Las elecciones europeas han agrandado la distancia entre la Dirección nacional de los populares y el PP de Madrid que preside Esperanza Aguirre.
Así de gráfica fue la lideresa ante el nuevo presidente murciano, Alberto Garre, antes de comenzar la reunión del Comité Ejecutivo Nacional que el pasado martes presidió Mariano Rajoy en Génova 13 para preparar la estrategia: «Esto es un coñazo que te cagas».
Su frase, captada por un micrófono indiscreto, se quedaría en la categoría de anécdota de no ser porque resume el desacuerdo de Aguirre con la precampaña y la campaña diseñadas por Carlos Floriano y su equipo bajo la supervisión de María Dolores de Cospedal.
Eso del perfil bajo que tanto le gusta a Pedro Arriola no va con los populares madrileños, inventores del famoso pico y pala que tan buenos resultados les ha dado.
Desde luego, hace tiempo que Aguirre decidió hacer la guerra por su cuenta, convencida de que toda artillería es poca para movilizar a unas bases, más que desactivadas, laminadas por la inacción de sus mandamases.
Valga el ejemplo de Villaviciosa de Odón, del que tengo alguna información. Normalmente hay cola para ser interventor del PP. Sobran manos. En esta ocasión faltan, hasta el punto de que tendrán que recurrir a nombrar apoderados que vigilen varias mesas electorales a la vez al no poder cubrirlas todas.
En vista de que Rajoy se tomaba con calma la designación de Miguel Arias Cañete, Aguirre comenzó a su aire una serie de actos de precampaña con eurodiputados como Santiago Fisas con la paradoja de no saber siquiera si repetirían en la lista.
Claro, que cuando el PP de Madrid conoció la candidatura completa la cosa fue a peor: la Dirección nacional había dejado a Pablo Arias, un hombre con estrechos vínculos con la FAES de José María Aznar y con los populares madrileños, para los postres: en el puesto 21, con lo que de entrada lo más probable es que se quede fuera.
Todo un aviso a Aznar, que como ya es sabido ni siquiera participará en la campaña (tampoco nadie se lo ha pedido) y a la propia Aguirre.
Cierto es que Arias ocupó ese mismo lugar en la lista electoral de las anteriores europeas, las de 2009, pero entonces las encuestas vaticinaban al PP no menos de 22 escaños.
El acto de desagravio que Aguirre le organizó el jueves, con un mitin en el distrito de Puente de Vallecas donde Arias fue el protagonista, fue todo un aviso a navegantes.
En él participó Manuel Pizarro, que aunque es miembro del Comité Ejecutivo Regional del PP de Madrid se prodiga muy poco, poquísimo, por los actos de partido. Una verdadera pena. Claro, que esta vez tenía un motivo de peso: el eurodiputado es su yerno.
Durante el mitin, Aguirre elogió la «inteligencia y fortaleza» de Pablo Arias, pero no dedicó tiempo a hablar del cabeza de cartel, Miguel Arias Cañete.
Se ve que se ha tomado al pie de la letra eso de «municipalizar» la campaña en lo que tanto ha insistido Rajoy. Eso sí, señaló que aunque el PP no atraviesa por sus «mejores momentos», tampoco está «en los peores».
Las cosas, como son. Aguirre sabe que desde las plantas altas de Génova 13 no dejan nunca de observarla y que la Dirección nacional le imputaría a ella, personalmente, un tropiezo del PP de Madrid en las elecciones europeas. De ahí que se pusiera el mono de trabajo hace ya semanas.
Está que no para. Además de Santiago Fisas y Pablo Arias, Pilar del Castillo y Antonio López Isturiz -todos ellos candidatos- han compartido también escenario con ella en una precampaña en la que el PP de Madrid lleva ya mucho andado mientras el resto del partido anda todavía renqueando.
Lógico: en los partidos, los militantes actúan conforme a las ganas que ponen aquellos que más arriba están. Para eso son dirigentes, ¿no?
