El ‘perfecto idiota’ de Willy Toledo se ha ido a un resort cubano a mayor gloria del Che pero nos ha dejado al profesor universitario Pablo Iglesias.
De verbo ágil e indignado, Iglesias ya es un fijo de las tertulias televisivas de los sábados. Es difícil no compartir su indignación ante la ruina que tenemos delante. Otra cosa muy diferente son las soluciones que propone.
El discurso de Iglesias enamora en Twitter por su anoréxica anatomía intelectual. Su receta chavista está inspirada en el izquierdismo más paleolítico.
La diferencia es que ya no son solo son las multinacionales las que nos saquean sino que a estas se le suma nuestra depredadora casta política.
Cuando se le pregunta cuál es la solución se le ilumina la cara al recordar como una revelación una entrevista de Rafael Correa en TVE «donde se merendó a la entrevistadora».
Toda una hazaña intelectual. ¿Dónde estabas Anita para evitarlo?
La receta de Iglesias es el régimen populista de Ecuador. Fanatismo bolivariano, socialismo autoritario, nacionalizaciones masivas, asistencialismo mendicante y desprecio por las libertades individuales y las instituciones.
Todo resumido en menos 140 caracteres: Exprópiese.
A Iglesias le molesta que este sea «un país de camareros». Trabajar catorce horas al día sirviendo cafés no es de izquierdas. El profesor de la Complutense nos llevará al oasis de la sociedad del conocimiento por el camino del Inca populista.
Será que el profesor Iglesias ha tenido la suerte de leer a Marx en confortables y burguesas aulas universitarias europeas. Su paso por Cambridge le ha impedido caminar por los cinturones de pobreza que rodean Quito o Guayaquil, ver a los niños abandonados en charcos inmundos y comidos por los parásitos rodeados de violencia y criminalidad.
Iglesias detesta la democracia del bipartidismo. Y muchos compartimos esa aversión a la partitocracia. Lo que olvida el profesor es que después del ‘Que se vayan todos’ vino la Kirchner. La Robin Hood argentina robó tanto dinero a su amado pueblo que no tuvo más remedio que construir una bóveda secreta en una de sus mansiones patagónicas para ocultarlo. —VER VÍDEO: La bóveda K-–
Los nuevos Willy Toledo ya no necesitan el fusil para imponernos su lógica revolucionaria. Les alcanza con Twitter y un plató en horario prime-time para vendernos sus boleros indignados. Abajo el sistema. Hasta que no tengamos ni para papel higiénico.