El Ala Oeste de la Casa PP

El ‘resbalón’ de Esperanza Aguirre, el palo de Gallardón y la venganza

"Mariano Rajoy abrió más los ojos y María Dolores de Cospedal se frotó las manos"

El 'resbalón' de Esperanza Aguirre, el palo de Gallardón y la venganza
Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón. EP

Fue el pasado lunes, durante el Comité Ejecutivo Nacional del PP. Esperanza Aguirre esperó su momento, alzó la mano y pidió la palabra. Las miradas de complicidad de los VIP del partido presentes en la reunión se cruzaron.

Desde que dejó la presidencia de la Comunidad, la lideresa «está desatada», apuntan algunos populares presentes en la reunión. Así que «cuando ella interviene cualquier cosa es posible», rematan.

Sin embargo, esta vez la presidenta del PP madrileño defraudó a quienes llegan ávidos de espectáculo a estas citas internas, siempre sosas.

«No estuvo muy atinada» y «cometió un error de principiante» han sido algunas de las valoraciones escuchadas.

Preguntó los motivos por los que el Gobierno no había destituido al juez Luis López Guerra como miembro del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo antes de que se derogase la doctrina Parot.

Fue un desliz poco frecuente en alguien que tiene obligación de estar informado. Hasta el discreto Mariano Rajoy, mientras ella intervenía, abrió los ojos algo más de lo habitual y esgrimió una sonrisilla picarona de las de «¡Pero qué pregunta ésta!».

Así que saltó como un resorte de su pupitre «el chico más listo del colegio» y solicitó dar la réplica a su «gran amiga» Esperanza. Rajoy abrió aún más los ojos cuando vio que le pedía la palabra Alberto Ruíz-Gallardón.

María Dolores de Cospedal se frotó las manos. El duelo estaba servido.

Sin embargo, no hubo debate: esta vez el vapuleo dialéctico de Gallardón a Aguirre fue, según los presentes, «de órdago, la dejó sin respuesta».

El Gobierno no puede destituir a un juez del TDHE porque tiene la obligación de someterse a las leyes internacionales suscritas por España y respetar los tiempos de los mandatos de los jueces. Pero, claro, esto debe saberlo quien ha tenido responsabilidades públicas y es político en ejercicio (como lo es Aguirre): ésta fue la conclusión implícita que llevaban las palabras del ministro de Justicia.

«La incomodidad de Aguirre fue evidente». Terminada la reunión se encapsuló en su despacho de la primera planta de Génova 13.

Poco le importó, incluso, dar plantón a los periodistas con quienes se había comprometido hacer declaraciones y que la esperaban a las puertas del edificio de la gaviota en una fría mañana madrileña.

Es el calvario actual que padece Esperanza Aguirre. «Está aislada», señalan fuentes del PP de Madrid. Antes, cuando era presidenta de la Comunidad, escuchaba por las mañanas las tertulias de radio, entre otras las de Federico Jiménez Losantos, pero antes de hablar en público contrastaba su discurso con Nacho González e Isabel Gallego o con otros asesores de peso de su Gobierno, lo que evitaba «meteduras de pata» innecesarias.

Ahora, la lideresa del PP de Madrid está tan sola… Demasiado. Ni en Génova, ni en La Moncloa, ni en Sol halla respuestas. Además, se ha metido tanto en su papel de «verso suelto» que agudiza más todavía su soledad. Lo malo para ella es la cantidad de lobos que tiene enfrente dispuestos a aprovechar la mínima ocasión para recordarle que sus éxitos en el Partido Popular se conjugan ya en pasado.

Con todo, era evidente que ipso facto Esperanza Aguirre se tomaría la revancha. Estaba cantado. Dos días después, vía declaraciones en COPE, la ex presidenta de Madrid afeó a Alberto Ruíz-Gallardón «el incumplimiento flagrante» del programa electoral del PP por el pacto con el PSOE y otras fuerzas políticas para repartirse los vocales del CGPJ sin poner fin al sistema de cuotas partidistas.

Genio y figura…

 

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