Quien critica a Rajoy, se aleja del manto protector del poder
José María Aznar, a su manera, «secarrón» como sólo él puede serlo, explica en el diario que incorpora a su último libro lo que les ocurre a los políticos importantes cuando la gente percibe que dejan -o se alejan- del poder.
«El lunes 22 (se está refiriendo el ex presidente a su actividad 8 días después de la derrota electoral del PP del 14 de marzo de 2004) fui a Telecinco. El señor Echeverría (presidente de la cadena) ni se molestó en aparecer. El consejero delegado tuvo la amabilidad de bajar al despacho una vez que le avisaron de que habíamos llegado».
Otros muchos políticos se han referido a la frustración que han sentido tras abandonar un alto cargo cuando, recién vestidos con su nuevo traje de ciudadano, notan que deja de sonar el teléfono.
Uno de ellos me aseguró que a la mañana siguiente de presentar la dimisión, sorprendido por el silencio del teléfono móvil, varias veces comprobó si el «aparatejo» funcionaba.
Horas más tarde, al recibir la primera llamada («¡Salvación!», exclamó), tuvo que resignarse al comprobar que el interlocutor reconocía no saber nada de su marcha del cargo porque había estado de viaje.
¿Exagerado? ¡Que le pregunten a Aznar si fue o no excesivo el plantón que le dieron sus compañeros con mando en plaza hace unos días!
Ni Mariano Rajoy, ni ningún miembro de la dirección nacional del partido, ni ministro alguno le arroparon en la presentación pública del segundo tomo de sus memorias.
Los teléfonos del presidente de honor del PP dejaron de sonar aquella tarde.
No hubo necesidad de enviar consigna desde La Moncloa o desde Génova 13 para que no se asistiera. Cierto: tampoco hubo indicación para ir.
Lo que sí hubo fue unanimidad entre los VIP populares a la hora de decidir hacer mutis por el foro. El graznido de la gaviota sonó nítido:
«Quien critica a Rajoy, se aleja del manto protector del poder».
El aviso a la secretaria general
Veamos ahora otro sonoro plantón popular, aunque a éste se le haya querido poner sordina.
Me refiero a la ausencia total de miembros del Gobierno en la bancada azul del Congreso de los Diputados el pasado martes, durante el debate de toma en consideración de la reforma del Estatuto de Castilla-La Mancha.
Cospedal, sentada en la tribuna de invitados del hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo, debió experimentar una sacudida parecida a la que unos días antes tuvo Aznar al apuntar las ausencias en la puesta de largo del libro.
«¿La secretaria general del PP, la número dos del partido que sustenta el Gobierno, y ni un solo ministro en el Congreso cuando presento una importante iniciativa política que reduce los parlamentarios autonómicos a la mitad? Tomo nota», debió decir para sus adentros, malhumorada, la presidenta castellano manchega.
Sorayos versus cospedalismo
Las relaciones entre las dos mujeres con mayor poder dentro de la familia popular, María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría, se han enfriado mucho en los últimos meses. Una lástima.
Ambas son excesivamente celosas a la hora de defender sus parcelas de mando y, cuando los lindes están tan próximos, en cada esquina surgen peligros que incluso acaban por agrandar las diferencias personales.
Precisamente por esto, las dos se vigilan constantemente de forma diplomática de reojo. Otra cosa es cuando se descienden los peldaños del poder. Porque igual de fiero se muestra el «cospedalismo» a la hora de patrullar sus fronteras como los «sorayos» evitando incursiones «ajenas» en su territorio.
¿Fue el plantón de los ministros a Cospedal un mensaje en clave a Génova 13 desde dependencias próximas a la vicepresidenta del Gobierno? ¿Una manera de calibrar quién tiene la Gran Berta más dañina? Así lo han entendido importantes mandatarios populares.
«Desapercibido no ha pasado», señalan las fuentes.
Últimamente, desde ilustres despachos en el cuartel general popular se leen con preocupación insistentes informaciones que aparecen en algunos medios, asegurando que tras el affaire Bárcenas la dirección nacional del PP va a ser remozada por Mariano Rajoy, incluida su Secretaría General.
En esos ilustres despachos genoveses parece no caber duda de que tales informaciones, «teledirigidas» contra Cospedal, vienen desde el Complejo de La Moncloa. Tan seguros están, que les ponen nombre y apellido.
Igualmente, se niega la mayor y se asegura que la información «es una intoxicación falsa de toda falsedad».
«Batallitas de ‘sorayos’ que no han entendido que no es hora de mirarse el ombligo», concluye el «cospedalismo«.