subir los impuestos y del gasto público. Rechaza que este último pueda estimular la economía, pues ese dinero ha sido antes sacado de los ciudadanos.
Si en la carpa de FAES hubiera algún miembro del área económica del Gobierno de Rajoy, no sabría donde mirar. Laffer ha dicho que hay que eliminar el impuesto de sociedades y el IRPF, “que son impuestos asquerosos”. Ha defendido que sí debe existir el IVA, pero ha dado una cifra: “¿se imaginan que hubiera un IVA con un tipo único del 12,5%? Sería maravilloso”. También ha arremetido contra el rescate a las empresas con dinero público, ha dicho que sólo se rescata a las malas empresas, a costa de los impuestos de los ciudadanos y de las empresas que trabajan bien. Defiende que a las malas empresas hay que dejarlas caer. En cierta sede de Gobierno no demasiado distante de Navacerrada, estas teorías no parecen ser compartidas.