La Sesión del Control al Gobierno estaba anunciada para las nueve de la mañana. Un poco antes, en la Tribuna de Prensa del Congreso, los más madrugadores elegíamos los mejores asientos, aquéllos en los que se pueden estirar las piernas, mientras echábamos un vistazo al Orden del Día con las preguntas que se le iban a formular al Gobierno.
De repente…
¡¡LA GOTERA!!
Encima de Miguel Ángel Aguilar, que es físico y periodista y al que le mojó la chaqueta, al lado del orondo Raimundo Castro y a un paso de mí empezó a caer agua. Primero unas gotas que se filtraban por el techo de escayola. Después un chorro, que salía de un agujero que el agua hizo en el techo. Y a continuación la torrentera cenital calando todo.
Nos apartamos del agua. Avisamos a un ujier. Hicimos señas a Celia Villalobos, que remoloneaba por los aledaños de la Presidencia del Congreso. E intentamos averiguar los motivos del desastre, con la oposición, todo sea dicho, de Jesús Serrano, el Jefe de Prensa del Congreso que se creyó en la obligación, maldita obligación de alguien que se dice periodista, de impedir que viéramos, supiéramos y contáramos.
Nos echaron de allí y, de paso a la otra Tribuna de Prensa, la pequeña que está al otro lado del hemiciclo,…
LOS JAPONESES: ¡Olé los Juegos Olímpicos!
Unos, que creímos japoneses y que parece que eran de Taiwán, que estaban de visita y que contemplaban atónitos, y puede que asustados, cómo caía el agua del techo. No dijeron nada inteligible, pero quizás en las gotas que caían ellos encontraran una justificación a la reciente elección de Tokio para organizar los Juegos Olímpicos del Veinte Veinte (2020).
Un momento después, el Presidente Posada se enfrentó al desaguisado, pidió excusas por las obras y la contingencia y suspendió la sesión, provisionalmente, hasta las diez de la mañana, para revisar aguas, comprobar calados y mobiliarios y probar cómo habían quedado las instalaciones.
Para entonces, el agua ya había desbordado la Tribuna de Prensa y calaba a conciencia los escaños de abajo, en los que se asienta la Izquierda Plural que, unánime, debió abandonar su sitio.
Decretado el descanso, en los pasillos los comentarios, algunos ciertamente ocurrentes:
– Esto se hunde mientras en Cataluña hacen la Diada (Rosa Díez)
– Esto se va a venir abajo, como El Mundo de Pedrojota con sus ERES y despidos (Un periodista mayor y algo guasón)
– Los de la Izquierda a la intemperie y calados mientras la derecha sigue a cubierto (Una señora esbelta y bien oliente que pasaba por allí)
Como el descanso parecía que iba para largo, algunos nos tomamos un café, que apostamos intentando precisar el tiempo de espera. No ganó nadie, porque el retraso fue de algo más de dos horas.
La Sesión se reanudó a las once de la mañana y tres minutos con las disculpas del Presidente y con el agradecimiento a los trabajadores que habían achicado el agua, vertido los desperdicios en los carros y cubos de basura, puesto y quitado plásticos en varios sitios, y reparado provisionalmente el de-saguisado.
Una vez reanuda la sesión, el primero en preguntar, como estaba programado, fue Cayo Lara, que se dirigía al Presidente del Gobierno. Y que confesó una petición de sus compañeros de Grupo para que, además de con el agua, se volviera a mojar, esta vez con la pregunta. Y se mojó, acordándose de Luis Bárcenas y de María Dolores de Cospedal, a la que bautizó como la «Prima de Riesgo del PP». Término, ya en réplica, usando las famosas frases del Presidente Estanislao Figueras:
– «Ya no aguanto más. Estoy hasta los cojones de todos nosotros»
Para terminar pidiendo:
– «Disuelva las Cortes y convoque Elecciones Generales».
Después de Lara, Alfredo Pérez Rubalcaba, una vez más segundón de Cayo Lara, que se acordó del juez Ruth, de discos duros destruidos, de mentiras, obstrucciones y patrañas; y hasta de Winston Churchill, antes de escuchar un aplauso, no compacto ni cerrado, de su grupo parlamentario de dieciséis segundos.
A los dos les contestó Mariano Rajoy, cada uno a su tiempo, con algunas frases tensas:
– Nada ni nadie ha desmentido lo que dije en el Senado y que mantengo (A Cayo Lara)
– El que miente es usted citando a la señora de Cospedal. No voy a entrar en el «tú más». Y fíjense que hoy tendría oportunidad.
En el aire, sin mentarlo, el Presidente del Gobierno dejó el tema previo a la gotera: la imputación de la juez Alaya a Chaves y Griñán, que antecedió al disfrute, durante treinta y tres segundos, del aplauso compacto de su grupo, antes de saludar al tendido y marcharse.
Después fue la pregunta de Soraya Rodríguez a la Vicepresidenta, en la que, ¿cómo no?, volvió a Bárcenas, a los juicios, y a la bronca.
En respuesta, la vicepresidenta, con la vista en la gotera del techo, hizo una proposición muy seria: Un pacto entre todos para combatir la corrupción.
A continuación, el orden del día marcaba una pregunta al ministro de Asuntos Exteriores sobre Siria.
Era el momento de saber el porqué de la gotera del techo: Unos operarios la achacaron a las dilataciones y vaivenes de una tubería vieja. Pero ahí surgió la duda:
¿Sólo falló una tubería vieja? ¿O existe algo más que falla de pleno, oculto al operario y a todos los demás?