A falta de un debate consistente sobre los estudios económicos que cada grupo político debería haber hecho sobre los Presupuestos Generales del Estado para el año 2013, la atención en el Congreso de los Diputados estaba pendiente de otras cosas: Los Supuestos Previos del Estado, esas premisas no económicas sobre las que se asienta la estabilidad nacional.
Resueltas las votaciones de todas las enmiendas con la mayoría absoluta del PP, conocidos los resultados electorales en Galicia y en el País Vasco y expectantes ante las derivas nacionalistas de algunos vascos y algunos catalanes, el interés ayer se concentraba en torno a la realidad del PSOE, el primer partido de la Oposición que, aunque tenga dificultades internas, debe contribuir a lograr el equilibrio y a mantener la estabilidad.
La expectación, ya mucha y arrastrada desde hacía tiempo, fue en aumento cuando desde el Grupo Socialista Parlamentario se anunció que Rubalcaba, retraído en los últimos días, iba a comparecer en la Sala de Prensa del Congreso, en vez de cumplir el trámite con el «pantallazo» habitual frente a la ya muy conocida pared del Salón de los Pasos Perdidos.
Si Rubalcaba optaba por ofrecer una rueda de prensa formal, ante las cámaras de televisión y buscando la concurrencia masiva de periodistas, podría ser debido a que el «líder de la oposición» estaba dispuesto a ofrecer una noticia importante, quizás la noticia socialista de la legislatura.
Después de los batacazos electorales del PSOE en las últimas elecciones, y oídas las opiniones generales del mundillo del primer partido de la oposición – aunque en sordina, sotto voce y te lo digo off the record porque, compréndelo, yo no puedo decir esto -, cabía la posibilidad de un anuncio importante, quizá la dimisión del «líder conductor de los fracasos electorales», acaso la convocatoria de alguna consulta interna, puede que la noticia del diseño de una estrategia de última hora para mantener el status del partido y encarar las elecciones catalanas, o quizás…, quizás nada importante.
Ya en el inicio, se notó que el Secretario General de los Socialistas había perdido el rictus de seriedad, quizás de enojo controlado, que le había atenazado durante las dos sesiones dedicadas al Debate de Presupuestos, cuando algunos de sus compañeros de partido le privaban del fervor y los aplausos habituales.
Aposta o sin querer, Rubalcaba, al subir al estrado, sujetó uno de los sillones que había movido un fotógrafo, volvió a colocarlo en su sitió, sonrió a la concurrencia e hizo la chanza:
– Ya tienen el titular. Alguien me ha movido el sillón.
Después anunció que, como cuestión previa, iba a hablar primero de Los Presupuestos Generales del Estado, que era el motivo formal de la comparecencia, y después trataría de contestar las preguntas que se le hicieran, que, sabíamos todos, eran el origen de la expectación.
Y lo hizo, pero, aunque mirando de frente y «dando la cara», como diría con algún énfasis, poniéndose de perfil, sin entrar «por de frente» y «a lo derecho» en el meollo de algunas de las cuestiones que se le plantearon.
Al enjuiciar el Debate de Presupuestos, tras una farragosa y nada atractiva exposición, hizo una manifestación que pretendía ser rotunda, pero que resultó tímida, muy tímida, usando un tono de voz que hizo que, más que un consejo crítico, la frase sonara como una proposición timorata:
– «El gobierno debería escuchar las críticas que le hemos hecho todos los grupos parlamentarios»
Después, en el turno de preguntas, siguió de perfil, huidizo, a la defensiva, escudándose en unas supuestas virtudes personales que quiso traer a colación y «como reculando en tablas», según expresión taurina de una mujer que, bolígrafo en ristre, se afanaba en anotar contestaciones en una libreta rayada y apaisada:
– No voy a dimitir.
– Fui elegido por mis compañeros hace 8 meses para hacer un proyecto alternativo al PP que cumpliré hasta el final.
– Nadie de mi partido me ha dicho que me vaya.
– Ahora no toca hablar de candidaturas.
Nunca, hasta el momento, Alfredo Pérez Rubalcaba, que es locuaz, nada parco en palabras y ágil de mente, había estado tan falto de esa chispa agradable que a veces le hace ameno y siempre interesante.
Incluso mantuvo el estado de perfil cuando se dirigió, por su nombre de pila, a los periodistas que se interesaron por algo que es importante de cara a la realidad española y a la unidad de los socialistas españoles: El concepto de España que sienten y defienden los socialistas españoles – todos los socialistas españoles – y el estado de las relaciones entre el PSC catalán y el PSOE.
La cuestión había surgido por el affaire de María Badía, la eurodiputada socialista del PSC, que había firmado una carta colectiva dirigida a la Vicepresidenta de la Comisión Europea Viviane Reding, solicitando la anulación de los derechos de voto de España y citando como motivo una supuesta intervención militar de España en Cataluña para superar lo que en la carta se llamaba «el conflicto catalán».
Sin la claridad de ideas de otras veces, el atribulado Rubalcaba pasó la situación – sin superarla – hablando de la relación de apoyo entre el PSOE y el PSC, de su desconocimiento del Programa Electoral de los socialistas en Cataluña, afirmando que la carta en la que la eurodiputada socialista había estampado su firma había sido un error, y recordando la dimisión (no dijo si voluntaria o impuesta) de la eurodiputada catalana infelizmente escribidora.
Pero sin robustecer la cuarta letra del acróstico PSOE: la E, de español, de un partido español que se necesita en España y que ayer, representado por su Secretario General, para esta cuestión, la más importante entre todas las demás, incluso más que los Presupuestos Generales del Estado para el año 2013, pareció que, sin que se confiesen los motivo aunque se teman o se intuyan, se ponía de perfil.