¿De verdad Jorge Fernández es todo eso que le llamó Federico Jiménez Losantos? ¿Tenemos un Ministro del Interior que es una ruina política, un escombro intelectual, un zoquete? Y en el hipotético caso de que tuviese razón el veterano orador radiofónico, ¿no deberíamos estar ya acostumbrados a ministros de esas características?
España se ha convertido en uno de los mayores productores mundiales de ese tipo de especímenes, como demuestra un somero repaso a las listas recientes de ex ministros y ex ministras. Entonces, ¿por qué FJL ha entrado de repente en erupción volcánica?
Losantos enciende la mecha
Este látigo radiofónico de los infieles suele flagelar a todo lo que se mueve. Pero sólo de vez en cuando con tanta saña. Lleva años practicando el tiro al ministro, pero pocas veces con tan evidente intención de matar dos pájaros de un tiro. Porque cuando en este país suenan los disparos en asuntos de terrorismo, de Gales, de ETA, de Al Qaedas, de víctimas y de verdugos, ya se sabe que se está practicando la «caza mayor». Que, en realidad, se está intentando derribar al Air Force One.
El motín de los «pata negra»
¿Qué ha pasado aquí? Mejor dicho: ¿qué pasó allí, entre Mayor Oreja y Jorge Fernández, con puyazos de Esperanza Aguirre, acotaciones al margen de Ruíz Gallardón y silencios galaicos de Rajoy? Pues lo que lleva pasando en la derecha española desde que Aznar le dejó la silla a Mariano. Se ha roto otra tregua.
Se ha reanudado la guerra interminable. La derecha «pata negra» no soporta el «apartheid» al que le ha sometido Mariano. Les ha ninguneado, no ha respetado los escalafones, ha dejado un cupo para viejos y viejas amigas, ha sacado de la chistera Sorayas, Cospedales, Moragas y Nadales y se ha inspirado en los currículos académicos para formar un gobierno al que le birlan YPF, le torean en las aguas de Gibraltar y lo distraen con zanahorias en Bruselas.
Los «pata negra» han dicho basta. Se habían mordido la lengua desde el Congreso de Valencia, se tragaron sapos en el Congreso de Sevilla, honraron en silencio a sus caídos, sus Acebes, sus Pizarros, sus Ratos.
Pero Bolinaga ha sido la gota que ha colmado el vaso. Por ese aro se han negado a pasar y han reiniciado las hostilidades con un conato de motín a bordo. Y ahí es donde entra la voz que clama en el desierto de EsRadio: FJL suele lanzar tradicionalmente el primer cañonazo radiofónico cada vez que se reinicia la guerra civil latente en la derecha española.
¿Se puede «balcanizar» el centro-derecha español?
¿Es la definitiva? ¿Ha empezado a escribirse al fin la crónica de un divorcio anunciado? ¿Estamos asistiendo a la irreversible Balcanización de un centro-derecha español que lleva décadas soportando un matrimonio de conveniencia? ¿Es sólo un juego de tronos, un nuevo duelo en el OK corral por el poder, o el proceso definitivo de separación por incompatibilidad de caracteres, de fundamentos ideológicos y de principios programáticos?
Esta tesis, planteada hace apenas un año, sería una utopía. ¡Imposible imaginarse que lo que había unido Fraga pudiese separarlo el hombre o la mujer! Pero vivimos los tiempos más convulsos de España desde la restauración de la democracia.
En los partidos, como en los hogares, cuando la miseria entra por la puerta el amor sale por la ventana. Y tras cuatro años soportando una plaga a la egipcia de vacas flacas, de incertidumbres, de transformaciones sociales, económicas y políticas que van a ratificar aquella profecía de Alfonso Guerra: «a este país no le va a reconocer ni la madre que lo parió», ha llegado el momento de despojarse de todos los corsés que comprimen a la sociedad española desde la transición.
Ha llegado la hora de rematar de una vez por todas a Franco, de ahuyentar a los fantasmas del pasado que han seguido entrometiéndose en la historia de los vivos, de meterle el bisturí a una Constitución preventiva y acomplejada que ha impuesto el catenaccio en vez del juego colectivo ofensivo y de cambiar el monótono y obsoleto escaparate donde se marchitan las ofertas políticas. Resulta enfermiza la convivencia entre españoles que pueden elegir entre dos izquierdas de ámbito nacional y españoles que sólo pueden elegir entre una sola derecha, la abstención o el mariposeo electoral.
Belén Aguirre y Fran Rajoy
Debe hacer mucho frío fuera del PP. Pero debe ser insoportable la convivencia ahí dentro, entre los que se sienten orgullosos y los que se sienten avergonzados de ser de derechas.
El culebrón permanente de rupturas y reconciliaciones entre Esperanza y Mariano, entre la derecha con cafeína y la derecha descafeinada, empieza a correr el peligro de competir con Belén Esteban y Fran en los programas de corazón. Esto, la política, no es una copla. Es agotador este juego perverso de Génova, en el que ambas partes, tras tirarse una vez más los trastos a la cabeza, acaban siempre tarareando: «ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio»
Moncloa ha impuesto hoy el «toque de silencio» en el gallinero Popular. No quiere que el cacareo se convierta en la banda sonora mediática durante la visita de Ángela Merkel. Pero los gritos del silencio del conglomerado conservador español se oyen en Berlín.
No importa que el feo asunto Bolinaga sea un peaje político, la flaqueza ministerial de un zoquete o el reflejo de la «hoja de ruta» de Rajoy en medio de un pulso entre interpretadores de la Ley.
Fundamentalmente, y sin la mínima intención de herir la sensibilidad de las víctimas, es un síntoma inequívoco de que la oferta monopólica de Génova, 13 se le ha quedado pequeña a la demanda de una parte de la sociedad española que se siente más cómoda sin necesidad de poner su intermitente ni a la derecha ni a la izquierda tópicas.