Digo lo que pienso, o al menos lo que creo que es verdad, muchas veces lo que pienso no me gusta, pero si es la verdad, pues lo digo
Falangista en su juventud, alumno de Manuel Fraga, diputado nacional y Secretario General de Alianza Popular, miembro del PSOE en los 90, partido del cual también acabó dándose de baja, asesor político del Partido Cominista e Izquierda Unida…
Verstrynge es sin ninguna duda uno de los personajes más controvertidos de la política española, y ahora ha vuelto a la actualidad tras participar en marzo 2013 en un escrache de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) frente al domicilio de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, por el cual ha sido multado.
«He inaugurado lo que se llama la ‘multa express’, hasta ahora tardan seis meses, siete meses, cinco meses… pero lo de hacer una pedorreta a la Delegada del Gobierno ha hecho que la multa llegue en 11 días, lo cual demuestra que las pedorretas aceleran mucho la administración, lo cual no es malo.»
La Gaceta publica la entrevista que Gonzalo Altozano y Fernando Díaz Villanueva, subdirector de Negocios.com le han realizado en exclusiva en su domicilio.
Sostiene que a la casa de la vicepresidenta acudió como trabajo de campo, para ver qué era eso de los escraches, y que cuando las cosas se pusieran feas, él medió entre antidisturbios y manifestantes para que hubiera paz. Otra cosa es lo que piensa la delegada del Gobierno, que le ha multado, y el juez de instrucción número 4 de Madrid, que considera a Verstrynge uno de los cabecillas del escrache, como si hubiera llevado a la práctica la teoría encerrada en sus dos últimos libros, ¡Viva la desobediencia! y Contra quiénes luchar.
-En su nuevo libro habla de los beneficios sociales del miedo al rojo.
-Es que a lo largo de la Historia ha sido muy útil. Y conste que no me gusta que la gente pase miedo. Pero es verdad que el capitalismo sólo se serena cuando se siente amenazado. El problema es cuando barre del mapa a sus enemigos. Es entonces cuando se pone a recortar aquellos derechos logrados, precisamente, gracias al miedo al rojo: la sanidad, la educación, la vivienda…
-¿En eso están ahora los rojos, en meter miedo? Lo digo por los escraches.
-Se ve que ha asistido a pocos escraches. En los escraches te encuentras a gente de izquierdas y a gente de derechas. El de los desahucios es un tema social y económico pero también sentimental. Porque al desahuciado no sólo le quitan su vivienda, sino que financieramente lo transforman en un muerto en vida; incluyen su nombre en una lista de morosos y ya no podrá pedir un crédito ni para comprarse un móvil.
-¿Y la solución consiste en plantarse frente a la casa de un diputado?
-No hay en España una sola ley que diga que no te puedes manifestar ante la puerta de un individuo. Luego si no está prohibido está permitido. Eso es así. ¿Que estéticamente no es lo más elegante? De acuerdo, pero a veces es la única manera de llamar la atención a los políticos sobre los desahucios. Porque aquí se trata de informar.
-¿De informar o de coaccionar?
-Lo de que se violenta la voluntad de los diputados es el argumento de las derechas, que ven en los escraches una ocasión de oro para desviar la atención del problema real: los desahucios. ¿Que se intenta orientar el voto de los diputados? ¡Pues claro! Pero es que la PAH, a la que no pertenezco pero con la que simpatizo, funciona como un grupo de presión, como un lobby. ¿Y para qué sirve un lobby? Para defender determinados intereses. Los cazadores tienen su lobby, y los camioneros, y los banqueros… ¿Por qué no habrían de tenerlo los desahuciados?
-Tocaba antes la cuestión sentimental. ¿Qué dice de los hijos que son testigos del acoso a sus padres diputados?
-Otro argumento de las derechas: el de pobres, pobrecitos los hijos. Mire, todos los escraches están grabados y en ninguno aparece un niño. Además, aquí parece que hay niños (los de los diputados) que lo son más que otros (los de los desahuciados). Pero el asunto, insisto, es otro: el de la gente a la que de que manera injusta se está echando de sus casas. -No me diga que los desahucios no parecen un invento del PP.
-Ya he dicho a quien quisiera oírme que la oleada de desahucios la empezó Zapatero, aquí a cada uno lo suyo. En esta historia el PSOE tiene mucho que hacerse perdonar y me temo que o reacciona a tiempo o los escraches se los van a terminar haciendo a ellos. Porque la gente tonta no es.
-Sí, pero de momento la casa a la que van es la de Soraya Sáenz de Santamaría, escrache en el que usted participó.
-Pero es que no participé. Lo que pasa es que de tanto oír a los contertulios de derechas poner a parir los escraches me acerqué a ver si era verdad lo terribles que eran. La cosa es que llegamos al punto de reunión y de allí -yo por la acera, un poco desmarcado- fuimos a casa de la susodicha. Una vez allí, se dijo lo que se tenía que decir y punto pelota. Los manifestantes tuvieron un comportamiento ejemplar, la Policía tuvo un comportamiento ejemplar…
-Sin embargo las imágenes…
-Es que cuando la gente se marchaba a sus casas, los antidisturbios, absurdamente, en grupos de tres y cuatro, comienzan a rodear a manifestantes aislados y se los llevan a identificar al otro lado del cerco policial. La gente, claro, pensó que les iban a detener y ahí empieza la tensión. Los manifestantes que se arremolinan, los antidisturbios que se ponen el casco y se bajan la visera… Y yo que pido hablar con algún mando para advertirle de lo innecesario de la medida.
-¿Lo consiguió?
-Me llevan hasta el subinspector jefe, que me dice: «Mira, Jorge, acabo de recibir la orden y no tengo más remedio que aplicarla, pero te prometo que no va a haber detenidos». Es entonces cuando trato de cruzar el cerco en sentido de vuelta y dos policías me lo impiden. Ahí me enfado y es el subinspector el que aparta a sus hombres para que me dejen pasar. Todo esto me lleva a una conclusión.
-¿Cuál?
-Que allí alguien tenía que justificar su sueldo, porque a ver si no cómo se explica ese incremento final de la tensión deliberadamente provocado. Lo que pasa es que conductas como esta pueden costar un disgusto. Que la gente está muy caliente, oiga, y no siempre va a haber un tío que medie entre policías y manifestantes.
-¿Qué incendiaría la mecha?
-Un muerto en una manifestación, por ejemplo. O la desimputación de la Infanta. Como eso pase aquí se puede liar gorda. El nivel de indignación es palpable.
-La situación en España…
-… es de contrarrevolución institucional y de rebelión en las calles. Estamos a las puertas de una revolución. Hoy ladramos, pero mañana morderemos.
-¿Fue el 15-M una revolución?
-Fue una prerrevolución.
-De la que muchos se alejaron cuando la izquierda radical se hizo con el control.
-Un dirigente del 15-M que conozco es Juan Carlos Monedero, el mejor profesor de la facultad de Ciencias Políticas, y al que no veo pegando tiros por la calle, la verdad. ¿De la izquierda radical Monedero? Bueno, fue asesor de Hugo Chávez.
-Lo mismo que usted.
-Yo asesoré al Ejército bolivariano, lo que no significa que vaya por ahí prendiendo fuego a las iglesias.
-A propósito, ¿hay que felicitarle por la victoria de Maduro?
-Veo con simpatía ciertos aspectos de la revolución bolivariana. La Venezuela de antes de Chávez era un desastre: pobreza pasmosa, desatención social planetaria, analfabetismo brutal… A Chávez hay que reconocerle que elevó el nivel de vida de los venezolanos. Hombre, no todos viven de puta madre, pero sí mejor que cuando él llegó.
-¿Cayó también Chávez en el error de creer tenerlo todo atado y bien atado?
-Yo creo que sí, que lo pensaba, pero es evidente que el poschavismo no va a ser como lo tenía previsto.
-Volviendo al escrache a la vicepresidenta…
-Quien, por cierto, me parece lo menos malo del Gobierno.
-¡Verstrynge hablando bien de alguien del PP!
-Me quedan montones de amigos en el PP. No olvide que yo era la cara amable de AP, que a mi despacho venían a llorarme los que tenían problemas con Fraga. Lo que pasa es que con esto de salir en las tertulias diciendo lo que digo noto que están enfadados conmigo.
-Ahora me dirá que alguna vez ha votado al que fue su partido.
-En unas elecciones voté a IU a la Comunidad y a Gallardón a la Alcaldía. Lo curioso es que lo conté en el comedor de la facultad de Políticas y, en vez de lincharme, cuatro levantaron la mano y dijeron que ellos también. Tienen que acabarse los automatismos. Hay que ir al voto a la carta.
-Quería volver a lo de Soraya porque a raíz de aquello se han dicho muchas cosas sobre usted.
-Pilar Ferrer ha escrito en La Razón que soy un neurótico crónico que recibo asistencia psiquiátrica. Pues se va a enterar.
-¿Le va a montar un escrache?
-La voy a llevar a juicio. Porque una cosa es que me critiquen, como han hecho muchos periodistas, y otra que me difamen.
-También dijeron que, dado que es vecino de Soraya, fue usted quien condujo el escrache a las puertas de su casa.
-Sabía que vivía por el barrio, sabía incluso la calle, pero no el número; no me dedico a esas cosas.
-Más: que es usted un especulador inmobiliario.
-Soy un hombre de 64 años que se ha pasado la vida trabajando. Soy también un hijo único que heredó de su madre y de su padrastro. A mis hijos les he dejado un patrimonio inmobiliario de cuatro pisos que he pagado con hipotecas. Y luego está la residencia de estudiantes, que no es mía, sino de Mercedes, mi mujer. Ella la montó cuando dejó la publicidad, harta de la coca y de los creativos. O mejor: harta de la coca de los creativos.
-De Sigfrido y de Erik, sus hijos, han sacado a relucir que trabajan en Banca.
-Bueno, es su profesión, qué quiere que le diga. Y, además, tampoco tienen mi ideología. A mí me hubiera gustado que hubieran sido como Joseph Alois Schumpeter, el gran economista. Pero no ha habido suerte. De cualquier manera, son mayorcitos para ser lo que quieran.
-«Contra quiénes luchar» se lo dedica a Sigfrido.
-Es el primer libro que le dedico a Sigui, sí.
-No deja de ser curioso que le dedique a su hijo un libro que arremete contra los banqueros.
-Pero es que él no es banquero, es bancario, que no es lo mismo. Pues anda que no hay bancarios en la PAH y te cuentan cada cosa… Aunque contra lo que de verdad arremeto es contra el dinero, que tiene su importancia, sí, porque es un motor, un vehículo, pero que se vuelve peligroso cuando lo invade todo, como ahora.
-Tendría que haberlo titulado entonces «Contra qué luchar».
-No, porque también denuncio a los que utilizan el dinero como instrumento de poder y a los que nos gobiernan con una triple ilegitimidad: la de no hacer lo que dijeron que iban a hacer, la de estar-encima- haciéndolo mal y la de no haber sido elegidos.
-A Rajoy podrá acusarle de las dos primeras, pero no de la tercera.
-Es verdad que a Rajoy se le ha votado, pero no puede seguir en el puesto después de decir que hace lo que hace porque no hay alternativa. Pues si no hay alternativa, vete y que se ponga otro, pero no traiciones tus principios, ten un poco de honor. Y lo que digo de Rajoy ya lo dije de Zapatero, quien también fue contra sus convicciones porque, según él, no quedaba más remedio.
-Y la alternativa, el remedio ¿no sería un Monti?
-Lo de Monti fue un golpe de estado financiero. A usted le podrá gustar más o menos Berlusconi, quien, por cierto, es un tío que conoce bastante bien a los italianos, y por eso volverá a gobernar. Le gustará más o menos, ya digo, pero lo que no se puede hacer es que los señores de la Comisión Europea se presenten en un país y digan «ahora sale este señor y entra este otro».
-Banqueros, tecnócratas, oligarcas… A todos ellos les pone una diana en su libro. Reconozca que la palabra «diana» no es la más acertada.
-Mire, tengo un defecto: digo lo que pienso. A veces el entusiasmo me lleva a utilizar términos que con más calma no hubiese empleado. Pero no soy escritor, soy profesor. Y eso se ve en mis libros. De todas formas, no se preocupe, la próxima vez emplearé otra palabra. ¿Más cosas?
-Una última, sí. Cuando Geir Haarde, ex primer ministro islandés, fue procesado por su responsabilidad en la crisis económica, se pusieron de moda pancartas con una leyenda.
-«Islandia es el camino».
-¿El nombre de qué país propondría usted como solución?
-Si ese país existiera, viviría allí, y ya ve dónde lo hago.