Tienen tareas que cumplir, y sobre todo son un ejemplo. Si dejan de serlo, se juegan su futuro y el de todos
A todos nos vendría bien que nos pagasen las vacaciones, o que nos subvencionasen la empresa, o que nos colocasen a dedo, o que personas cercanas a nosotros recibiesen favores de la Administración o de quien tenga poder o medios.
A todos, qué duda cabe; pero sólo hay una casta privilegiada de personas que está en esa posición ventajosa constantemente: son los gobernantes, muchos de nuestros políticos.
- ¿Nos vamos a Disneyland Paris? Nos invita a todo trapo un amigo de un amigo que trabaja para el Partido y el Estado.
- ¿Tenemos parientes que colocar y empresas a las que beneficiar? Se le pregunta a Pepiño Blanco.
- ¿Siempre quisimos conocer Helsinki? Basta llamarse Bárcenas y no faltará el empresario amigo que pueda organizarlo.
- ¿Soy diputado y me apetece una copa barata? El Congreso las financia a precios que cualquier adolescente querría, pero eso sí con las mejores calidades y servicio vip, todo subvencionado con impuestos.
- ¿Mi sueldo oficial me parece poco? Los diputados andaluces de todos los grupos nos ponemos de acuerdo en la subida, en eso sí. Vuelos privados, entrenadores personales, sucesiones a dedo, dietas gloriosas a cuenta de reuniones que ni se celebraron de Cajas que quebraron y dinero que se eclipsó.
Y -como subraya Pascual Tamburri en ‘ESD’– Todo eso sin necesidad ni de mencionar el urbanismo y los consejos de administración. Los últimos meses y años han hecho parecer a Flick, a Naseiro, a Juan Guerra, a Vera, a Barrionuevo y a Roldán hermanitas de la caridad.
El centro del problema no es la legalidad, sino la ejemplaridad. Si una conducta es ilegal y punible es algo que, suponemos, decidirán los jueces.
Pero al ciudadano normal de la España democrática y en crisis le preocupa que quienes están por encima de él en poder y en autoridad actúen respetando la dignidad de las instituciones y sirviendo de modelo para todos los demás ciudadanos.
Aunque sea técnicamente legal, si la conducta de un político es antiestética y deplorable no podemos luego pedir a los españoles que sean intachables en el fondo y en la forma. Lo que tiene consecuencias también económicas.
La ejemplaridad no admite excepciones, y además tiene un margen de error limitado. Cuando casi un 60% de los jóvenes españoles está en paro, casi siete millones de trabajadores no tienen empleo y en casi dos millones de hogares no entra ningún ingreso, no era prudente que el Rey mantuviese su yate este verano.
Es verdad que el nuevo Fortuna no costó nada a Hacienda, pero su mantenimiento es caro en medio de tantos recortes; y sobre todo era una mala señal de cara a un pueblo ya ampliamente receloso hacia los gobernantes y hacia la Casa Real. Lo acaban de ver hasta los Príncipes en el Liceo, y era de esperar.
Quienes nos gobiernan tienen como primera misión servir de símbolo y de ejemplo, y si no lo hacen ponen en riesgo tanto su propia continuidad como la del sistema y las instituciones.