Una de dos: o Alfredo Pérez Rubalcaba está muy seguro de sí mismo o es que ya ha bajado los brazos.
Porque se ha encerrado a prepararse el Debate sobre el Estado de la Nación en el último momento -en este fin de semana- cuando Mariano Rajoy hace diez días que tiene en su despacho varios borradores…
Precisamente, repasando el debate parlamentario por excelencia, me topo en el de 2013 con esta frase del presidente: «Merecemos que se nos ayude pero no que se nos dirija».
Ése, el de haber impedido el rescate y haber puesto la proa a la recuperación, será el gran mérito que exhiba Rajoy.
Y a esto sobre todo es a lo que se va a agarrar una bancada popular llena de nervios y temores que el domingo se desayunó con que algunos sondeos ya señalan que va a perder las elecciones europeas.
Con todo, a sabiendas que el trazo grueso del guión del debate está escrito de antemano, lo más interesante es lo que vendrá después.
Puesto que, una vez que baje el telón en el Congreso, en cuestión de una semana Rajoy deberá ungir al nuevo presidente del PP de Andalucía en el Congreso extraordinario del próximo fin de semana en Sevilla y anunciar su -y remarco, su- candidato a las elecciones europeas.
Ya he hablado antes de las posibilidades de que el líder de los populares aproveche la designación del sustituto de Jaime Mayor Oreja para hacer una crisis de Gobierno. Veremos lo que nos depara el inescrutable camino de don Mariano.
Pues bien: en los últimos días ha entrado un nuevo nombre en juego. El mismísimo Juan Manuel Moreno. Sí. Hay quien le ve, o al menos desea verle, con su cartera de ministro en la mano.
Me explico. El fin del culebrón del Partido Popular de Andalucía ha supuesto para los populares un alivio –al menos– momentáneo. Porque las penas flotan aunque se las intente ahogar.
El cada vez más insistente runrún de un adelanto electoral en Andalucía, coincidiendo con las europeas, pone muy nerviosos a los populares.
No en vano, si Susana Díaz decide romper la baraja en este momento, las posibilidades de que el PSOE les arrolle son demasiadas.
Ante tal escenario, dantesco, en el PP algunos creen que hay que tomar medidas drásticas para promocionar a Moreno. De forma rápida. Y ya puestos ven en la futurible remodelación del Gobierno la mejor ocasión.
Nada mejor que nombrarle ministro para darle lustre, argumentan. Además, así de paso se mantiene la cuota de andaluces en el Ejecutivo. Si es que finalmente Miguel Arias Cañete es el elegido.
En fin… a mí me parece a todas luces una jugada descabellada y que entraña un riesgo inasumible para el presidente.
No en vano, si nombrara a Moreno ministro y finalmente las elecciones andaluzas se adelantaran, tendría que dimitir para hacer campaña lo que le convertiría en el ministro más fugaz de la democracia.
Aunque no vaya a ser el caso -mal que les pese a algunos-, utilizar el Consejo de Ministros como mesa de operaciones del partido ha sido bastante habitual con José Luis Rodríguez Zapatero y con José María Aznar.
Ahí tienen a José Montilla, al que el socialista sacó del Ministerio de Industria para enviarle de candidato a las elecciones catalanas. O a Juan Fernando López Aguilar; a Trinidad Jiménez, que desde el Ministerio de Sanidad intentó el asalto del PSM de Tomás Gómez; a Josep Piqué, que cogió el puente aéreo entre el Ministerio de Ciencia y Tecnología y la candidatura del PPC a las autonómicas; al ahora innombrable Jaume Matas…
Nos cansamos de hablar de la puerta giratoria que abren los ministros cuando salen del Ejecutivo hacia grandes empresas. Y resulta que la que les conduce a las elecciones autonómicas tiene aún el quicio más gastado de tanto usarlo.
