El presidente necesita colocar en primer plano a su gente con colmillo político

Mariano Rajoy pone a Esteban González Pons a ‘otras tareas’

El vicesecretario general de Estudios y Programas recupera protagonismo

Mariano Rajoy pone a Esteban González Pons a 'otras tareas'
Esteban González Pons. TAREK

Mariano Rajoy y David Cameron comparten algunas cosas. Veamos: el conservadurismo corre por sus venas, los dos recibieron una herencia pésima con membrete socialista cuya gestión les está pasando factura en la opinión pública y ambos se enfrentarán al veredicto de las urnas en 2015.

Eso sí, aunque lleven el mismo ADN político, hay algo que les diferencia, y mucho: uno ha combatido la crisis económica bajando los impuestos para favorecer que las empresas creen empleo; el otro, asido a la mano de Cristóbal Montoro, tiene a las clases medias con el cinturón tan apretado que ya les falta hasta el oxígeno.

Una diferencia más: uno ya ha empezado su campaña electoral; al otro, tan empeñado en sacar a España de la crisis, los suyos casi le tienen que suplicar para que acuda a cualquier acto del partido a hacer política.

Pues bien, el discurso con el que el miércoles el primer ministro británico clausuró la conferencia tory debería mirarse con toda atención por el PP.

Porque Cameron levantó bien alto la cabeza al enumerar algunas de las duras medidas que ha tenido que tomar para limpiar el «desastre» del laborismo y crear «una tierra de oportunidades» y, lo que es más importante: hizo pensar a sus compatriotas que su futuro está en sus manos y no en los despachos de Berlín y Bruselas al prometerles que negociará con la UE la devolución de algunas competencias y que antes de 2017 convocará un referéndum sobre la continuidad del Reino Unido:

«Será vuestra decisión: dentro o fuera».

Precisamente una delegación del PP se desplazó a Manchester para saborear in situ las recetas tories que han llevado, por ejemplo, el nacionalismo escocés a mínimos. Y se encontró con el animal político David Cameron.

A buen seguro Esteban González Pons, que encabezaba la expedición española pepera, habrá tomado nota de que con las elecciones asomando ya por el horizonte en España, ahora, sí que sí, ha llegado la hora de retomar la sana costumbre de hacer política. O sea, contar bien las cosas que se hacen.

Que Rajoy y María Dolores de Cospedal decidieran que González Pons liderara la delegación del PP seguramente no es casualidad. Casi alcanzado el ecuador de la legislatura, el vicesecretario general de Estudios y Programas está recobrando parte del protagonismo que perdió cuando Rajoy llegó a La Moncloa y le dejó fuera.

Más todavía: su reciente designación como presidente de la Comisión de Interior del Congreso en sustitución de Juan Carlos Aparicio le confiere un perfil institucional que no tenía desde sus tiempos en el Gobierno valenciano. Un perfil que es necesario recuperar para alguien que durante mucho tiempo ha tenido la misión de partirse la cara por el PP ante la opinión pública.

Hay quien interpreta este ascenso en el Congreso como una patada hacia arriba, una forma de atarle a la Cámara Baja. Ya se sabe los cuchillos que se blanden por los pasillos públicos.

Mi tesis es otra: ésta puede ser la puerta de entrada de Esteban González Pons a tareas diferentes. Como cuando a Elvira Rodríguez, al comienzo de la legislatura, Rajoy la nombró presidenta de la Comisión de Economía del Congreso con la mente puesta a unos meses vista de ponerla al frente de la CNMV.

En esta segunda mitad de la legislatura, y tal como a día de hoy le pintan las cosas al PP -por más que Pedro Arriola despliegue todo su optimismo impenitente-, Rajoy necesita colocar en primer plano a su gente con colmillo político. Se está viendo, además, como van apareciendo paulatinamente.

Gente como Soraya Sáenz de Santamaría, capaz de batirse el cobre en el Congreso para defender contra toda la oposición que el presidente no mintió en sede parlamentaria sobre su relación con Luis Bárcenas.

Gente como Esteban González Pons, capaz de explicar con meridiana claridad las medidas «duras» pero «realistas» del Gobierno.

Gente, convencida de lo que se hace, capaz de apoyarlo con soltura natural y hasta con la vehemencia de Cameron en Manchester cuando, con los suyos rendidos, les dijo:

«Nuestra economía, nuestra sociedad, nuestro bienestar, las escuelas, todo reformado, todo reconstruido, con un objetivo, una misión en mente: convertir a este país, por fin y por primera vez, en una tierra de oportunidades para todos».

 

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